Varias mujeres denunciaron que Plácido Domingo, uno de los hombres más poderosos y elogiados en el mundo de la ópera, ha intentado presionar a mujeres para que tengan relaciones sexuales con él, prometiendo empleos y en ocasiones tomando represalias contra las carreras de aquellas que rechazan sus proposiciones, dijeron numerosas acusadoras a The Associated Press.
Domingo, considerado uno de los mejores cantantes de ópera de todos los tiempos, es también un prolífico director de orquesta y director de la Ópera de Los Ángeles. Ganador de varios premios Grammy, es una figura muy respetada en su exclusivo mundo descrita por sus colegas como un hombre de prodigioso encanto y energía que trabaja sin descanso para promocionar su rama artística.
A sus 78 años, todavía llena salas de conciertos alrededor del mundo y continúa sumando a los 150 papeles que ha cantado en más 4.000 presentaciones, más que ningún otro cantante de ópera. Sin embargo, sus acusadoras y otras personas en la industria, dicen que Domingo tiene un lado problemático: un secreto a voces desde hace tiempo en el mundo de la ópera.
Testimonios de las víctimas
Siete de las nueve acusadoras dijeron a la AP que sintieron que sus carreras se vieron perjudicadas tras rechazar las propuestas de Domingo, y algunas señalaron que el artista les prometió papeles que nunca se concretaron. Varias dijeron que aunque trabajaron con otras compañías, nunca volvieron a ser contratadas para trabajar con él.
Sólo una de las nueve mujeres aceptó ser identificada: Patricia Wulf, una mezzosoprano que cantó con Domingo en la Ópera de Washington. Las demás solicitaron anonimato, indicando que o bien siguen trabajando en el sector y temen represalias o temen ser humilladas públicamente e incluso acosadas.
Una acusadora dijo que Domingo metió la mano bajo su falda, y otras tres dijeron que las besó por la fuerza en la boca en lugares como un vestuario, un cuarto de hotel y un almuerzo de trabajo. “Una comida de trabajo no es rara”, dijo una de las cantantes. “Que alguien intente agarrarte la mano durante una comida de trabajo es raro, o que te ponga la mano en la rodilla es un poco raro. Siempre te estaba tocando de alguna manera, y siempre besándote”.
Además de las nueve acusadoras, otra media docena de mujeres dijeron a la AP que las proposiciones sexuales de Domingo las hicieron sentir incómodas.
Una cantante dijo que le pidió varias veces salir en una cita tras contratarla para cantar una serie de conciertos con él en la década de 1990.
La AP también habló con casi tres docenas de otros cantantes, bailarines, músicos de orquesta, personal técnico, maestros de canto y administradores, que dijeron haber presenciado comportamiento inapropiado de índole sexual por parte de Domingo, y que el cantante perseguía a mujeres más jóvenes con impunidad.
Los testimonios de las acusadoras muestran patrones muy similares de comportamiento, en los que Domingo las contactó de forma persistente, a menudo llamándolas repetidas veces a sus casas por la noche, expresó interés en sus carreras y las instó a reunirse con él en privado con el pretexto de ofrecerles consejo profesional. Ninguna de ellas pudo ofrecer documentación como mensajes telefónicos, pero la AP habló con muchos colegas y amigos en los que habían confiado.
Además, la AP verificó de forma independiente que las mujeres trabajaron donde dijeron y que Domingo coincidió con ellas en esos lugares. Dos de las mujeres dijeron haber cedido brevemente a las proposiciones de Domingo al creer que no podían poner en peligro sus carreras rechazando al hombre más poderoso de su profesión.
Una de ellas dijo que tuvo relaciones sexuales con él dos veces, incluida una en el hotel Biltmore de Los Ángeles. Cuando Domingo se fue para una actuación, señaló la mujer, dejó 10 dólares en la mesilla de noche y dijo “No quiero que te sientas como una prostituta, pero tampoco quiero que tengas que pagar por el estacionamiento”.
Muchas de las acusadoras dijeron que muchos colegas les advirtieron en repetidas ocasiones que no estuvieran nunca a solas con Domingo, ni siquiera en un elevador. Si lo acompañaban a almorzar o cenar, lo hicieran en un sitio público y se abstuvieran de consumir alcohol. Las mujeres que hicieron las acusaciones eran en su mayoría jóvenes y estaban comenzando entonces sus carreras. Varias dijeron haber tomado medidas extremas para evitar a Domingo, como dejar de usar el baño más cercano a su oficina, pedir a colegas que permanecieran junto a ellas mientras trabajaban y no responder llamadas a sus casas.
La bailarina llamaba su técnica para evitar al cantante “un amague, una risita y te vas”, y una soprano la etiquetó como “andar en la cuerda floja”. La influencia de Domingo en el mundo de la ópera es tan grande que Wulf fue la única persona entre las docenas que hablaron con la AP que accedió ser identificada. Y muchos de los que hablaron lo hicieron renuentemente, por miedo a represalias pero también por no querer causar daños colaterales a la industria misma. Pero finalmente, aquellas que hablaron con AP dijeron que se sintieron animadas por el movimiento #MeToo y decidieron que la manera más efectiva de atacar la conducta sexual inapropiada arraigada en su industria era denunciando el comportamiento de la figura más prominente de la ópera.
“Existe una tradición oral de alertar a las mujeres sobre Plácido Domingo”, dijo una mezzosoprano que trabajó en la Ópera de Los Ángeles pero que no está entre las acusadoras. Hizo eco del consejo que varias mujeres dijeron haber recibido: “Eviten interactuar con él a toda costa. Y definitivamente no estén a solas con él”.
“¿Voy a ser su blanco o no?” Otra mezzosoprano que está entre las acusadoras tenía 23 años y cantaba en el coro de la Ópera de Los Ángeles cuando conoció al superastro en 1988. Durante un ensayo de “Los cuentos de Hoffman”, fue seleccionada para besar a Domingo en la escena de una orgía. Dijo que recuerda haberse limpiado la saliva del cantante de la cara tras un torpe beso húmedo y que él le susurró: “Desearía que no estuviéramos en el escenario”. Luego de ese incidente, Domingo empezó a llamarla a casa a menudo, aunque ella no le había dado su número. Le dijo que era una cantante talentosa con un futuro prometedor y que quería ayudarla. “Yo aún no había comenzado mi carrera. Me sentí completamente halagada. Y anonadada. Y emocionada”, contó. “Entonces se tornó más aterrador”. “Decía cosas como: ‘Ven a mi apartamento. Cantaremos unas arias. Te asesoraré. Me encantaría escuchar lo que puedes hacer para una audición'”, dijo.
Durante los tres años siguientes, señalo, él la hizo sentir incómoda por sus muestras de afecto, rodeando su cintura con el brazo o besándola en la mejilla demasiado cerca de la boca. Conocía la clave para entrar a su camerino y lo hacía sin invitación, dijo, con lo que ella supuso que pretendía verla sin ropa.
Domingo era un asesor artístico de la Ópera de Los Ángelels en los 80 cuando alcanzó el estrellato global. La revista Newsweek lo apodó “El Rey de la Ópera” en un reportaje de 1982 y apareció en programas de televisión populares como “Sesame Street”, donde un personaje, Plácido Flamingo, fue nombrado en su honor. Su colaboración con los “Tres Tenores”, junto al difunto Luciano Pavarotti y José Carreras, produjo la grabación clásica más vendida de todos los tiempos.
En vez de ofender a Domingo y arriesgar futuros empleos, la mezzosoprano dijo que se esforzó por evitar quedarse a solas con él al tiempo que evitaba que se sintiera insultado. Pero él no captó la indirecta, dijo la cantante, y reanudó sus intentos inoportunos cada vez que volvía a Los Ángeles.
Una noche, dijo, aceptó reunirse con Domingo alrededor de las 11 de la noche “y entonces tuve todo un ataque de pánico. Me puse como loca, y dejé de contestar al teléfono. Él llenó el contestador, llamándome hasta las 3:30 de la mañana”. Dijo que no reportó su conducta porque “eso sencillamente no se hacía” y también temía que cualquier tropiezo arruinaría la carrera de ella. Cantantes y administradores “sonreían y se encogían de hombros”, dijo.
“Todos me veían corriendo para evitarlo y se reían. Así lidiaban todos con Plácido”. Una persona que trabaja entre bambalinas dijo que muchos sentían que Domingo perseguía a la mezzosoprano “de una manera que ella no quería. Todos éramos conscientes de eso”. Y un cantante y amigo dijo a la AP que recuerda que la cantante le pidió su consejo para navegar la situación. La mezzosoprano dijo que cada vez que el astro volvía a Los Ángeles tenía que prepararse psicológicamente. “Solía prepararme cuando él estaba en la ciudad, pensando, ‘¿Voy a ser su blanco o no? ¿Qué voy a decirle cuando me invite otra vez? ¿Cómo me voy a salir de esto?'”.
En 1991, dijo, “finalmente cedí y dormí con él. Se me acabaron las excusas. Fue como ‘OK, supongo que esto es lo que tengo que hacer'”. La mujer dijo que tuvo relaciones sexuales con Domingo en dos ocasiones, una en el apartamento de él en Los Ángeles y otra en el hotel Biltmore, donde él dejó el dinero en la mesilla. Dijo que el superastro mencionó su “superstición de que tenía que estar con una mujer antes de un espectáculo” para relajarse y calmar sus nervios. “Cantaré mejor, y todo será gracias a ti”, contó que él le dijo antes de dejarle los 10 dólares para el estacionamiento.
Ella cortó el contacto físico tras el segundo encuentro, una decisión que está segura le costó su carrera con la Ópera de Los Ángeles. “No tengo una pistola humeante”, dijo, pero “para alguien que llamaba y trataba de verme cada año, cada vez que estaba en la ciudad, el que nunca me haya vuelto a contactar ni contratado es bastante conveniente”. “¿Cómo decirle no a Dios?”.
Otra joven cantante en la Opera de Los Ángeles, donde Domingo había sido designado como nuevo director artístico, dijo que empezó a llamarla a su casa inmediatamente después de conocerla en un ensayo en 1988. “Decía ‘Voy a hablarte como el futuro director artístico de la compañía’ y hablaba de posibles papeles”, comentó.
“Entonces bajaba el tono de voz y decía ‘Ahora voy a hablarte como Plácido'”, y le pedía que quedara con él para beber algo, para ver una película, para ir a su apartamento para que él pudiera prepararle un desayuno. Durante una de sus frecuentes visitas al camerino de ella, Domingo admiró su ropa, se inclinó para besarla en las mejillas y colocó una mano en un lateral de su pecho, recordó. La cantante, que tenía 27 años y estaba empezando su carrera, dijo haberse sentido atrapada. “Estaba totalmente intimidada y sentí que decirle no a él sería como decirle no a Dios. ¿Cómo le dices que no a Dios?”, dijo. Las llamadas continuaron, y ella dejó de coger el teléfono. En persona le daba excusas, señaló. Estaba ocupada, estaba cansada, estaba casada. Al final, se rindió a “una sensación de catástrofe inminente”, de que “no iba a tener una carrera en la ópera si no cedía”. Dijo haber ido a su apartamento, donde practicaron “tocamientos” y “manoseos”. En los días y semanas posteriores, señaló, Domingo la llamó muchas veces. “Me sentí como una presa. Me sentí como si me estuviera cazando”, dijo.
La cantante dijo que una vez Domingo tomó el control de las decisiones de reparto en la Ópera de Los Ángeles en 2000, nunca volvió a contratarla. Otra cantante que trabajaba en Los Ángeles a mediados de la década de 2000 dijo a AP que ya conocía la reputación de Domingo cuando mostró un gran interés en su carrera, y se aseguró de tener siempre una excusa para marcharse justo después de trabajar. Sin embargo, una noche tras el ensayo la tomó por sorpresa al preguntarle si podía llevarle a casa, lo que le pareció “ridículo. ¿Por qué no iba a tener Plácido Domingo cómo llegar a casa? Pero, ¿qué iba a hacer?”.
En el auto, señaló, le puso la mano en la pierna, le dijo que estacionara cerca de su edificio y entonces “se inclinó e intentó besarme”. La invitó a subir, lo que ella evitó diciendo que tenía otros planes. Varias semanas más tarde, señaló, Domingo se le acercó una noche que sabía que tenía trabajo hasta tarde y la invitó a su apartamento para repasar un aria. Ella fue, señaló, porque “sentí que había alargado esto y le había evitado durante seis semanas, y es Plácido, y es mi jefe y me está ofreciendo trabajar conmigo en este papel”. Tras servir dos copas de vino, señaló, “se sentó en el piano de cola y sí que cantamos esa aria, y trabajamos en ella. Y me dio consejos y me hizo muchos elogios”. Pero entonces, señaló, “Cuando terminamos, se puso de pie y metió la mano en mi falda, y ahí fue cuando tuve que salir de ahí”. “Me fui a casa y estaba aterrada de volver a trabajar”, dijo.
“Estuve paralizada de terror todo ese contrato”. Desde entonces ha cantado en la Ópera Metropolitana de Nueva York, la Ópera de San Francisco y otros lugares, pero nunca ha vuelto a ser contratada para cantar en la Ópera de Los Ángeles o con Domingo. En la Ópera de Washington, donde Domingo fue director artístico y después director general durante 15 años, la mezzosoprano Patricia Wulf dijo que el astro le susurraba la misma pregunta noche tras noche. “Cada vez que bajaba del escenario, estaba entre bambalinas esperándome”, dijo. “Se pegaba a mí, todo lo cerca que podía, ponía su cara directamente junto a la mía, bajaba el tono de voz y decía, ‘Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?'”.
Ella le rechazaba, pero Domingo no cesaba en sus proposiciones, señaló. Llegó un momento, dijo Wulf, en el que intentaba esconderse de él tras un pilar. También se escondía en su camerino y asomaba la cabeza para asegurarse de que no estaba en el pasillo para marcharse. “En cuando te apartas y sales, piensas ‘¿Acabo de arruinar mi carrera?’ y así fue durante toda la producción”. Una bailarina que trabajó con el astro en varias ciudades dijo que de forma intermitente durante aproximadamente diez años en la década de 1990, recibió llamadas insinuantes de Domingo, que dejaba explícitos mensaje que ella escuchaba perpleja con su marido. Domingo le pedía que quedara con él en lugares como su habitación de hotel. Ella dijo que solo se reunió con él para comer, siempre planteado como una comida de trabajo.
Sin embargo, señaló, las manos de Domingo acaban en su rodilla, o la tomaba de la mano, o la besaba en la mejilla de una forma que la hacía sentir incómoda. La bailarina dijo que solía comentar el tema con su esposo, preguntándose: “¿Entiende el riesgo en el que me pone, que podría arruinar mi matrimonio, arruinar mi trabajo?”. “Cuando trabajas para el hombre más poderoso en la ópera, intentas seguirle el juego”, dijo.
Una tarde, cuando trabajaban juntos en la Ópera de Washington, Domingo le pidió que comiera con él en el restaurante de su hotel para hablar de trabajo, señaló. Al terminar la comida, dijo que tenía que pasar por su habitación antes de que fueran caminando al ensayo. “Me llevó a su habitación, se suponía que para coger sus cosas, y me invitó a entrar”, dijo. “Y empezó a abrazarme y besarme”. Ella dijo que le apartó e insistió en que tenía que llegar al ensayo. “Cuando estuvo claro que no iba a acostarme con él, simplemente me acompañó al ascensor y volvió a su habitación”, dijo. “Se abrieron las puertas del ascensor y me derrumbé. Simplemente me quedé en el suelo del ascensor, sudando sin parar”.
Un exadministrador de ópera dijo haber sabido durante años que Domingo estaba “persiguiendo constantemente” a la bailarina. Y un director amigo de la artista dijo que recordaba cómo después de “decirle no a Domingo, se vio apartada durante varios años”. Tras el incidente en el hotel, la bailarina dijo que no trabajó con el astro en varios años. “Hubo años en los que estaba destrozada por eso y asustada de que no volverían a contratarme”, dijo la bailarina. Al final, señaló, “volví a tener su visto bueno”. “Lo que hizo está mal”, dijo. “Utilizó su poder, acechó a mujeres, puso a mujeres en posiciones vulnerables. Hay gente que se ha quedado fuera del negocio y se ha visto expulsada solo por someterse o no someterse a él”.
Plácido Domingo responde
Domingo no respondió a preguntas detalladas de AP sobre incidentes concretos, pero emitió un comunicado en respuesta.
“Las acusaciones de estas personas no identificadas, que se remontan hasta 30 años, son profundamente preocupantes, e inexactas tal como se describen (…) Aun así, es doloroso saber que puedo haber molestado a alguien o haberles hecho sentir incómodas, sin importar cuánto tiempo haya pasado y pese a mis mejores intenciones. Yo creía que todas mis interacciones y relaciones fueron siempre bienvenidas y consensuadas. La gente que me conoce o ha trabajado conmigo sabe que no soy alguien que dañe, ofenda o avergüence a nadie a propósito”, añadió.
“Sin embargo, reconozco que las normas y estándares por los que se nos mide hoy, como debe ser, son muy diferentes de lo que eran en el pasado. He tenido la bendición y el privilegio de haber tenido una carrera de más de 50 años en la ópera y me atendré a los estándares más altos”, finalizó.
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