Dejé de fumar y soy feliz

Por Biut y Agencias

DECIDIDAS. Muchas de nosotras aún no podemos decir lo mismo, pero quizá estos testimonios nos motiven a seguir el ejemplo. Son mujeres que hoy pueden  respirar sin ahogarse o despertar sin el dolor en la garganta al que casi se habían acostumbrado. Una de ellas agrega beneficios estéticos: dice que el pelo y la piel le cambiaron para mejor desde que dejó el cigarro. Ninguna afirma que fue fácil, pero todas coinciden en que el esfuerzo valió la pena ciento por ciento, y que jamás volverían a fumar.

El 31 de mayo de este año se celebró el Día Mundial sin Tabaco y en nuestro país el lema fue “Género y Tabaco”. El 37% de las mujeres de entre 12 y 64 años fuma, según cifras del CONACE de 2008. Estadísticas del mismo organismo y de la Encuesta de Calidad de Vida revelan que a nivel de escolares las mujeres fuman más que los hombres.

“En el último tiempo se ha incrementado en forma significativa el consumo de cigarrillos en la mujer y, en consecuencia, han aumentado todas las enfermedades relacionadas con el hábito tabáquico, y hoy las cifras de muertes relacionadas con el consumo de tabaco son casi iguales entre hombres y mujeres”, asegura el doctor Ricardo Tobar Herrera, especialista en enfermedades respiratorias del Hospital de Carabineros y de la Red Integramédica.

El problema es que abandonarlo no es fácil. “La nicotina es una sustancia psicoactiva que se une a unos receptores, que como respuesta producen dopamina, que es un neurotransmisor que se incrementa  por el efecto de la nicotina. La dopamina tiene un efecto de bienestar y placer y entonces el fumador aprende que cada vez que fuma se repetirá esa sensación, y eso es lo que se transforma en adicción”, explica el doctor Tobar. Y agrega. “Existen muchas técnicas y tratamientos  que pueden ayudar al paciente a dejar de fumar, pero lo más importante es que él o ella lo decida por sí mismo. Lamentablemente esta es la opción del menor número de fumadores”.

De ahí que las historias que les presentamos a continuación son un estímulo. El testimonio de estas tres jóvenes profesionales quizá nos ayude a reflexionar a quienes todavía tenemos el vicio.

MARIA PAZ BARROS: “LO HICE POR MIS HIJOS”
“Tengo 31 años y fumé desde los 16. Cuando fumaba poco, eran diez cigarros diarios. Varias veces intenté dejarlo, pero sólo me resultó en dos oportunidades, aunque nunca por más de tres meses. La motivación era el miedo al cáncer y porque me sentía ahogada de tanto humo y me desagradaba el olor en las manos y la ropa. A los 29 me embaracé y durante nueve meses me aguanté, pero lo retomé cuando mi hija cumplió meses. La última vez que lo intenté me hice una hipnosis que me dio excelentes resultados.

Los tres primeros meses estuve superfirme, pero después sentí ganas y tuve que reforzar el tratamiento. Al poco tiempo quedé embarazada y obviamente no fumo por eso, pero sé que cuando tenga la guagua me van a volver las ganas, por lo que pretendo intensificar la terapia. Quiero ser sincera: las ganas no se quitan nunca, sobre todo cuando se está con un traguito en la mano o tomando un café con las amigas. Pero si una pone las cosas en una balanza, vale la pena aguantarse para no abrazar a tu hijo con olor a cenicero o para dejar atrás la sensación de ahogo.

La probabilidad de enfermarse, la ansiedad que produce el no tener cigarros a mano o no poder fumar en algunos lugares y la plata que se gasta, son algunas de las razones que influyeron en mi decisión. Y estoy feliz porque ha mejorado mucho mi calidad de vida en todo sentido y pretendo no retomarlo, sobre todo por mis hijos, para no darles un pésimo ejemplo y tener salud para cuidarlos muchos años. Hoy me siento más vital y tengo más energías: puedo correr con mi hija en la plaza y no me canso tan rápido como antes; cuando la tomo en brazos, ya no me ahogo al hacer ese esfuerzo”.

MACARENA VALDIVIESO: “ME SIENTO MÁS SANA”
“Yo era fumadora social, fumaba en los carretes unos cuatro o cinco cigarros. En mi casa casi no fumaba, de vez en cuando solo un par de cigarros para relajarme, pero nada más. Empecé a los 14 años, y no me acuerdo bien por qué, y hace siete años tomé la decisión de dejarlo. Hoy tengo 35, soy casada, tengo dos hijas de 5 y 3 años y estoy feliz con mi opción, aunque debo reconocer que no fue fácil. Mucho antes tuve ganas de dejarlo pero no podía y siempre recaía con el típico cuento ‘de que uno no es ninguno’ y, así, volvía a retomar el vicio.

Pero finalmente me decidí: fue pura fuerza de voluntad, porque incluso fue antes de mi primer embarazo. Desde ahí no he vuelto a tomar un cigarro, no me dan ganas. Cuando salgo en la noche y mi ropa queda pasada a tabaco, a la mañana siguiente me dan náuseas.

Pero debo confesar que hay veces, como cuando estoy muy estresada, que me tiento, pero de sólo pensarlo me da asco y desecho la idea, porque además puedo decir con orgullo que haberlo dejado mejoró mi calidad de vida. Me siento más sana y más limpia y ya no tengo ese típico dolor de garganta, como que algo te raspa. Por todo esto no volvería a fumar, estoy feliz así, me siento más sana y además les doy un buen ejemplo a mis hijas, para que el día de mañana no piensen en hacerlo, porque es un acto que no te aporta nada”.

MACARENA GAETE: “NO VOLVERIA A FUMAR JAMAS”
“Yo fumaba casi diez cigarros diarios y cuando salía podía terminar la cajetilla. Empecé a los 14 años y lo dejé hace cuatro. Fue una de las tantas mañanas que amanecí con la garganta apretada después de habérmelo fumado todo el día anterior, y por eso mismo decidí dejarlo, me di cuenta de que me estaba haciendo mal. Hoy tengo 36 años, un hijo y otra que viene en camino.

Estoy superorgullosa porque a pesar de que estaba muy enviciada nunca más volví a fumar, ni siquiera prendí un cigarro: no fue fácil porque en esa época la mayoría de mi gente fumaba, pero tuve mucha fuerza de voluntad y, además, me dio miedo el dolor que sentí esa mañana en la garganta y la sensación de que me costaba respirar; eso me hizo atinar y reparar en el daño que me estaba haciendo. Estoy feliz de haber podido superar ese terrible vicio, que siempre trae algo negativo.

A las semanas de haberlo dejado sentí que no tenía ninguno de esos malestares que me provocaba el cigarro, por lo que la motivación de seguir era muy fuerte. A la mitad de ese año mi olfato y me gusto eran otros y mi piel y mi pelo también cambiaron para mejor. Mis tiempos arriba de la bicicleta se alargaron y así, muchas otras cosas positivas. ¿Qué sí volvería a fumar? ¡Jamás!”.

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