Es marzo y todos regresan de sus vacaciones. Nunca falta la persona que tiene una historia que contar, a veces esa persona es una misma. Ese chico que conociste en la playa, o ese primer beso. ¿Fue sólo un amor de verano?
En verano estamos más bronceados y más activos. Pasamos más tiempo fuera de nuestras casas, y vamos a lugares distintos a los que estamos durante el año. Entonces, se hace propicio conocer gente nueva, distinta a lo que estamos acostumbradas. Algunos incluso pueden encontrar un romance entre los bloqueadores y los quitasoles.
Es ese chico que llegó con tus primos, o que ocupaba el puesto cerca de tus amigas en la playa. En la noche salen a bailar todos en grupo, pero de a poco se empiezan a alejar, hasta que estás bailando sólo con él. Es también al que le das ese primer beso de verano, y el que te compra una pulsera en la feria de artesanía.
Lo lindo de esos amores de verano, es que sabes que terminan, por lo que los vives al máximo, con toda la inocencia de un adolescente cuando eres chica, o con toda una pasión renovada cuando eres adulto.
Quizás vuelven juntos a la cabaña, o se escapan a algún lugar escondido, donde sólo ustedes dos saben dónde están. Y se miran como si ambos creyeran que esto es para siempre, pese a que saben que todo tendrá un final. Es como un paréntesis de la rutina.
Y es que se va a acabar, y en un par de semanas está condenado a convertirse en esa historia que le vas a contar a tus amigas cuando las vuelvas a ver, en medio de suspiros, pulseras de feria de artesanía, secretos e ilusión.
Porque quizás, quien sabe, el año que viene todo se repita. Quizás con él, o quizás con un nuevo amor que comienza en enero y caduca en marzo. También pueden ser más. Porque el verano puede tener distintos destinos, acompañados de distintos amores.
Entonces ¿qué son estos amores de verano? Y si son simplemente enamoramientos, locuras estacionales, ¿por qué nos acordamos de ellos?
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