Devendra Banhart: el imperdible cantautor que trae el festival Lollapalooza

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Devendra Banhart (29) tiene una máxima que no sólo sirve para ilustrar su genética geográfica, sino que también su apuesta artística: “Cuando estoy en Estados Unidos, me gusta ser venezolano. Pero cuando estoy en Venezuela, me gusta ser estadounidense”, ha repetido en varias entrevistas.

Y el puzzle de conceptos encaja: hijo de madre venezolana y padre estadounidense -y más allá del carácter político de su declaración de principios-, el cantautor ha impuesto una fórmula que logró travestir un género tan codificado como el folk con trazos de música latinoamericana, psicodelia, tropicalismo y rock de alto voltaje. Música de cuna íntima, pero con aderezos de intención lisérgica y mestiza, como si Mick Jagger o Marc Bolan susurraran en baja frecuencia. Y en español: el artista ha conservado intacto su acento caraqueño y lo incluye en cada uno de sus álbumes.

Vinculado al neohippismo que en la última década ha escalado en la escena independiente -Chile incluido-, Banhart se ha alzado como uno de los créditos más cotizados y reputados del circuito, hermanando las buenas críticas con una propuesta de autor. Se trata de la misma fórmula que ya tiene acordado su estreno en Chile: el cantante será parte del festival Lollapalooza que se hará este fin de semana en el Parque O’Higgins y se presentará el domingo, a las 15.30 horas, en el Tech Stage, ubicado en el Teatro La Cúpula y como número previo a Cat Power. Además y como para remarcar su perfil histórico, viene con su propia banda, The Grogs, combo eléctrico en el que ensambla su espíritu diverso. Es el sustento que le sirve para equilibrar su lado folk con su filo más melódico. Su show durará una hora y recorrerá el tramo esencial de su carrera, con foco en su última pieza, What will we be (2009), calificada como su cría más diversa.

Aunque nació en Houston, su familia se trasladó a Venezuela cuando tenía tres años. Ahí fue educado en un colegio típico de la elite de Caracas y criado entre la salsa, la cumbia y los ritmos tropicales que dominan las listas de ese país. Ahí también hizo sus primeras armas como skater y artista visual, disciplinas que en la adultez ha explotado con intermitencia. “Estar en un colegio bueno me sirvió al menos para aprender inglés”, recordó en una entrevista de 2006 al periódico argentino Página 12.

En la adolescencia se mudó a California y comenzó a perfilar su sonido. Una apuesta materializada a partir de Oh me oh my (2003), su ópera prima y un título registrado de manera casi rudimentaria, con un sonido de baja factura y escaso alcance. Pero su verdadera obra maestra, su golpe a la cátedra definitivo, vino con Cripple Crow, álbum apuntado entre lo más brillante de 2005.

Con un volumen de 22 canciones (casi todas de dos minutos de duración, lo que también retrata cierto espíritu punk, y con una portada que fusiona a The Beatles con Incredible String Band), Banhart lanza dardos solapados a los Fab Four y tributa al artista venezolano Simón Díaz. Pero un detalle mayor: define una identidad que lo hace hablar de referentes como Atahualpa Yupanqui, Caetano Veloso, Víctor Jara o Violeta Parra como referentes lógicos de su música. “He recorrido muchos lugares buscando discos de Violeta Parra. Ahí hay una historia muy intensa”, comentó en 2007 a medios mexicanos. Un punto de encuentro entre ayer y hoy que también ha permeado latitudes: cantautores locales como Fernando Milagros o las últimas travesías discográficas de Jakob Dylan, son claros deudores de su sonido.

Pero el cantautor puede apartar la crítica elogiosa de su currículum y la atención seguirá garantizada: tras grabar juntos el video de Carmensita, uno de sus temas más populares, el músico comenzó un noviazgo con la actriz Natalie Portman, el que culminó en septiembre de ese mismo año. Detalles íntimos que configuran a un artista único.

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