En la víspera de las elecciones presidenciales de Chile, hay un sinnúmero de interrogantes sobre materias trascendentales, que aún permanecen inconclusas o inciertas.
El tema mujer es uno de ellos. La primera bofetada que recibimos en esta temporada de casi enrabiada competencia, muy evidentemente reafirmando que la relevancia de los asuntos que involucran a un gran porcentaje de la población: mujeres, se mantiene episódica. O, más preocupante aún; la mayoría de los candidatos no posee entendimiento ni interés a circunscribir, efectivamente, mejorías para nosotras.
Recordemos que en Octubre de este año, en la sede del ex congreso nacional, solamente dos candidatos se presentaron al debate “Mujeres”. No, no fueron las únicas mujeres de esta carrera, sino una de ellas: Beatriz Sánchez (FA). También presente, estuvo Marco Enríquez Ominami (PRO). Solo ellos, a modo de únicos sobrevivientes de alguna catástrofe apocalíptica, caída exclusivamente sobre los “atletas” del triatlón presidencial, identificando la envergadura de nuestros asuntos.
La mayoría de los candidatos no posee entendimiento ni interés a circunscribir, efectivamente, mejorías para nosotras.
Ambos candidatos respetuosamente evidenciando que, para ellos, la mujer y nuestros derechos, no son un tema opcional y prescindible.
Decepcionante resulta que un tema vital para el desarrollo productivo de Chile; la realidad de la mujer en el país, pareciera ser nada más que un conveniente panfleto para desplegar con entusiasmo, aunque fugazmente, mientras se hace campaña.
Este es un mensaje tácito que conocemos de memoria: solo importamos cuando es útil que así sea.
Apoyar la lucha de la mujer debe ser irrefutable e inamovible en agendas y procesos gubernamentales, no un “bonus track”.
Dentro de los argumentos, Beatriz Sánchez habló de la necesidad de “transversalizar la posición”, dándonos acceso a todos los espacios. También menciona la inutilidad de las “leyes muertas”: aquellas que no trascienden la teoría y, lamentablemente, resultan desalentadoras por su nula, o sutil práctica. Cabe destacar el mea culpa de Enríquez-Ominani, definiéndose como “alguien que ha cometido errores y quiere aprender”, con respecto a programas de género. Una mujer exponiendo desafíos que necesitan ser tratados urgentemente y un hombre reconociendo que para repararlos, es necesario aprender de quienes somos afectadas directamente.
Un par de instancias para expresar propuestas de gobierno sobre la mujer, o de instruirse sobre lo que esperamos en respuesta a nuestro, aún nefasto, emplazamiento, no son suficientes. Mejorar nuestra situación debe ser un trabajo continuo, al cual todos quienes profesan capacidad de mando, deberían unirse. Aún así, el resto de los candidatos estimó innecesario hacerse presente.
Apoyar la lucha de la mujer debe ser irrefutable e inamovible en agendas y procesos gubernamentales, no un “bonus track”.
No puede existir un gobierno de y para todos, sin implementar una perspectiva de género.
El poco entendimiento sobre esto, demuestra que aquellos candidatos ausentes, acarrean ideas de género cuyos valores resuenan en lo tradicionalista, en el “así se ha hecho siempre”, implícitamente demostrando que sus gobiernos no nos otorgarían cambios reales y es innegable que Chile ya está cansado de lo mismo con diferentes apellidos. Estos políticos, demuestran certeza en que la relación patriarca-política permanecerá inalterada, porque los intereses prioritarios son aquellos que resultan más atractivos para el votante general, olvidan que este ya no pertenece solo a un sexo. Les resultamos invisibles.
La situación política del país y, entre otros puntos, la realidad de la mujer en Chile, exigen la transformación de los objetivos de quienes lideran. Las mujeres no solo queremos, sino necesitamos cambios que no existan a modo de fruta de estación, sino como una relación cohesiva entre promesa y ejecución, en incesante producción.
En un momento clave para bosquejar el futuro de Chile (donde también habitan mujeres), el levantamiento de tópicos feministas parece asustar a la mayoría de los candidatos. Proclamarse feminista, o apoyar asuntos femeninos, es casi un acto terrorista. La gran parte de ellos, así como quienes ya cuentan con puestos claves, temen aventurarse demasiado profundo en cualquier tema que pudiese señalarle como “aliado” de nuestra causa. En vez de educar y desestigmatizar lo manoseado y tergiversado de estas lamentables interpretaciones (que parecen propagarse con más rapidez que lo fehaciente), optan por la comodidad de la omisión o su atención es ligera, perpetuando nuestra marginalización en estructuras de poder.
La gran parte de ellos, así como quienes ya cuentan con puestos claves, temen aventurarse demasiado profundo en cualquier tema que pudiese señalarle como “aliado” de nuestra causa.
En esta atmósfera de shopping centers ambulantes, donde las aspiraciones políticas proliferan ofreciendo mercancías intangibles, con pancartas y gigantografías, enmarcadas con más madera de la que cuentan algunas mediaguas, no perdamos de vista que el trabajo debe hacerse aún cuando no se alcance La Moneda como destino final, porque las necesidades de un pueblo son reales todos los días del año.
No puede existir un gobierno de y para todos, sin implementar una perspectiva de género. No se aprende de nosotras sin participación en instancias en las cuales podamos expresar donde se nos está, todavía, fallando.
Cuando vote, piense a quien le importamos. Saque usted la cuenta, porque aunque es verdad que tenemos muchos súper-poderes, la invisibilidad social no debería ser uno de ellos.
COMENTAR