Cualquiera habría pensado que después del accidente automovilístico que vivieron estas dos mujeres, era imposible que volvieran a retomar su vida normal. Pero hoy lo hacen. Ellas trabajan, pololean, salen con sus amigas y realizan deportes.De un segundo para otro les dijeron que nunca más podrían volver a caminar, y así como ellas podrían haber optado por retraerse y aislarse de la sociedad, decidieron hacer exactamente lo contrario. Salieron de la clínica determinadas a disfrutar de la riqueza de aprender algo nuevo todos los días.
Isabel Margarita Aguirre tiene 28 años y es la tercera de tres hermanos. En marzo del 2001 tuvo un accidente automovilístico, que le provocó una lesión medular torácica completa en las vértebras T5 y T6. “Cuando me accidenté había entrado recién a agronomía en La Universidad Católica, creo incluso que había asistido sólo a una clase, fue una lata porque dejé mis estudios para ir a rehabilitación por un año ”, asegura.
Después de ese año Isabel decidió volver a estudiar, ya no podría hacer las visitas al campo en silla de ruedas por lo que optó por cambiarse a fonoaudiología en la Universidad de Valparaíso. “Uno de los primeros problemas que debí afrontar fue que la institución no tenía acceso a baños para discapacitados y no sabía como ingeniárselas sola en esos casos”, se refiere Isabel Margarita.
La independencia era un tema fundamental para Isabel, por lo que el mismo año que se accidento modificó su auto con dispositivos para frenar y acelerar manualmente, así podría trasladarse sola a la universidad.
Según un catastro de Minvu el 51% de los edificios públicos de la Región Metropolitana no son accesibles para personas con discapacidad. Esto incluye servicios públicos, pero también restaurantes, colegios, supermercados y bancos. La nueva Ley de Discapacidad, promulgada en febrero, dio un nuevo plazo de tres años a las edificaciones antiguas ha adaptarse, y obliga a todos los inmuebles nuevos a incorporar la accesibilidad universal desde el diseño.
Para Isabel el tema de la independencia era fundamental, por ello el mismo año que se accidentó modificó su auto con dispositivos para frenar y acelerar manualmente, para trasladarse sola a la universidad. “Manejar te da mucha independencia, es mucho más fácil que un auto mecánico normal. Yo me acostumbre al tiro, me traspaso al asiento con las manos y después desarmo la silla y la guardo”, explica Isabel Margarita.
Actualmente Isabel atiende a niños de manera particular, además realiza supervisión de práctica en dos universidades y un hospital.
Según un estudio realizado por la Fonadis el año 2005, el 12,9% de la población en Chile presenta alguna discapacidad es decir, 1 de cada 8 personas tiene una invalidez. De este porcentaje un 58,2 % son mujeres lo que equivale a 1.204.576, mientras que la cifra de hombres alcanza un 41,8% lo que se traduce en 863.496 personas discapacitadas.
En este caso son pocas cosas las que Isabel ha dejado de realizar por estar en silla de ruedas, tanto así que después del accidente comenzó a jugar tenis como hobby y actualmente es jugadora profesional, ocupa el puesto 49 en tenis en silla de ruedas en el mundo. “Al principio yo jugaba sólo los fines de semana, pero después como en cuarto año de universidad, empecé a practicar un poco más, me metí a algunos campeonatos. Cuando salí de la universidad empecé a buscar auspicio y actualmente Carozzi me ayuda a pagar mis entrenamientos y viajes”, cuenta Isabel Margarita.
Carolina tiene 30 años y también sufrió un accidente automovilístico, iba con sus padres camino a la clínica Santa María por una intoxicación con mariscos y repentinamente los chocó un auto. Su lesión es cervical, se fracturó la vértebra C4 y C5, puede mover los hombros, biceps y brazos, pero no tiene movilidad en las muñecas ni manos.
En ese entonces le quedaba sólo un año para titularse de Médico Tradicional Chino en el Instituto de Salud Integral de Chile, pero por su lesión tuvo que dejar los estudios ya que necesitaba motricidad fina para ejercer como terapeuta de acupuntura o dígito puntura. Por lo que decidió retomar un deporte que realizaba desde los 12 años, Aikido, además de trabajar como freelance en algunas empresas.
Actualmente Carolina trabaja desde hace 3 años y medio como asistente comercial en la Fahneu, empresa nacional de juegos infantiles y mobiliario urbano y a diferencia de Isabel Margarita, ella ejerce desde su casa. Paralelamente Carolina estudia un diplomado en nutrición y dietética en la Universidad de Chile.
El estudio realizado por la Fonadis asegura que mientras uno de cada dos personas en la población total realiza trabajo remunerado, sólo de uno de cada tres personas con discapacidad lo realiza, la misma información establece que mejorando las oportunidades de empleo para las personas con discapacidad que no trabajan, se reduciría el impacto de la discapacidad en un 39%.
La vida en pareja
En lo sentimental a ambas mujeres les ha ido excelente. En un principio aseguran que se sintieron un poco inseguras en establecer una relación seria con otra persona, pero al poco tiempo ese miedo desapareció y ahora disfrutan de la vida en pareja.
Isabel Margarita lleva dos años pololeando con un ingeniero civil industrial, 10 años mayor que ella. Se conocieron en un recital en Valparaíso, cuando una amiga le pidió que la acompañara a un concierto de Fito Paez. “Teníamos entrada VIP para que yo pudiera ver el show, pero cuando llegamos estaba toda la gente de pie, no veía nada. En ese momento se me acercó un amigo y me ayudó a ponerme en un lugar con mayor visibilidad. Nos quedamos conversando un rato y aprovechó de presentarme a las personas que habían ido con él al concierto, uno de ellos es mi pololo”, dijo.
Carolina también pololea, lleva 10 meses en pareja y asegura que se encuentra más feliz que nunca. Conoció a su pareja en un almuerzo de amigos hace un año, salieron durante un mes y medio hasta que la relación se concretó.
Ambas mujeres se proyectan con sus respectivos parejas y tienen planes a futuro. A pesar de que Isabel Margarita vive en Viña del Mar y su pololo en Santiago, esperan con ansias el fin de semana para verse y estar juntos. “Me encantaría tener hijos, cuando veo a mis sobrinos me nace inmediatamente el instinto maternal”, cuenta Isabel Margarita.
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