En la azotea de un edificio de 24 pisos, ubicado en Portugal con Argomedo, la fotógrafa María Paz Mellado (53) se instaló a fines del año pasado a capturar imágenes que pocos santiaguinos ven: las torres que encienden sus primeras luces al atardecer y que bañan la ciudad de amarillo. “Los contornos de la ciudad se ven mucho más claros en la hora azul, que es el breve instante en que coinciden la luna y el sol”, cuenta Mellado, quien puso su cámara en diferentes puentes y cerros para captar, durante dos meses, cómo nacía el día y la noche en la Autopista Norte-Sur, el Club Hípico, el Parque de Los Reyes o la arboleda de la Viña Cousiño, en Peñalolén.
Mellado es sólo la primera de siete fotógrafos que desde el 27 de abril está exponiendo su punto de vista sobre la ciudad en la Posada del Corregidor, en el marco del proyecto Santiago Fotográfico. Organizado por la Corporación Cultural Fotoespacio y financiado por el Consejo de la Cultura, le sucederán mes a mes y hasta diciembre las miradas de Leonora Vicuña, Leonardo Infante, Jorge Aceituno, Jaime Morera, Kurt Petautschnig y Jaime Villaseca. “La Posada es uno de los pocos vestigios del Santiago colonial y hasta los años 50 funciónó como una cantina donde poetas como Pablo Neruda esperaban el amanecer”, cuenta el director de Fotoespacio y también fotógrafo Jaime Morera (65).
El Santiago que fotografió Morera es el de los lugares que marcaron su infancia, vistos 60 años después. Como el barrio San Eugenio, donde capturó las huellas de los rieles que usaron los antiguos trenes para llegar hasta la Central de Leche, ubicada hasta 1960 en Sepúlveda Leyton con San Alfonso. La fábrica estatal quedaba frente a la casa pareada que Morera habitaba. “Ahí está ahora el Liceo Industrial de la Construcción y sus alumnos le llaman La Lechería”, revela quien también registró las plazoletas del cerro Santa Lucía y la esquina de Irarrázaval con Marchant Pereira.
“La ciudad crece de formas curiosas”, dice Kurt Petautschnig. Y no sólo en referencia a hitos de la modernidad, como el Costanera Center, sino a fenómenos como las antenas de celulares que han invadido la capital. De oriente a poniente, este fotógrafo (29) captó las que más llamaron su atención. “Las hay debajo de un crucifijo, en una iglesia de Peñalolén y detrás de la Virgen del cerro San Cristóbal”, señala.
Cada vez que la ciudad estrena una nueva autopista, Leonardo Infante exorcisa la nostalgia fotografiando lo viejo, específicamente en el barrio Yungay. Los caserones y los carretones de feriantes son, entre otros, temas de un registro que el fotógrafo alimenta desde los 80 y que para esta exposición contrastará con nuevas tomas del sector. “Tomé fotos para el terremoto del 85 en el barrio y también para el 27/F, cuando la gente estaba durmiendo en carpas en las plazas”, explica sobre esos dos momentos.
Leonora Vicuña (57) apretó el obturador más al sur. De noche, capturó el Santiago popular que mantiene el barrio Franklin y Santa Rosa, en boliches y esquinas llenas de cachureos. “Mi ciudad es la de los perros vagos y el matadero”, afirma, mientras su colega Jorge Aceituno va en busca del Santiago de los olvidados.
Como la conocida serie de fotografías que tomó un día invernal de 1991, dentro del Psiquiátrico de Av. La Paz. En el patio, un paciente mira el lente. A sus espaldas está el cerro San Cristóbal. “Me interesa contar cómo habitan la ciudad los sordos, los vagabundos y discapacitados”, cuenta mientras sigue buscando locaciones en Ñuñoa, Providencia, Santiago centro y Recoleta, que reflejen precariedad. Como esa en la que retrató a Josué Gutiérrez frente a los juzgados civiles de la calle Moneda, en 2006. El hombre, ciego y vestido con ropas aimaras, que posa junto a su hijo y no alcanza a distinguir los edificios que crecen alrededor.
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