[Opinión] Hugh Hefner y la liberación sexual de la mujer

"La mujer desnuda en páginas de Playboy, luce con glamour en actitudes que parecen declarar absoluto derecho sobre sí mismas"

Marcela Del SolEscritora, activista social y autora de “Caleidoscopio” e "Inmortal"

Por Marcela Del Sol

Hugh Hefner ha muerto y son variadas las reacciones en el mundo femenino, en el cual me enfoco, con respecto a su partida.

Hefner fue muchas cosas; un empresario que vio la necesidad de entretener a una sociedad abatida por la guerra fría y lucró con ella, la representación del capitalismo que sitúa a la mujer en lugares recónditos, un patriarca en la cima de, lo que muchos hombres desinformados señalan como, un paraíso en la tierra, enganchando brazos con mujeres de cuerpos voluptuosos y, según ideas programadas en la psiquis occidental; perfectos.

También fue precursor en impulsar la autonomía de la mujer sobre su cuerpo, en demostrar que en tiempos donde éramos relegadas a delantales cocineros, podíamos ser algo distinto: dueñas de la decisión de posicionarnos como seres sexuales y acceder a cierto nivel de independencia económica que nos permitiese mayor libertad con respecto a nuestras vidas.

En 1975, cuando la mujer era casi invisible en cúpulas de poder profesional, Hefner nombra a su hija Christie presidenta de Playboy, hasta 1989 cuando asumió los cargos de CEO y presidenta hasta 2009, convirtiéndola en la mujer con la trayectoria más larga de la historia, a ese nivel ejecutivo.

Fue precursor en impulsar la autonomía de la mujer sobre su cuerpo, en demostrar que en tiempos donde éramos relegadas a delantales cocineros, podíamos ser algo distinto: dueñas de la decisión de posicionarnos como seres sexuales y acceder a cierto nivel de independencia económica que nos permitiese mayor libertad con respecto a nuestras vidas.

Sí, Hefner fue un patriarca con mucho más poder que el que solo el hecho de ser hombre ya le otorgaba, pero también utilizó su privilegio para promover ciertas avenidas de progreso con respecto a las limitadas, casi inexistentes, oportunidades femeninas para obtener ciertos derechos, no solo agitando la triste y represiva moralidad de un lánguido Estados Unidos post guerra, sino además, instigando cambios hacia la equidad racial, los derechos LGTB y el derecho de la mujer sobre el aborto y la contracepción. ¿Fue con fines egoístas para evitarle al hombre ciertas responsabilidades indeseadas? Es posible, pero también es innegable que la mayoría de los hombres, sobre todos aquellos en cúpulas sistemáticas, no utilizan su privilegio en pro de la expansión e implementación de derechos de la mujer.

Lo cierto es que Hefner, tal vez incidentalmente, y sectores liberales dentro del feminismo comparten ciertas convicciones: el abolir la idea de que la mujer es un receptáculo pasivo del placer masculino. La mujer desnuda en páginas de Playboy, luce con glamour, no acompañada de utensilios invasivos; un cuerpo desnudo, de curvas sinuosas, en actitudes que parecen declarar absoluto derecho sobre sí mismas y en este punto estoy completamente de acuerdo: somos dueñas de hacer con nuestros cuerpos lo que nos apetezca.

¿Fue con fines egoístas para evitarle al hombre ciertas responsabilidades indeseadas? Es posible, pero también es innegable que la mayoría de los hombres, sobre todos aquellos en cúpulas sistemáticas, no utilizan su privilegio en pro de la expansión e implementación de derechos de la mujer.

Hefner, con su controversial llamado a la agitación sexual, que nos removió el delantal de cocina (y los calzones), se convirtió en el equivalente masculino de lo que Beauvior fue para la mujer en tiempos de escasa permisión y educación sexual, tiempos donde nuestro rol “apropiado” era uno de subyugación incuestionable, de proveer felicidad doméstica y placer sexual, según las demandas de una pareja heterosexual responsable del sustento familiar, dueño oficial de la familia.

El legado de Hefner no solo son fotos eróticas en una revista de alta calidad impresa. Posee un contenido literario muy sobre el promedio de sus pares, con contribuciones de renombrados profesionales, dentro de los cuales se encuentra a la connotada escritora feminista Germaine Greer, lo cual evidencia otro aspecto incitante de la mujer: nuestra intelectualidad. ¿Es esto una táctica para disipar la cosificación sexual o una práctica honesta para reafirmar que nuestras capacidades deseables se extienden mucho más allá de un par de pezones al descubierto?

Lo cierto es que Hefner, tal vez incidentalmente, y sectores liberales dentro del feminismo comparten ciertas convicciones: el abolir la idea de que la mujer es un receptáculo pasivo del placer masculino.

Considerando la influencia y experiencia de Germaine Greer (y mi esperanza de que cambios en pro de nuestro género sean promovidos transversalmente), me inclino por la última opción y porque haber nacido mujer, por ende predeterminadamente reprimida, me hace sospechar del accionar masculino y me provoca someterlo a escrutinio más de un par de veces.

Hefner murió, fue un empresario exitoso y peleó por ciertas libertades. Es cierto, sin el significativo poder de su imperio, la reforma legislativa en asuntos tan relevantes como el derecho al aborto, no hubiese sido implementada cuando lo fue y, a pesar de ser realidades foráneas, establecieron precedentes internacionales que suelen repercutir en países que interpretan al primer mundo como un referente correcto.

La mujer desnuda en páginas de Playboy, luce con glamour, no acompañada de utensilios invasivos; un cuerpo desnudo, de curvas sinuosas, en actitudes que parecen declarar absoluto derecho sobre sí mismas.

Sin embargo, la liberación sexual de la mujer es solo una parte de la emancipación del patriarcado; no seremos libres hasta que el poder económico y social sea, también, equitativo y esta es una tarea para todos, especialmente para aquellos que aún tejen con su privilegio, cuerdas para mantenernos “liberadas” según sus propios términos mezquinos.

Que en paz descanse Hugh Hefner y todos quienes mueren. Hoy lo que más me importa es luchar para que ningún feminicida sea impune o absuelto en Chile y en ningún otro país.

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