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Lo mejor de ser mujer

Por Andrea Hartung / @jartung

A veces las personas piensan que haber nacido fémina te vuelve histérica, ansiosa, objeto y loca. Pero resulta que las mujeres tenemos algunas cosas que los hombres ya se querrían, y les contamos cuáles son.

Para que no hayan confusiones, les contamos que esta columna va como respuesta buena onda a la columna que Rodrigo Guendelman publicó la semana pasada, sobre lo bueno de ser hombre. ¿Siempre es mejor tener dos miradas, no creen?

En primer lugar, y esto es algo por lo que los hombres pagarían, es que somos las reinas del multitasking. Porque si ellos no pueden jugar PES 2013 y escucharnos al mismo tiempo, resulta que nosotras podemos twittear, comer chicle, revisar los mails y escucharlos con la mayor atención, al mismo tiempo. Y no es algo que lo crea sólo yo, porque veo cómo mi abuela y mi mamá hacen lo mismo, sin que se les quede nada en el supermercado, nada quemándose en el horno, ni ningún niño esperando en el colegio.

Pero esto no se debe a que tengamos un don especial y maravilloso, sino que las mujeres en general le ponemos atención a cada cosa que hacemos, porque cada una de estas cosas son parte de lo que nos importa, y lo que nos importa lo hacemos bien.

En segundo lugar, me parece que decir que es una lástima que se siga objetivando a mujeres exitosas y brillantes porque tienen copa D o piernas eternas, es una real pena. Lo cierto es que estas señoras y señoritas, secas en la vida, con diplomados, magister y doctorados de por medio, logran en la mayoría de los casos dar a conocer su opinión y pararse frente a una sala de reuniones atestada de hombres con la misma firmeza que un varón.

Sí, hay mujeres que se aprovechan de lo que tienen, en cuanto a físico. Pero esto no significa que sea una treta o parte de un juego sucio y machista querer sacar el mejor partido de nuestro cuerpo con lo que nos ponemos. No se trata de un arma de seducción, sino que de una carta de presentación. Y en estos años, las mujeres hemos aprendido a vernos bien sin caer en lo vulgar, lo cual, déjenme decirles, es un arte. Y por otro lado, usar la coquetería que caracteriza a las mujeres no tiene por qué ser algo malo. Si con una sonrisa puedo conseguir que el taxista me baje unos $200 la tarifa ¿cuál es el problema?

Cuando somos jóvenes, la vida para las mujeres es bastante más simple que la de los hombres. Pagamos menos o nada para entrar a los lugares más top, y bailamos entre nosotras, felices ya sea si nos sacan a bailar o si no. Gracias al cielo, no tenemos que dar esas vueltas eternas alrededor de la pista de baile, esperando reunir el coraje para acercarnos a una niña y sacarla a bailar. Más cuando el 80% probablemente te dirá que no.

OK, nos preparamos todo el año para vernos bien en la playa, es verdad. Pero pucha que nos vemos bien, y no crean que no es agradable ver a chicas lindas caminando en el verano, porque a diferencia de muchos hombres, no tenemos problemas en admitir que el cuerpo femenino es súper lindo, y de que hay chicas lindas, las hay. Además, cuando vemos a un hombre guapo exhibiendo el trabajo de un año de gimnasio, podemos admirarlo sin necesidad de cubrirnos con una toalla para ocultarlo.

Uno de los aspectos que más me gusta de las mujeres, es que hemos aprendido a envejecer con la mayor dignidad. Veo que el estiramiento crónico de la piel está cada día más pasado de moda, y que volverse señoras de edad hoy es sinónimo de elegancia y experiencia. Uno puede ver por la calle a mujeres mayores, elegantes como si fueran al teatro, aunque solo se dirijan al cumpleaños de una amiga. El peinado siempre impecable y el maquillaje intacto. La mujer mayor se maneja como sólo ella sabe, porque ha vivido situaciones que sólo ella conoce, y guardado secretos que nunca nadie escuchará.

Los hombres, en tanto, si bien en algunos casos envejecen muy bien y las canas les quedan de perilla, en su mayoría se dejan estar pasado los 50.

Asimismo, tenemos la ventaja del maquillaje. No, no me gusta el look Cirque du Soleil, con kilos de base en el rostro y pintura que te hace parecer cualquier persona menos tu. Pero esos toques aquí y allá, son los que logran tapar las ojeras, manchas, granitos, y todo tipo de imperfecciones. Larga vida al corrector, y también a la máscara que hace que nuestras pestañas se vean kilométricas.

Sigamos con los beneficios de haber nacido mujer. Tenemos mil estados de ánimo por segundo, pero es porque pasan mil cosas por segundo y todas nos afectan en forma distinta. Eso es pasión, por lo que hacemos y por quienes lo hacemos. No es bipolaridad ni ambivalencia, no es nuestra culpa que algunos hombres tengan la capacidad emocional de una cuchara de palo.

Yo no sé qué clase de mujeres conocerán algunas personas, pero las que yo conozco sabemos cambiar la rueda del auto, echar bencina en los autoservicios, cambiar la ampolleta sin ayuda, ir a pelear a reuniones de apoderados y, en muchos casos, planear el almuerzo de toda la semana. De paso, nos queda tiempo para llamar a nuestras madres, sus madres y a las amigas, y enterarnos de todo lo que necesitamos enterarnos, para después dar el resumen ejecutivo al que lo pida.

El chocolate no es nuestro enemigo mortal y hace rato que no lo usamos para sustituir al sexo. Mejor es pasar las noches con amigas, conversando de la vida, por ejemplo. Y si ya estamos hablando de sexo, ¿por qué no nos referimos además a eso que me gusta llamar “orgasmo múltiple”? Se los presento, es súper buena onda. ¿Y esa fantasía de pasar horas en eso? bueno, resulta que nosotras podemos. Y si no nos pueden acompañar, también podemos solas, no se preocupen.

Además, si bien da la impresión que nos matamos haciendo dieta, esto no es tan así. Lo que pasa es que pensamos en adelantado, algo que le recomiendo al sexo opuesto, porque nosotras bajamos los tres kilos extra que nos dejó Navidad, mientras que ellos se percatan de haber engordado recién cuando la balanza amenaza con llegar a los tres dígitos. ¿Cuándo apareció esta guata? se preguntan, y nosotras les respondemos “mientras estábamos haciendo la dieta de la luna”, y seguimos tomando nuestro helado.

Y por último, jubilamos a los 60 ¿Pica, no?

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