¿Dando vueltas en la cama, sin poder dormir, en lo único que puede pensar es en ese chocolate que tiene en la cocina? Se levanta y, aún en control, come una porción correcta, digna de una señorita. A los pocos minutos, todavía sin conciliar el sueño, reflexiona: qué me va a hacer otro pedacito. Sin darse cuenta, una vez más la noche termina con varios chocolates menos y un buen porcentaje de calorías de más. Esto le pasa:
A. Una vez al mes
B. Una vez a la semana
C. Tres veces a la semana
D. Todas las noches
Si respondió C o D, puede estar sufriendo de un poco conocido -pero en alza- desorden alimenticio: el Síndrome del Comedor Nocturno. Bautizado así en 1955 por el Dr. Albert Stunkard, psiquiatra y director del Centro para el Peso y Desórdenes Alimenticios de la Universidad de Pennsylvania, esta afección se cree que hoy afecta casi al 1% de la población mundial, y aunque parece inocente puede tener graves consecuencias en el posible desarrollo de un sobrepeso (ya que se consume el 25% de las calorías del día en la noche) o como gatillante de trastornos alimenticios aun más severos.
Para la sicóloga clínica y profesora del curso Trastornos de Alimentación de la Escuela de Psicología Universidad Católica, Camila del Solar, en términos generales este desorden aun es tema de discusión, ya que no ha sido incluido en la clasificación del DSM IV (Manual de Trastornos Psiquiátricos). Como ella explica, en su desarrollo pueden influir factores tanto biológicos como de alteraciones del sueño y de hábitos alimenticios. “También hay factores psicógenos, que pueden ser muy variados: estrés, ansiedad, conflictos relacionales, etc… Este trastorno tiene como efecto una baja autoestima que refuerza la condición de la conducta de un comedor nocturno y potencia la sensación de descontrol. Un círculo vicioso que llevaría a la mantención del problema. En cuanto a los factores biológicos, cabe destacar que puede darse en personas que necesitan bajar de peso. Una dieta de restricción excesiva puede desencadenarlo; la persona ha ‘aguantado’ tanto el hambre durante el día, que termina dándose grandes comilonas en la noche”.
Los orígenes de este síndrome han sido materia de investigación también para la psiquiatra, co-directora de educación del Centro para el Peso y Desórdenes Alimenticios de la Universidad de Pennsylvania, Kelly Costello (Ph.D), quien ha dedicado la mayor parte de su trayectoria profesional a este tema. La autora de Overcoming Night Eating Syndrome: A Step-by-Step Guide to Breaking the Cycle (Superando el Síndrome del Comedor Nocturno: Una Guía Paso a Paso para Romper el Ciclo. Disponible en www.amazon.com) reconoce que aún queda mucho por conocer sobre esta condición. “Tenemos evidencia, mediante un extenso estudio con gemelos, de que existe un pequeño pero importante porcentaje de factor hereditario en este trastorno. También hemos podido demostrar -mediante entrevistas a pacientes- que el NES (Night Eating Syndrome= Síndrome del Comedor Nocturno) generalmente es detonado por episodios de estrés, los que con una predisposición biológica -básicamente en la distribución anormal de serotonina en el cerebro- dan como resultado el desarrollo de esta patología”, cuenta en exclusiva a revista Mujer.
Para Pamela, de 56 años, ésta ha sido una batalla nocturna con la que ha convivido durante toda su vida adulta, pero que sólo le fue presentada como tal hace unos pocos años cuando estaba en terapia por una depresión. “Yo no sabía que esto existía. Me lo comentó mi sicóloga de ese momento, y su descripción clínica era como si la hubieran redactado conmigo en mente. Yo creía que sólo me pasaba a mí, y eso me generaba una culpa tremenda”. En un comienzo Pamela veía su menú after hour como un premio: estaba en la universidad y un pastel o cualquier otro de sus alimentos favoritos parecían ser el regalo perfecto tras una jornada extensa. Años después, enfrentada a un ambiente laboral aun más exigente, la situación se agravó. No alcanzaba a comer durante el día, y en la noche se daba licencias con alimentos ultracalóricos y fuera de cualquier tabla nutricional. “Sentía que me lo merecía, porque me había matado trabajando”. Pero las excusas y los ‘premios’ se fueron transformando en un hábito que finalmente se le fue escapando de las manos. “Hoy me da vergüenza reconocer que en la noche como cualquier cosa. Me conozco, así que prefiero no tener las cosas que me gustan en la casa. Pero no me ha servido de nada, finalmente termino comiendo lo que haya. ¡Incluso he llegado a comer azúcar sola!”, cuenta.
Y precisamente esa compulsión por comer ‘lo que sea’ es uno de los factores que, según Paula Sáez, sicóloga clínica y académica de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, deben dar las primeras señales de alerta sobre algo que no está bien. “Cuando es una conducta mantenida, adquiere la forma de hábito que trae consecuencias. Comer una fruta en la noche o tomarse un vaso de leche no es lo mismo que vaciar el refrigerador comiendo cualquier cosa. Sobre todo si está asociado con culpa. Las mujeres, más que los hombres, tendemos a asociar la comida con lo indebido. Recurrir a la comida tiene que ver con algo simbólico. Cuando no se trata de hambre, lo que buscamos llenar es un vacío interno, asociado a la vida afectiva. Esto puede tomar distintas formas de acuerdo con la historia de cada persona. Puedo querer tapar insatisfacción, soledad, cansancio. Es un intento de controlar algo interno, paradójicamente, a través de un descontrol externo (el atracón)”.
Carbohidratos y azúcares: los reyes de la noche
Pero… ¿por qué no una ensalada de lechuga? ¿Por qué estas tentaciones nocturnas siempre llegan en la forma de alimentos ricos en carbohidratos y azúcares? Según explica la nutrióloga de Clínica Meds Ximena Muñoz, existen estudios que evidencian que muchos de los comedores nocturnos presentan un menor nivel de hormonas como la leptina y melatonina, que generalmente tienen relación con las variaciones en los estados anímicos. Pero específicamente la necesidad de carbohidratos está relacionada con que “en general estos pacientes presentan un trastorno ansioso o depresivo. Muchos alimentos con carbohidratos poseen triptófano, que es un aminoácido precursor de serotonina… el que les funciona como un ansiolítico”.
Así también lo reconoce Soledad, veterinaria de 36 años, quien por la noche se convertía en una verdadera adicta a todo lo dulce. Sus favoritas: las galletas. “No voy a decir marcas, pero ésas con azúcar cristalizada arriba eran mis preferidas, o las bañadas en chocolate. Como que cerraba los ojos en la noche y no podía dejar de pensar en dulces, eso alejaba todas mis preocupaciones. Me concentraba en mis ganas de comer, así no pensaba en los problemas de la casa y la pega. Una vez que estaba satisfecha, podía dormirme. Pero a la mañana siguiente… ¡uff! Me sentía podrida, culpable y con una sensación de pesadez que no se me quitaba hasta pasado el mediodía”. Después de subir casi 10 kilos en un par de años tuvo que reconocer que esos antidepresivos ‘comestibles’ eran los culpables de su sobrepeso. “Todos me decían ‘pero por qué engordas si yo veo que comes puras ensaladitas’. Es que el día no era mi problema, ahí podía seguir la dieta al pie de la letra. Pero en la noche, era otra la cosa”. Después de una terapia, que requirió apoyo farmacológico por unos meses, logró controlar su compulsión y gradualmente controlar su peso.
Existe una luz al final del camino para los que viven con el Síndrome del Comedor Nocturno, pero definitivamente requiere mucho trabajo. Según las investigaciones lideradas por la Dra. Kelly Costello (Ph.D) en la Universidad de Pennsylvania, este desorden no es algo que desaparece sólo con voluntad. Utilizando un grupo de estudio (el que fue medido el 2002, 2004 y 2008) lograron comprobar que la gente que no se somete a un tratamiento integral veía impactos al corto y largo plazo en su salud, como sobrepeso, diabetes, entre otras enfermedades. Para ella y su equipo las necesidades más inmediatas que deben surgir de su investigación están enfocadas en encontrar técnicas de terapia y medicación que puedan aplicarse específicamente a este trastorno. Pero, en definitiva, un tratamiento integrado entre siquiatras, sicólogos y especialistas en el área de la nutrición es obligatorio para superar esta pesadilla nocturna.
- No saltarse ninguna comida durante el día (debieran ser 4), aunque no sienta hambre.
- Llevar un registro de lo que comemos.
- Tener horarios establecidos para comer y dormir.
- Desahogar ansiedad y estrés en espacios de ayuda de todo tipo: familiares, amigos, hobbies.
- Hacer ejercicio físico. Esto tiene importantes efectos en el alivio del estrés. De preferencia hacerlo antes de las 6 PM. Se ha descrito que hacer ejercicio más tarde influye en la conciliación del sueño y también puede aumentar el apetito.
- Si esta ansiedad ya se transforma en un hábito diario durante más de tres semanas y la persona no logra erradicarlo después de diversos intentos, lo aconsejable sería acudir a un equipo multidisciplinario.
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