AMPARO PHILLIPS: Un sueño hecho realidad
Un día una amiga le pregunto a Amparo Phillips cuál era su sueño. “Ser ilustradora”, le respondió ella, y continuaron: “Y por qué no has hecho nada para lograrlo”. Y Amparo quedó muda. Pronto su amiga la obligó a tomar un taller con Alberto Montt y Francisco Javier Olea y así comenzó todo. Las posibilidades eran dos: o abortaba la misión de una vez o entraba de lleno a trabajar en ilustración. Dos años y medio han pasado de aquello, y hoy Amparo Phillips divide su semana entre las clases que dicta en Santiago y Viña del Mar, el colectivo Monos con Pincel (www.monosconpincel.com), y su participación dentro del staff de la galería Plop!
Cuenta que desde niña le gustaron las artes plásticas. Pero fue mientras estudiaba diseño gráfico en la Universidad Diego Portales cuando notó sus Aptitudes para el dibujo. “Era mala para la fotografía y le tenía terror al computador, así que hacía todo a mano y siempre recibía buenos comentarios”, Cuenta.
Hoy no ha dejado el diseño completamente de lado, pero es la ilustración la que acapara un gran porcentaje de su rutina profesional. Es que todo la inspira a crear, y sus emociones están ahí, en las situaciones que recrea. Cuestionamientos personales que a través de sus ilustraciones transmite a un público que, por lo que ella ha notado, se identifica con sus trabajos; estos son también una revelación al sistema, una especie de queja al consumismo, al estrés imperante “pero con un toque infantil, claro”, explica Amparo.
ISABEL HOJAS: Personajes reales
Poco a poco la ilustración fue colonizando el 100% del tiempo de esta profesional. Su cercanía a la lectura desde niña la llevó a ponerse una meta: ser ilustradora. Y la logró con creces. Estudió arte en la Universidad Católica en una época en que querer dedicarse a esta forma artística no era lo mejor del mundo, así que por un buen tiempo dejó sus deseos de lado y, tal como ella dice, “navegó en otras aguas del arte”. En un momento se dedicó a hacer xilografías, de manera que cuando poco a poco fue entrando al género ilustrativo tuvo que reaprender a usar colores. De ahí en adelante no se separó más ni de los libros infantiles ni de sus ‘monos’, como llama a los personajes que retrata.
Hoy tiene su taller en una de las piezas de su departamento. Un lugar con un mesón de madera que hace las veces de escritorio, y que pasa repleto de lápices, hojas, dibujos, pruebas de colores.
Cada ejemplar para niños que Isabel tiene a su cargo le toma tres o cuatro meses de trabajo. Es que no es llegar y ponerse a dibujar, ya que ella misma cuenta que además de hacer una búsqueda importante de imágenes en internet, investiga sobre los personajes y hasta del autor correspondiente. No por nada su premisa es: “Mientras más conoces, mejor integras los conceptos y mejor logras construir una historia. No me importa que ésta sea tan real pero sí que tenga ciertos elementos o algún detalle que la haga más cercana al público”. Por lo mismo, hacer a mano es lo suyo. Será porque en ocasiones se siente un poco cavernícola frente al computador, como ella misma explica, que más bien prefiere pasar horas croqueando hasta lograr lo que quiere, tiempo en el que se siente libre, ya que un croquis -sostiene- todo lo acepta. “En el croquis estás en busca de los personajes, viendo cómo llevarlos a cabo para que el relato se trence con las imágenes.
Es lo más sucio y lo más desordenado, pero lejos es lo que más me motiva”, comenta la artista (www.tierradehojas.cl). En general ocupa diferentes técnicas, de acuerdo a lo que el proyecto le pide. Eso sí, no espera que quien vea el dibujo sienta lo mismo que ella al momento de crearlo, ya que lo entretenido son las infinitas lecturas que estas imágenes puedan llegar a tener.
ALEJANDRA COSTA: Poesía en tinta
Cuando se dio cuenta de que el sueldo se lo gastaba comprando revistas infantiles algo le hizo clic a Alejandra Acosta. Había estudiado diseño gráfico en la Universidad Santo Tomás y hecho un diplomado de comunicación visual en la PUC, para luego desempeñarse como directora de arte en revistas como Elle Chile y Latitud 33, donde la nominaron al premio Altazor el 2002. La ilustración le gustaba, pero no se dedicó a ella ciento por ciento hasta que sintió que su trabajo se había vuelto algo monótono. Desde ese minuto esta forma de arte fue una manera de imaginar y dar a conocer lo que pasaba a su alrededor. Comenzó a hacer ilustraciones también para el rubro editorial, además de trabajos para revistas corporativas. En libros también ha participado. Algunos de Marcela Paz y otros de Ana María Guiraldes se cuentan en su lista; además de un libro álbum enfocado a un público más adulto que hizo junto a la escritora española Ana Tortosa.
Alejandra divide sus días entre la oficina que comparte con dos amigas y un pequeño taller que armó en una de las habitaciones de su casa. Como es una mujer ordenada llega un minuto en que se sienta a crear durante cinco o seis horas seguidas. Siempre anda con un libro en la cartera y destaca, sobre todo, su visión poética al momento de enfrentarse a un soporte en blanco. Además tiene una serie de obras en su blog llamado El Pájaro Contemplativo (aleacosta. blogspot.com) con las que espera pronto armar una exposición.
De sus gustos señala que dibuja con pasteles grasos o con plumillas que unta en tinta. El color se lo da en el computador, donde tiene una serie de carpetas con texturas y pinturas en collage que ella misma ha digitalizado tras haber mezclado a mano distintos tonos de acrílicos o acuarelas. Y cuando de referentes se trata, los chilenos Francisco Javier Olea y Carmen Cardemil salen a escena; además del español Pablo Auladell y la estadounidense Mary Blair, quien hizo los primeros story board de algunas películas de Disney.
PATRICIA AGUILERA: De líneas chilenas
Siempre le gustaron las artes plásticas, pero jamás se imaginó haciendo esto. Más aun porque mientras estudiaba diseño en comunicación visual los ramos de dibujo no eran su fuerte.
Se frustró un poco, y descartó de sus futuros planes todas las actividades que se le parecieran. Eso, hasta que junto a su pareja, Fito Holloway, formaron la empresa AjíColor (www.ajicolor.cl), momento en el que aprendió la gran diferencia entre dibujar e ilustrar. Para la primera actividad entendió que había que guardar ciertas proporciones; en la ilustración, en cambio, “uno desarrolla un concepto que, simplemente, tiene que ser entendido por las personas”, asegura Patricia.
Empezó a hacer sus primeros ‘monos’ -dice-, tomó algunos talleres con Francisco Javier Olea y Alberto Montt, y listo. Se dio cuenta de que no sólo a ella le encantaba trabajar en esto, sino que también al público le gustaba lo que ella hacía. Desarrolló una línea ilustrativa bien simple que, más que enfocarse en la plástica, tiene un diseño gráfico muy definido. Es que el diseño, que fue lo que estudió, no quiso dejarlo de lado. Por eso explica que sus ilustraciones son más iconográficas, razón por la que trabaja harto en formato digital.
Inicia su labor generando un concepto, trazando bocetos “a mano, con lápiz de tinta”, para luego escanear, probar texturas, tonalidades y, finalmente, pintar. Lo mejor para ella es ilustrar temas patrimoniales, “eso que nos dice que somos chilenos”, agrega; por eso anda en busca de referentes que demuestren nuestra identidad.
‘Diseño para condimentar ideas’ es el lema de su empresa, que nació hace ya cinco años y donde Patricia ha podido entrar de lleno en la ilustración. Comenzaron desarrollando proyectos sociales y culturales teniendo como herramienta este género artístico, obteniendo superbuenos resultados por la cercanía que las piezas gráficas ilustradas tienen con la gente. Y como si esto fuera poco, este año junto a varios socios fundó la galería Plop!, un lugar perfecto para éste, “el momento de la ilustración”, concluye.
COMENTAR