Esta semana dos impactantes noticias han sido el titular de todos los medios de comunicación del país: menores de edad que violan a una mujer en el Parque de los Reyes y abusan de una niña de tan solo ocho años en la comuna de Pudahuel.
Quien escuchó o leyó las noticias probablemente se angustiaron como yo; por una simple razón: empatizamos con las víctimas.
Pero cabe preguntarse por qué algunos podemos sentir el dolor del otro y angustiarnos, mientras que a otros les produce excitación y placer el dolor ajeno, como a esos menores que gozaban al someter violentamente a otro.
La respuesta la encontraremos en las neuronas espejo, responsables de experimentar empatía y por ende las que nos impulsan a socorrer a quien está pasando un mal momento porque su sufrimiento lo vivimos como propio.
Todos tenemos estas neuronas y debido a los altos niveles de estrógeno que tenemos las mujeres solemos tener un mayor número de ellas activadas de manera natural, lo que explica desde la biología nuestra tendencia a cuidar y a ponernos en el lugar de los otros .
Nadie nace malo, pero desde que nacemos somos educados emocionalmente para ser más o menos empáticos y por ende más o menos violentos o crueles.
Ahora, esto no significa que los hombres están destinados a ser menos empáticos sino que su empatía debe ser estimulada a través del ambiente y la educación, ya que la activación o inhibición de nuestras neuronas espejo está afectada en gran medida por nuestras experiencias vitales y de aprendizaje.
Por ello, pueden ser estimuladas a través de experiencias positivas de cuidado y la interacción con modelos emocionalmente inteligentes o por el contrario, su función empática puede ser inhibida si estamos expuestos constantemente a situaciones o modelos de violencia emocional, física o sexual (de manera real o virtual) aprendiendo la violencia como modo de interacción social, normalizándola en inclusive disfrutando de ejercerla como una manera perversa de empoderamiento a través del cual se deja de ser víctima para ser victimario.
La única forma de cortar el problema de raíz es educar emocionalmente a nuestro país y aferrarnos a la idea de cuantos en el camino podemos salvar.
¿A qué voy con todo esto? a que nadie nace malo, pero desde que nacemos somos educados emocionalmente para ser más o menos empáticos y por ende más o menos violentos o crueles.
Si no nos hacemos cargo como país de la importancia de educar emocionalmente para activar la empatía de los ciudadanos (y particularmente la masculina), seguiremos avalando que existan ambientes que vulneren emocionalmente a los más jóvenes de este país, para que luego crezcan y vulneren a otros sin sentir angustia, creyéndose con el derecho a ser agresivos e incluso sintiendo gozo con ello.
Probablemente los protagonistas de estas noticias tienen unas historias de vida llenas de violencia, acompañada quizás de un alto consumo de pornografia y falta de apoyo social.
¿Justifica esto su actuar?
Claro que no, simplemente evidencian la necesidad país de invertir en una educación formal en Inteligencia Emocional, porque aunque quizás estos niños ya no tengan vuelta por el nivel de daño que tenga su psiquis o porque difícilmente accederán a los recursos profesionales (ellos y sus familias) para revertir esta situación. La única forma de cortar el problema de raíz es educar emocionalmente a nuestro país y aferrarnos a la idea de cuántos en el camino podemos salvar.
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