Desde chicas imitábamos a nuestras madres, poniéndonos su ropa y zapatos. Sin embargo, durante la adolescencia, nuestra rebeldía y ganas de independencia nos hicieron desafiarlas constantemente, por lo que juramos que jamás seríamos como ellas.
No obstante, siempre hay un minuto en la vida en que nos encontramos repitiendo algunas de sus frases o actuando con una preocupación desmezurada que antes no entendíamos. Ese es el minuto en que nos damos cuenta con horror que sí, nos estamos convirtiendo en nuestras madres.
Riéndose de esto, el Huffington Post recopiló algunas de las frases y actitudes que dan cuenta de este hecho en varias de sus lectoras, las que te mostramos a continuación.
1. Te pones a hablar con gente desconocida
Te cargaba que tu mamá hablara con todo el mundo, pero resulta que ahora tú también lo haces. ¿O me vas a decir que no te has puesto nunca a conversar con gente desconocida en la cola del supermercado, del banco o en la micro?
Según una encuesta de la empresa de tarjetas Hallmark en Reino Unido, estos sucede mayormente después de los 30 años. Así que, no te extrañes si estás en las tres décadas y te poner más conversadora.
2. Usas frases que odiabas que te dijera
Desde el clásico “te lo dije” cuando te equivocas en algo hasta “algún día me lo agradecerás”, “ponte un chaleco que hace frío” o “llámame cuando llegues”.
Todas estas frases que alguna vez odiaste, ahora las repites con frecuencia a tu novio, tus amigas, tus hijos e incluso a tu misma mamá.
3. Corriges a los demás, igualito a ella
Ya sea a tu pololo o a tus hijos. De repente te escuchas diciendo “camina con la espalda derecha” o “esa falda está muy corta”.
Nos ponemos igual de criticonas, una actitud que odiábamos cuando éramos más pequeñas. “Debemos aprender a separarnos de nuestras mamás y al mismo tiempo identificarnos con ellas. A pesar de la dificultad de este proceso, tenemos la oportunidad de cambiar lo negativo y conservar lo mejor de ellas”, explica la psicoanalista Nancy Chodorow en su libro Reproduction of Motherhood, que el sitio estadounidense cita en su nota.
4. No sólo suenas como ella, también te vistes cómo ella
No quieres reconocerlo. Pero de pronto te ves vestida muy parecida a tu mamá. “Empecé a salir a todas partes en jeans y zapatillas deportivas blancas y ni siquiera me importaba”, contó Liz Alterman, una de las lectoras del Huffington Post, refiriéndose a cómo empezó a parecerse a su madre.
Así que ojo. Si de pronto cambias los tacos por zapatos más cómodos, o dejas de llevar mochila para buscar una cartera más grande, donde se te pierden todas las cosas, puede que estés más parecida a tu madre de lo que creías.
Algo que no debería incomodarte ya que, fuera de las bromas y de las conductas excesivamente aprensivas que uno adopta, reconocer las cosas positivas de tu mamá en ti, y también las negativas, puede ser un buen paso para quedarte con lo mejor de lo que ella te enseñó.
Cinco frases que una mujer soltera no quiere escuchar – Biut.cl
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