Dice que para Rosa, de diez años, “el padre lo es todo”. Pablo Mackenna resume así la relación que tiene con su pequeña hija, agregando que “está pasando por un periodo en que me ama y yo la amo y es lo máximo”.
El escritor cuenta que “no me cuesta para nada criarla” y que “las niñitas a los diez años son machistas. Después la cosa va cambiando”.
¿Cómo guías y le enseñas cosas a una señorita? ¿Cuesta más que si te hubiese tocado un hijo?
La verdad es que no puedo imaginarme jugando fútbol con un cabro chico. Le habría encontrado la vuelta, pero me cuesta mucho imaginármelo.
¿Por qué?
Porque yo llevo una mujer dentro, jajá. Tengo un serio problema: el mundo femenino me gusta por todos lados. De hecho, de chico bailaba ballet, esas cosas, entonces con Rosa no se me hace complicado. Yo lo paso chancho con ella, con sus cosas.
Igual te va a tocar enfrentar con ella tópicos muy femeninos…
Sí, bueno, vamos a ver cómo lo hago. Supongo que hablando las cosas. Los niños de ahora vienen con tanta información y tienen acceso a tanto, que probablemente a cada paso ella tenga que enseñarme algo a mí más que yo a ella.
Pablo comenta además que “ser papá es difícil siempre, porque uno tiene la aprensión y las ganas de que sean lo más felices posible, que encuentren la felicidad y el mundo es un lugar duro”.
¿Ese es tu mayor temor?
No sé si es un temor, pero a la edad de la Rosa ya empieza a morir el mundo de la fantasía. El mundo se vuelve concreto, los padres ya no son superhéroes, lo que te exige a ti ser lo más superhéroe posible, porque ya no vas a estar investido de esa figura. Para mí siempre ha sido, más difícil que la adolescencia, que tiene que ver con encontrar tu lugar en el mundo, el tema del fin de este mundo mágico, que es cuando los dolores se vuelven concretos. Y eso es alrededor de los diez años.
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