El 40% de las mujeres menores de 24 años hace dieta dos veces al mes en Chile

Por Biut y Agencias

Desde octavo básico que Sofía hace dieta. Primero, las que conocía a través de revistas o amigas. Una vez, recuerda, logró bajar cinco kilos en una semana sólo comiendo lechuga. Al mes ya los había recuperado y volvió a bajarlos usando la misma fórmula. Hoy tiene 24 años, 51 kilos y 1,61 metro, y cada dos semanas recurre a una nueva dieta si sube dos, tres o cinco kilos por desajustes en su alimentación. “Me baja la ansiedad y no paro. Me puede doler la guata de tanto comer. Como no hago deporte, la única solución es hacer dieta otra vez”, dice.

Su rutina y preocupación por la figura pueden parecer tan exageradas como inusuales pero, según un estudio realizado por la U. de La Frontera en 2.500 estudiantes de entre 14 y 23 años, el 40% de las mujeres de esa edad en Chile son “dietantes crónicas”, es decir, realizan al menos una dieta al mes para bajar de peso. La mayoría lo hace dos veces o más.

La investigación, realizada en Antofagasta, Santiago, Concepción,Temuco y Valdivia, revela que el fenómeno es transversal a las clases sociales, y que existe un fuerte componente sicológico y emocional, donde la falta de tolerancia al estrés juega un rol crucial. “Se ha descubierto que el perfil de estas personas muestra una marcada sensibilidad al estrés. Así, nos encontramos con un grupo de la población que posee una vulnerabilidad muy intensa al experimentar emociones negativas y que utiliza la comida para controlar la ansiedad”, dice Jaime Silva, líder de la investigación.

El estudio define un perfil muy claro: se trata de adolescentes y jóvenes sin problemas de obesidad, pero que tienen, en promedio, índices de masa corporal (IMC) de 24,3 ó 24,5, siendo 25 el inicio del sobrepeso. Un límite que sobrepasan fácilmente tras los períodos de estrés. Otro dato: suelen atribuir todos sus problemas y dificultades a la apariencia. Por ejemplo, cuando están tristes se ven a sí mismas más gordas, y cuando están contentas se ven más delgadas. Entonces, usan la dieta como una manera de controlar su vida y sus problemas. “Cuando empiezan a hacer dieta se sienten muy bien, como controlando su vida. Pero como son muy sensibles al estrés, basta que pase algo para que aparezca la sobreingesta de alimentos”.

Predisposición genética

¿Por qué son más sensibles al estrés? En el estudio, que contó con el apoyo de Fondecyt, el Fonis de Conicyt y el Minsal, los investigadores siguieron a las jóvenes por un año y les hicieron exámenes de sangre y saliva. A partir de eso, Silva logró establecer que las dietantes crónicas tienen una respuesta alterada al cortisol, la hormona del estrés.

Los exámenes de sangre, en tanto, mostraron que sus cerebros también funcionan distinto. Existen ciertos genes que permiten que los neurotransmisores realicen su función en nuestro cerebro. Estos genes pueden variar en la población, presentando un polimorfismo o variante. En este caso, los test mostraron que aquellas chicas que hacían más de una dieta al mes tenían una variante especial del gen que

Comida y dieta

Silva dice que a partir de este estudio se puede deducir que un grupo de personas “no menor” está desarrollando problemas en su peso, no por la falta de ejercicios o una mala dieta, sino por un estilo emocional que requiere del alimento como forma de regulación del estrés.

Por eso, el experto llama a los padres a poner atención en las conductas de sus hijas (ver recuadro) y, si ciertos patrones se repiten, consultar a un sicólogo y no a un nutricionista (como suele ocurrir), porque el problema es sicobiológico y puede terminar en un trastorno alimenticio severo, como bulimia o anorexia. “Ellas tienen un problema con el estrés y buscan una respuesta en la comida. Lo que tienen que aprender a hacer, con terapia, estrategias o fármacos, es a lidiar con la tensión sin recurrir a los alimentos”, dice.

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