[Opinión] No sin nosotras

"Las mujeres debemos estar representadas de forma paritaria porque somos la mitad de la población".

Claudia Sarmiento RamírezAbogada, Profesora en las Universidades Alberto Hurtado y Adolfo Ibáñez. Socia del estudio de abogadas de Sarmiento y Walker.

Por Biut

Nuestro país está viviendo un momento único en su historia. Nunca antes hemos tenido, como ciudadanía, la posibilidad de decidir cuál será la constitución que rija nuestra vida común. En este contexto han surgido voces que han reivindicado que en este proceso constituyente hombres y mujeres participemos en igual proporción en las listas de quienes postulen a la Convención Constituyente o la Convención Constituyente Mixta. Adicionalmente, algunas esperamos que esta paridad no solo esté presente en las listas de candidatos y candidatas, sino también en quienes resulten electos.

Cuando digo que creo en la paridad, tanto en las listas de candidatos y en la integración de la Convención Constituyente o la Convención Constituyente Mixta, muchas personas se sorprenden o incluso se molestan. Cuando eso pasa, les pregunto qué creen que pasaría si no hubiera mujeres participando en el proceso constituyente, o qué piensan de que la mitad de la población esté dramáticamente sub representada.

Imagen: Gentileza Freepik.com

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Como pueden darse cuenta, estas preguntas apuntan a dos dimensiones del debate. La primera guarda relación con la justificación de por qué las mujeres debemos estar representadas en forma paritaria, y la otra acerca de qué contenido debe tener la constitución política que de cuenta de las necesidades, anhelos y perspectivas de las mujeres. Revisémoslas.

Las mujeres debemos estar representadas de forma paritaria porque somos la mitad de la población. En el proceso constituyente se adoptarán decisiones que nos afecten a todos y todas y resulta más que razonable que las mujeres seamos parte de éste.

A ratos y, en contra de esta perspectiva, se indica que en los órganos de representación deben llegar los mejores y que da igual si son mujeres u hombres. Pero sin lugar a dudas hay mujeres calificadas y ellas, estadísticamente, no llegan a los puestos de poder. Entonces, es determinante que corrijamos los sesgos que impiden que las mujeres accedan al poder. La paridad es una herramienta útil para estos efectos. La representación política no puede convertirse en una quimera para las mujeres. Nuestras voces, tan diversas como nosotras, merecen llegar a este espacio.

La segunda dimensión es la más compleja de resolver. Las mujeres somos diversas y no tenemos una única forma de ver la vida ni de pararnos frente a ellas.

Hay mujeres pobres, adineradas, que profesan un credo y otras que no, que tienen hijos, que no los tienen, de derecha, de izquierda, con alguna discapacidad, que han sufrido violencia, jóvenes, ancianas, migrantes, en fin, tantos elementos identitarios y condiciones de vida, como puede tenerlo la mitad de la población. No obstante, hay un factor común que nos une: todas, en mayor o menor medida, hemos sufrido algún grado de discriminación. Esa experiencia hace que este momento, el constituyente, nos obligue a pensar qué estructuras debieran adoptarse para propender a la superación de esta situación, que desde el feminismo llamamos patriarcado.

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Una constitución define, en términos generales, la forma en la que se organiza y reproduce el poder, y los derechos fundamentales de las personas. Es decir, la forma del sistema político -presidencialista, semipresidencialista, parlamentario-, la distribución territorial -unitario, federado-, y los derechos humanos, entre otras materias.

Una constitución que se haga cargo de, al menos, la superación de la discriminación que vivimos las mujeres es una que nos debe acercar el poder a través de mecanismos claros que efectivamente nos permita llegar. Otro elemento insoslayable es contar con un conjunto de derechos que consideren la realidad de las mujeres, por ejemplo, garantizando un derecho a la salud que reconozca su autonomía sexual y reproductiva, un derecho a la integridad que integre nuestro derecho a una vida libre de violencia y un derecho a la educación libre de patrones estereotipados, entre otras. Las mujeres no tenemos derechos diferenciados, pero vivimos realidades únicas que requieren que éstos sean comprendidos de cara esta realidad.

¿Es posible que estas dimensiones acerca de las necesidades y anhelos de las mujeres queden plasmados en la constitución si no participamos en ella? Me atrevo a vaticinar que no lo estarán. La presencia de mujeres no garantiza que exista una mirada anclada en la igualdad y que ponga especial atención en nuestros derechos. Pero es claro que nuestra ausencia con certeza empuja nuestra perspectiva e inteligencia a los márgenes de la representación de qué será prioritario y cuáles serán los discursos hegemónicos.

La sostenibilidad de nuestro país pasa por alcanzar mayores grados de igualdad que doten a nuestras instituciones de legitimidad. Hoy más que nunca, las mujeres somos claves y ningún proceso debe prescindir de nosotras.

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