Por Alejandra Jara
Antes de que el avión aterrizara en Jeddah, la segunda ciudad más grande de Arabia Saudita, la psicóloga Fernanda Arancibia (31) se cubrió con una túnica negra que la tapó desde el cuello hasta los pies.
Desde que se mudó al país, en octubre del año pasado, la abaya se convirtió en su segunda piel. La prohibición de mostrar su cuerpo en público es una de las restricciones más visibles que rigen sobre las mujeres en este país de Medio Oriente, en el que hasta hace apenas unos meses ni siquiera existía el derecho a voto femenino.
Apenas pisó suelo saudí, esta chilena experimentó otra de las prohibiciones que rigen solo sobre ellas: no pueden manejar.
Cada vez que sale, Fernanda se sube en la parte trasera del auto junto a su hijo Franco y se preocupa de sujetar su sillita, mientras su marido, el futbolista Carlos Villanueva, se las arregla para manejar en una ciudad donde los conductores doblan en tercera y cuarta fila o simplemente manejan contra el tránsito.
Pero al llegar a su compound la vida se vuelve más amigable. Dentro de los muros de estos lujosos condominios donde solo viven extranjeros, las mujeres pueden vestir como quieran, hacer deporte al aire libre, tomar clases de baile, asistir a fiestas, andar en bikini y compartir libremente con hombres que no sean de su familia.
Aquí tampoco entra la policía religiosa a controlar que las conductas de hombres y mujeres se apegue a la estricta interpretación que realizan de la sharía, o ley islámica.
“No ha sido fácil adaptarme. Toda mi vida tengo que hacerla dentro de estas mini ciudades porque sola no puedo salir. Entonces de ser una mujer trabajadora e independiente pasé a depender completamente de mi marido para cualquier actividad cotidiana como, por ejemplo, ir al supermercado”, cuenta Fernanda desde Jeddah.
En Arabia Saudita todos los lugares públicos cuentan con divisiones: hay un sector para las familias y mujeres que salen en grupo y otro para los hombres solteros. Además, las mujeres, según lo que ha podido ver Fernanda en estos meses, tienen escasas oportunidades laborales. “Están destinadas a esta en la casa criando a los hijos”, relata.
La aventura de este matrimonio por Medio Oriente partió hace seis años cuando se mudaron a Dubai porque su marido se integró a un equipo de fútbol. Pero Fernanda se adaptó rápidamente. “Dubai era muy cosmopolita. Al principio yo trabajé en ProChile y luego instalé mi consulta particular. Nuestra vida era muy normal”, relata la profesional.
Pero cuando su marido firmó por el “Al Ittihad”, Fernanda comenzó a prepararse para cumplir con todas las exigencias del reino que se convertiría en su nuevo hogar. “Nosotros somos extranjeros y ellos nos están dando trabajo así que tratamos de ser lo más respetuosos posibles y adaptarnos a su cultura”, aclara la chilena.
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Durante las mañanas Fernanda aprovecha de salir del condominio antes de que empiece el entrenamiento de Carlos. Van comer, o recorren el centro histórico de Jeddah que en 2014 fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco.
Mientras camina por sus laberintos y sus grandes edificaciones, la chilena carga a Franco en brazos y sonríe para las fotos que luego sube a Instagram, siempre cubierta por su abaya. En su caso no tiene la obligación de llevar velo, pero esta flexibilización de las normas solo aplica para esta ciudad.
Sus túnicas tienen discretos colores. Las compró en Dubai, ciudad que según ella misma relata, representa un espacio de libertad, por ejemplo, para las mujeres iraníes que llegan a vivir y donde por primera vez pueden sacarse el velo en público. Esa situación le tocó verla en varias oportunidades.
Hoy vive lo contrario. “Es fuerte verme rodeada de tantas restricciones que afectan mi vida cotidiana. Pero pese a eso me he dado cuenta lo afortunada que he sido. Libremente decidí qué estudiar, cuándo ser madre, cuántos hijos tener y he contado siempre con todo el apoyo de mi marido y mi familia”, asegura .
Para la chilena esta es una de las principales enseñanzas de vida que le ha dejado su paso por Arabia Saudita. “Soy consciente de que en mi país nos falta mucho todavía en materia de igualdad de derechos, pero las mujeres podemos levantar la voz para reclamar y así se han logrado cambios. Yo me siento feminista, así me criaron mis padres y me parece extraordinario cómo se han ido abriendo las mentes frente a estos temas”, relata Fernanda.
Y agrega: “Lo comparo con la realidad de acá y veo que las mujeres somos ciudadanas de segunda clase donde el hombre tiene el poder absoluto (…) En Chile, aunque aún tenemos muchos temas pendientes, si podemos expresarnos libremente, estudiar, trabajar y desempeñarnos en lo que queramos”.
Hasta el momento, el matrimonio tiene contemplado quedarse en Arabia Saudita hasta mayo. Fernanda, cree que los cambios se van a seguir dando de a poco en el país. En los meses que lleva en Jeddah ha visto cómo las familias más adineradas son mucho más flexibles respecto a la vestimenta y los comportamientos, al menos dentro de sus mansiones donde las mujeres también toman el sol en bikini, un impensado para la clase media que sólo puede acceder a departamentos.
“Espero que en el futuro todas las mujeres puedan desarrollarse plenamente. Ya se ven algunos cambios y al menos Jeddah es una ciudad un poco más abierta”, reflexiona Fernanda.
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