Este mes de mayo se cumplen 15 años desde la promulgación de la nueva ley de divorcio. Un trámite de nueve años en el Congreso, siendo Chile uno de los últimos países en regularlo.
Matrimonios y divorcios conviven juntos en nuestra sociedad. Al hito que implica el vínculo con otra persona, en no pocas ocasiones lo sigue de cerca el quiebre de la relación. Y mientras el primero habla de amor y bienestar, el segundo significa una ruptura relacionada al desencuentro de la pareja.
Las estadísticas muestran que, en Chile, de cuatro matrimonios, tres terminan en un divorcio. En la última década la cantidad de separaciones de parejas casadas con cinco años o menos de matrimonio creció en casi un 50%, y aumentó también la cantidad de separaciones en parejas con 20 años o más.
En general la separación se produce entre los 5 y 12 años de la vida en común, momento en que los hijos están en plena época de crianza y que es el principal motivo que utilizan las parejas para postergar la decisión de romper la relación conyugal.
Es importante tener en cuenta que al existir un divorcio la familia se complejiza, pero no se destruye. De esta manera vemos cómo ha evolucionado el significado social que hoy le damos al divorcio, no le asignamos la responsabilidad de todos los males y existe una mayor preocupación por proteger efectivamente a los hijos y/o hijas.
Sin embargo, es un proceso difícil y doloroso. Además, existen cambios inevitables como aspectos económicos y de estilos de vida. Y a la hora de realizar el trámite legal, entran en juego la tuición de los hijos, compensaciones económicas, la disolución de la sociedad conyugal y demandas por pensión alimenticia.
En este contexto, un divorcio o una separación sana no pasan por no sentir rabia, pena, miedo, etc. O no tener discusiones, sino por la decisión de actuar en esta etapa manejando los sentimientos normales de una manera emocionalmente inteligente. Esto permite focalizarse en el panorama general de la situación y buscar cerrar el ciclo dañándose lo menos posible.
Existe un gran porcentaje de personas que logran divorcios sanos, y si bien un gran porcentaje lo logra de manera natural sin necesitar ayuda de terceros, existe casi un 44% de que permanecen en conflicto por períodos prolongados que van más allá de 3 años.
Por lo mismo, es una situación de vida que se beneficia de ser abordada profesionalmente de manera integral, con las herramientas que nos entregan las disciplinas como el derecho y la psicología de familia, así como los conocimientos de las finanzas personales. Pues las separaciones sanas pueden ser posibles, abordando el problema de manera global y correcta.
Para un divorcio sano siempre es bueno tener un tiempo prudente para pensar y decidir, y así poder negociar lo que es justo para todos. En caso de que existan hijos, es importante tener claro que el sufrimiento tuyo o de tu pareja también significa un daño para ellos.
Es sano sentir rabia, ya que es parte del proceso. La idea es lograr equilibrar estos sentimientos negativos, pero siempre enfocándose en que el objetivo es tener un futuro mejor.
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