Viva el topless

Por Biut y Agencias

Decidí dejar de esforzarme por ser sexi. Dije basta la mañana en que mi nana me descubrió diciéndole al espejo que estaba más guapa que nunca. No podía explicarle que seguía al pie de la letra los tips “para ser sexi de pies a cabeza” que saqué de una revista virtual femenina. Más loca que nunca, habrá pensado ella. Lo de los labios rojos no va conmigo, lo mismo que los tacones, aunque cuidar mis uñas ha resultado casi terapéutico. No tenía idea de que podía transformarse en una instancia de meditación. Lo otro que podría decir que funcionó es observarme detenidamente en el espejo. Noté que mi cuerpo se ve bastante bien después de perder unos kilos, pero también constaté algo terrible. Mis pechugas. Se han ido. Nunca fueron gran cosa, debo reconocerlo, pero eran turgentes y redondas y a mí me gustaban. A mi marido también.

Entonces la imagen de una antigua amiga que se operó después de tener a sus hijos apareció como un flashazo ante mi propia y personal pantalla de películas, y luego el recuerdo de mis grandes, grandes pechugas, en etapa de lactancia. El efecto que causaban. Nunca me habían mirado como si yo fuera un jugoso lomo a lo pobre. Nunca, hasta esos días. Diría que antes de aquello me acercaba más a otro tipo de cocina, más sobrio. A un quiche, por ejemplo. Un quiche de espinaca con ricota. Una imagen lo suficientemente poderosa para mi cerebro como para abrirme el apetito y obligarme a poner pause para ir en busca de comida. Así dejo de pensar en tonterías.

Pero la imagen inicial, la de mis pechugas semidesinfladas, no me abandona fácilmente. Se queda ahí, congelada en mi cabeza mientras me como un pan con palta, mirando fijo por la ventana como una enferma mental. ¿Se puede ser sexi con pechugas feas? O mejor dicho, ¿puede una sentirse sensual si no está conforme con esa parte de la anatomía? Podría, si no fuera porque los hombres, en algún momento de la historia, decidieron llenar los pechos de contenido sexual.

Inexplicablemente. De hecho, esa es la razón por la que nos vemos obligadas a taparlos en las playas y piscinas todos los veranos. Qué curioso. A estas alturas, hay pechugas al aire en la tele, en las revistas, en la red. Cualquier fetichista encuentra lo que busca en pocos minutos. Pero el topless está penado por ley. ¿No es esa una señal de discriminación? ¿Perderían su carga erótica las pechugas si se mostraran libremente todos los veranos? Buena pregunta.

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