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Mi primera clase de surf

Por Javiera Arrate /@javiarrate

Después de mucho pensarlo decidí aprender a surfear. Es difícil, y pese a que dominarlo requiere tanto de mucha práctica como de perseverancia. Pese a que en una clase no logré tomar el ritmo, quise compartir con ustedes lo entretenido que fue.

Siempre tuve ganas de aprender a surfear. Que se realice en la playa y en un horario flexible fueron factores que hicieron que me tincara.Además es un motivo para tener que salir de Santiago. Este deporte entretendrá especialmente a los que no aguantan estar mucho rato tendidos tomando sol.

Le comenté a varias de mis amigas acerca de tomar clases, pero les daba un poco de terror y cuando encontré una oferta por internet superé el miedo, motivé a mi pololo y fuimos el  fin de semana a la playa La Boca de Concón para intentarlo.

Las clases las imparte la Escuela de surf Chile Extremo, donde los horarios para realizarlas son a las doce o a las cuatro de la tarde. No importa tu edad, ese día los alumnos teníamos desde 6  hasta 40 años.

A cada uno se le asignó una tabla que se usa para aprender, la que es más grande y pesada que las tradicionales y te permiten flotar más fácilmente al momento de deslizarte en las olas.

Llegamos a la arena y los instructores nos enseñaron como es el movimiento básico para ponerse de pie. Después de varias repeticiones trotamos para calentar, y fue en ese momento cuando comencé a ponerme nerviosa ya que no troto hace casi dos meses, pero más nerviosa me puse por mi pololo, quién fácilmente no trotaba hace un par de años. De todas maneras fue rico el trote playero (cada uno lo hizo al ritmo que pudo) el cual se complementó con un poco de elongación. Terminado el ejercicio nos fuimos al agua.

Desde el principio estaba ansiosa por meterme al mar, hacía calor y quería empezar a practicar. Durante las clases sólo te deslizas en las olas cercanas a la orilla, conocidas como espuma. Para tomar la primera ola me ayudó una instructora, pero es tanta la velocidad que alcanzas, o al menos eso fue lo que sentí, que no fui capaz de procesar toda la “clase teórica” previa de cómo pararse.

Luego de varios intentos, sentía que no tenía la fuerza para lograrlo, me caí varias veces, perdí el equilibrio unas cuantas otras, hasta que finalmente después de una hora lo logré.

Como toda la instrucción se realiza cerca de la orilla, al caer de la tabla puede que te golpees con la arena, nada terrible… por lo que es normal tener miedo, cosa que con el paso del tiempo se pierde. La clase dura en total unas dos horas, que se disfrutan a concho. Mi consejo es que si tienes ganas de aprender no te prives la posibilidad de intentarlo. Me pareció un deporte que te permite estar en forma de manera entretenida para los que nos gusta la playa.

Finalmente, les cuento que la clase cansa mucho, con el correspondiente dolor muscular.Lo ideal es que no hagas muchos panoramas para la noche, porque te va a pasar la cuenta.

Pese a que estoy súper adolorida, espero que llegue pronto el próximo fin de semana para volver a intentarlo.

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