Nicolás López, cineasta Chileno, auto-proclamado el mejor de todos, es el más reciente cochinito caído, al haber sido denunciado, por su depredación sexual, por múltiples actrices.
A partir de esto, se levanta un hermoso Chile empático para aplaudir la valentía de las víctimas de López y, muy importantemente, por desarraigarse de un status quo industrial que, hasta hace muy poco, parecía perenne.
No obstante, y sin restar validez al dolor de estas mujeres, observamos una situación agridulce: El estrépito de la reacción pública, remarca un separatismo social que impera; la carencia de ecuanimidad mediática, para sectores que sufren regularmente este tipo de violencias. Quienes ofrecen apoyo, figuran circunspectos frente a las miles de otras mujeres y niñas siendo vulneradas a diario: Las que sin maquillaje, ni dientes blanqueados, se arrodillan debajo de algún escritorio, dando felatios a cambio de la extensión de contratos o notas necesarias para pasar de curso, la cajera manoseada en el supermercado, las enfermeras humilladas. Las tantas trabajadoras acorraladas, entre la baba maloliente de un bruto, en posición de poder, o el hambre de su familia.
No olvidemos que nuestra responsabilidad es con todas, especialmente, con aquellas que, a cuestas, traen una vida de explotación y abuso en silencio porque, a causa de la falta de reparación efectiva que intentamos para ellas, el derecho a tener derechos les resulta algo abstracto e indefinido, que solo existe en teoría. No solo respondamos: transformemos.
El compromiso a derribar la misoginia, debe ir más allá del hashtag feminista y compartir artículos de funa en redes sociales. Se debe exigir que la mujer; cuya posición de vulnerabilidad ha sido perpetuada transgeneracionalmente, sea tratada con igual deferencia.
Todavía, los medios otorgan poder comunicacional y visibilidad en materias concernientes a asuntos de las mujeres, a congéneres con ciertas prerrogativas por sobre sus pares: el rostro televisivo ya familiar, el apellido casi impronunciable, la modelo que comparte fotos del exotismo de su vida: La mujer agradable a parámetros patriarcales, porque no los desafía.
No estoy suponiendo que algún sector, de la población femenina, posea privilegios que deberían ser utilizados en pro de beneficios, socialmente, transversales: LO ESCRIBO EN MAYUSCULAS. Y añado la imperante necesidad de entender porqué y por quienes luchamos: El feminismo es una acción política sin exclusión de clase, sin objetivos individuales antepuestos a los comunitarios.
Permitamos y facilitemos a toda mujer, participación y denuncias igualitarias. De lo contrario, seremos nosotras quienes participemos en oprimir, igualitariamente, las voces de las mujeres marginadas, aquellas que viven en la interseccionalidad de la opresión, las mujeres en edad de jubilación y las trans, la mujer indígena y la analfabeta, dentro de muchas otras.
El compromiso a derribar la misoginia, debe ir más allá del hashtag feminista y compartir artículos de funa en redes sociales. Se debe exigir que la mujer; cuya posición de vulnerabilidad ha sido perpetuada transgeneracionalmente, sea tratada con igual deferencia. De lo contrario, permitimos que todos esos aliados, quienes otorgan, selectivamente, recursos para denunciar, nos convenzan acerca de su adhesión a los asuntos de las mujeres, mientras reducen la posibilidad de denuncia y resolución, importantes pasos para alcanzar justicia, a solo aquellos que cumplen con requisitos marketeables: La protesta se convierte en un producto de adquisición, como las banderas en las cunetas y los stickers de Frida Kahlo, asequibles a cualquiera que quiera atribuirse competencias pertinentes; así como López y su desvergüenza, anunciando la realización de una película feminista.
El feminismo no se maquilla para caer bien y/o caber en moldes sociopolíticos pre-diseñados: Buscar aceptación mayoritaria, sin identificar y representar problemáticas que afectan a mujeres de diversos sectores, significa ofrecer algo banal, ineficaz, estéticamente atractivo; sin capacidad de transformar. Pero el feminismo no es una hamaca emocional para sentarnos y sentirnos mejor.
Es más, para los López y Abreu de todas las industrias, somos su bicicleta sin sillín.
Permitamos y facilitemos a toda mujer, participación y denuncias igualitarias. De lo contrario, seremos nosotras quienes participemos en oprimir, igualitariamente, las voces de las mujeres marginadas, aquellas que viven en la interseccionalidad de la opresión, las mujeres en edad de jubilación y las trans, la mujer indígena y la analfabeta, dentro de muchas otras. Recordemos que, quizá, ellas no posean siquiera los medios para informarse que es su derecho rechazar, denunciar y exigir la imputabilidad de quienes perpetran comportamientos abusivos en su contra, porque estamos combatiendo al abusador y su conducta aberrante; independientemente de cuales sean sus circunstancias, olvidando los galardones o la dimensión de sus bolsillos.
De igual manera, recordemos que manteniendo la tradición de poner al hombre a la cabeza, ha dejado sociedades con el cuello atrofiado.
Es hora de desobstruirnos el camino, desde la resistencia, al liderazgo.
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