Crecí en Estados Unidos no porque quería. Nací un mes después del golpe militar y debido a la situación deplorable que se vivía en el país en esa época, mis papás tomaron la decisión de migrar como miles de chilenos y chilenas que no pudieron seguir viviendo en dictadura. Vivir allá fue una experiencia que no cambiaría por nada del mundo, pese a que amo Chile y todo lo que tiene que ver con mis raíces mestizas y sangre indígena. Me motiva que acá tenemos mucho trabajo que hacer en materia de derechos humanos y lo estamos realizando de manera perseverante, con altura de miras y con mucho compromiso.
Mi identidad sexual, es una parte vital y esencial de cómo soy madre de Gabriela, y de como soy compañera y cómplice de vida de Claudia.
De esos años de adolescencia, recuerdo que soñaba con ser madre y con ser independiente a la vez. Nunca quise depender de un hombre para lograr ser madre. La verdad es que no fue difícil concretar el deseo de la maternidad siendo lesbiana. Soy una persona muy espiritualmente conectada con la naturaleza, con las leyes universales y comprendo que mi cuerpo es mi templo y que esta experiencia que estoy viviendo es mi alma experimentando una vida humana. Sé, y estoy segura, que ser lesbiana ha sido una experiencia más que me ha brindado esta vida.
A muy temprana edad tenía planificado cómo sería mi proyecto de vida con un ser luminoso y majestuoso que tomó forma y nombre: Gabriela Andrea. Ella, que concebí en Estados Unidos, ha sido lo más maravilloso que me ha otorgado esta aventura que comúnmente llamamos “la vida”. Con cada paso que he tomado con ella y con Claudia, mi compañera de vida, sé que estamos gozando de un privilegio que ninguna palabra puede hacerle justicia, que es el amor incondicional que nos mueve y que nos hace quienes somos. Mi orientación sexual, o mejor dicho, mi identidad sexual, es una parte vital y esencial de cómo soy madre de Gabriela, y de como soy compañera y cómplice de vida de Claudia.
Mamá por dos
A Claudia, mi pareja, la conocí en una fiesta, bailando. La vi de lejos y lo primero que me encantó fueron sus ojos, su sonrisa, su aura. Me acerqué a ella bailando y nuestra conexión fue enorme, fue hermosa y desde el momento en que nos conocimos, supimos que eramos almas gemelas. Fue un flechazo muy fuerte, algo que nunca antes había sentido.
Ella siempre ha demostrado con orgullo que es hija de dos mamás. Jamás lo escondió.
A Gabriela le explicamos que tenía dos mamás de la misma manera en que cuando nacemos nuestros padres se hacen la idea de que son nuestros padres y que nosotros somos sus hijos. La conexión que nació entre Gabriela y Claudia desde el inicio se dio de manera natural sin cuestionamientos por ninguna de las tres. El amor se dio, al igual que la confianza y el respeto incondicional. Es algo más grande que el razonamiento calculador que se establece como correcto.
En un principio nos asustó el recibimiento que tendría Gabriela y su entorno al presentarle a una mujer como madre. Pero nos dimos cuenta rápidamente que eran temores infundados. La comunidad educativa ha sido muy respetuosa, cariñosa y apañadora con nosotras, en especial con la Gabriela, ya que ella siempre ha demostrado con orgullo que es hija de dos mamás. Jamás lo escondió y ha sido increíble como eso generó espacios seguros para sus compañeras. No hay una discriminación arbitraria en su curso, no existe ese típico bullying por ser diferente. Eso es positivo y si bien como cualquier colegio pueden existir altos y bajos, no lo hay con respecto a la vida que vive Gabriela en su espacio educativo.
Estamos demandando al Estado chileno, porque no puede ser que el poder judicial vulnere el interés superior de nuestra hija y de ningún hijo e hija de madres y padres del mismo género.
Este camino no ha sido fácil, porque el Estado no nos apoya. El 26 de marzo de 2015 entablamos una demanda de manera voluntaria por el reconocimiento del vínculo materno-filial entre Gabriela Andrea y Claudia Calderón, su mamá de crianza. El tribunal de familia rechazó nuestra petición y escalamos la demanda a la Corte de Apelaciones donde también nos cerraron las puertas. Finalmente, llegamos a la Corte Suprema pero lamentablemente perdimos la mera posibilidad de ser escuchadas como familia, ya que con 3 votos en contra y 2 votos a favor, la Corte Suprema también le niega la posibilidad a que nuestra hija sea reconocida por su mamá.
Por lo mismo, escalamos nuestra demanda a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Estamos demandando al Estado chileno, porque no puede ser que el poder judicial vulnere el interés superior de nuestra hija y de ningún hijo e hija de madres y padres del mismo género.
Día de la Madre
Recuerdo el primer día de la madre que pasamos juntas con Claudia y Gabriela. Se dio naturalmente. Hicimos algo muy tranquilo, disfrutamos nuestro día al aire libre y jugamos en un parque. Gabita hace de costumbre regalarnos cositas hechas por ella y no sólo en el día de las madres, sino que de manera regular; nos dibuja cosas, nos hace galletitas que dicen nuestros nombres con corazones y nos celebra siempre.
Lo que hemos hecho nosotras, debemos definirlo como una corresponsabilidad maternal que ambas mujeres lesbianas y orgullosas madres de Gabriela, le debemos a nuestra hija.
Las conclusiones que sacamos sobre este proceso de maternidad, es que si no fuera por nuestros valores y principios que nacen desde el respeto y el amor que sentimos por nuestra hija, creo que no seríamos las mismas.
Más allá que definirlo como una “salida del closet”; lo que hemos hecho nosotras, debemos definirlo como una corresponsabilidad maternal que ambas mujeres lesbianas y orgullosas madres de Gabriela, le debemos a nuestra hija. No se trata de una simple salida del clóset, se trata de vivir libremente nuestra dignidad humana y que nuestra hija tenga la libertad de gozar de su dignidad como cualquier hija, hijo o hije en este país; sea de una familia con dos mamás, dos papás o una mamá y un papá. Familia es familia y no hay opinión que esté por sobre los derechos de nuestros niños y niñas.
Día de la Madre: El relato de un hijo cuando ella ya no está – Biut.cl
Mi mamá siempre fue la diferente de la familia. Era la que daba ese toque de histeria y alegría. La desordenada. La regalona de mi abuelo y autodenominada oveja negra. Yo diría más bien la oveja ultra rubia, ya que era la más rubia entre sus hermanos. De una familia de esfuerzo.
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