[Opinión] La deuda de los gobiernos con los derechos de las mujeres que viven en Chile

"El ingreso al mundo laboral no hace real la promesa de emancipación, sino que aumenta nuestra precarización con doble o triple explotación".

Patricia Loredovocera Coordinadora 8M, perteneciente al Colectivo Sin Fronteras, que lleva más de 20 años de activismo por los derechos de personas migrantes y refugiadas en Chile.

Por Biut

En una nueva conmemoración del Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras nace la Coordinadora 8 de Marzo, espacio de unión entre mujeres trabajadoras, estudiantes, migrantes, pobladoras, mapuches, quienes a la base a consensos políticos ponen el acento en la deuda que tienen los políticos. Los mismos que no se han comprometido con los cambios necesarios para enfrentar la precarización de la vida que mujeres y niñas viven en Chile y que creemos se va a profundizar con un nuevo gobierno.

En el Chile actual, las distintas formas de dominación mantiene el trabajo doméstico y los cuidados familiares sobre los hombros de las mujeres, sin reconocimiento y de manera gratuita, sumando al menos tres horas más de trabajo al que desarrollan los hombres. Si son jefas de hogar, ellas deben desarrollar trabajos informales para sobrellevar el trabajo de cuidados familiares o suplir los bajos salarios.

Las distintas formas de dominación mantiene el trabajo doméstico y los cuidados familiares sobre los hombros de las mujeres

El ingreso al mundo laboral no hace real la promesa de emancipación, sino que aumenta nuestra precarización con doble o triple explotación: los sueldos y pensiones de las mujeres es en promedio un tercio más bajo que el de un hombre.

Las mujeres del pueblo mapuche históricamente han debido enfrentarse a la pérdida de sus territorios ancestrales y recursos naturales, los que han pasado a manos de las empresas extractivistas, con complicidad del Estado, llenando los bolsillos a costas del destierro.

Violencia racista que también se impone sobre gran parte de las mujeres migrantes (52,6% del total de migrantes), forzadas a dejar sus países de origen para buscar el sustento de sus familias realizando trabajos más precarizados, en un país que carece de una ley migratoria con perspectiva de derechos humanos y que está lleno de segregaciones y abusos de poder, que tienen desenlaces fatídicos como la muerte de Joane Florvil y tantas otras quienes aún no encuentran justicia.

El ingreso al mundo laboral no hace real la promesa de emancipación, sino que aumenta nuestra precarización con doble o triple explotación

Luchas importantes vienen dando mujeres pobladoras a quienes se les niega el acceso a una vivienda digna, donde sucesivos gobiernos han permitido al mercado inmobiliario expulsar a las familias con escándalos de lucro detrás. Diversas identidades de género y orientaciones sexuales conviven en nuestras sociedades, pero quienes escapan a la heteronormatividad reciben violencias graves, en particular la comunidad trans, que tiene una media de vida de 35 años producto, en gran parte, de la violencia callejera y los suicidios.

En este marco, es necesario un movimiento feminista que construya desde el sur, desde nuestras comunidades, territorios y pueblos. Un movimiento que cuestione la herencia que reproduce el racismo y el capitalismo deshumanizante. Hoy es clave fortalecer nuestro compromiso con los movimientos sociales y organizaciones que se planteen desde esta vereda. Este 8 de marzo es más urgente que nunca hacer propio el llamado fuerte y claro de movilizarse unidas ¡Contra la precarización de la vida!

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