Los nombres fuertes del GAM

Por Biut y Agencias

La mujer tras la administración. A poco más de un mes del inicio a la marcha blanca del Centro Gabriela Mistral (GAM), Alejandra Wood dice que está feliz, que lo ha pasado bien, que no tiene ni una sola queja. En definitiva, que se siente en su mejor momento. Viene saliendo de una de las tantas reuniones que desde hace tres meses (periodo que lleva como directora de este centro cultural) son la tónica de sus días y donde la paciencia es su mejor aliada.

Entre frase y frase saluda a un conocido, o le guiña un ojo a otro que pasa más cerca. Es que ésta es precisamente una de sus principales fortalezas. El ser cercana, el estar ahí con su equipo y sentirse segura de su capacidad de articular a su gente en pro de los objetivos propuestos. “Toda mi experiencia anterior (ex gerente de asuntos externos de BHP Billiton) era necesaria para llegar a un puesto como éste y no quedar paralizada de terror”, sostiene, y agrega: “Tengo un equipo de profesionales excelente a mi alrededor así que me siento segura de que estamos preparados para todo lo que venga”. Un grupo de gente que hace poco más de una semana logró establecerse ciento por ciento en el edificio. Menos mal, explica Alejandra, “porque familiarizarse con el lugar es la mejor forma de programar los espacios y conocer correctamente sus características. Estoy con la energía puesta en formar dinámicas de trabajo y procedimientos que nos permitan contar con una buena programación. Es la única forma en que haremos de éste un verdadero lugar de encuentro, de articulación y mediación con el público”.

Tiene claro que estas labores son a mediano y largo plazo, pero eso no la intranquiliza. Piensa en el aquí y el ahora, cuestión que hace que palabras como nerviosismo o miedo no estén en su diccionario por estos días. No sabe por qué, pero más bien está entusiasmada y entregada, buscando un sentido a lo que están creando. Quiere hacer una verdadera contribución habilitando este emblemático recinto como un enclave ciudadano; algo así como un punto de encuentro donde todos podamos estar en permanente contacto con la música, el teatro, la danza y las artes visuales en general.

NO HAY PLAZO QUE NO SE CUMPLA

El 4 de septiembre el Presidente Sebastián Piñera inauguró la primera fase de la remodelación del ex Edificio Diego Portales. Una primera etapa -de tres en total- que no ha estado exenta de críticas: por las posibilidades de que se transforme en un elefante blanco, por una recién estrenada fachada que no fue del gusto de todos, por la gran excavación que hasta hace un tiempo albergaría una sala de conciertos y cuyo futuro hoy está en veremos, y hasta porque en Chile no hay una real cultura del arte.

¿Cómo te has llevado con las críticas? Indudablemente hemos tenido muchas y, con éstas, muchas frustraciones. No siempre las cosas se dan como uno quiere, pero eso es parte del aprendizaje y en definitiva esta serie de acontecimientos nos ha ido templando como equipo, al tiempo que nos ha ayudado a saber quiénes somos, cómo nos paramos frente al resto, cómo sería nuestro discurso rápido por ejemplo, y hasta cómo nos queríamos ver en el ámbito público.

¿Y en ningún momento te arrepentiste de haber aceptado este cargo? He tenido momentos difíciles, pero han sido cortos. Nunca he perdido las ganas de llevar un lugar como éste, pero sin duda en ocasiones me he planteado que es mucho más difícil de lo que pensé… Ocasiones como cuáles… La postergación de la sala de conciertos (cuyas platas se traspasaron a la remodelación del Teatro Teletón) es un ejemplo, aunque nunca sentí que no se llevaría a cabo. Lo entendí considerando que esta es una obra muy grande, pero tengo la fe en que se va a desarrollar, porque el GAM sólo se entiende como corresponde construido totalmente. Por lo mismo ha dedicado un alto porcentaje de su tiempo a mostrar el edificio a gente del mundo privado, a artistas, a profesionales del periodismo, por ejemplo. Ella dio el sí al cargo antes de conocerlo, de manera que cuando se enfrentó a esta mega obra su impacto no fue menor. “Encontré que era una construcción de una dignidad y una calidad no vistas; con ambientes que eran un tremendo regalo”.

De ahí que recorre el lugar cada vez que alguien la visita, aprovechando de contar cada detalle de lo que tiene en mente. Dice que en este minuto la responsabilidad es hacer que el centro nazca y comience a brillar lo antes posible. “Es una obra cuya existencia será muy beneficiosa para los habitantes de esta ciudad. Claro que esta primera etapa, que es una especie de marcha blanca, presentará la necesidad de hacer ajustes. Sabemos que eso va a ser así y nuestra misión es hacer que el público así también lo entienda”.

ARTE Y EDUCACIÓN

¿Hacen falta espacios como éste? Espacios hay, el punto es que deben encontrar su identidad, y los artistas cambiar su percepción de sitios como éstos. Ellos están tan acostumbrados a trabajar en condiciones precarias (lo que es un gran valor de su parte) que no saben cómo relacionarse con recintos ‘oficiales’. Yo de verdad tengo la esperanza de desarrollar una relación con el mundo de los creadores para que ellos se vayan apropiando de estos espacios, de lo contrario no tiene mucho sentido el espíritu del GAM y estaríamos sólo frente a un centro de exhibición. Por eso lo que está pasando allá afuera tenemos que ser capaces de traerlo hasta acá para que estos edificios que parecen tan monumentales sean abiertos, cercanos, llanos, flexibles y los artistas sientan que pueden contar con ellos.

Quizás a los artistas no será difícil acercarlos, pero al público… Esa también es parte de la misión. Un centro como el GAM abrirá posibilidades en distintos planos donde están sucediendo cosas: en el mundo de la cultura, de la creación, de las artes, por supuesto, pero también en el cómo vivimos la ciudad, cómo compartimos, cómo usamos el tiempo para el ocio…

¿Pero qué hacer para que el público se interese? Cuando asumí fui a visitar centros culturales en el extranjero y era increíble ver la oferta y la demanda que tenían. No es lo mismo acá, lo tengo claro, pero el GAM tendrá una dirección de audiencias, lo que significa que nos vamos a dedicar al público. Por ejemplo con un lenguaje de fácil entendimiento para que nadie se sienta amedrentado; además de una labor de educación y de formación de nuevas audiencias para que aumente el público que accede a la cultura.

Una tremenda misión… Pero estamos decididos a hacerlo. Vamos a trabajar con los profesores, con colegios, tenemos un sistema de guía para visitar tanto el edificio como las obras de arte que albergará. La misión es brindar cercanía de manera de que por todas las vías tengamos un modelo de negocio que sea sostenible en el tiempo.

El hombre tras la arquitectura. Todo lo que tenga relación con el GAM el arquitecto Cristián Fernández lo habla encantado. Mientras subimos a la biblioteca conversamos de las críticas, del proyecto en sí, del tiempo en que ha estado inserto en él, y de las entrevistas que ha dado. En la última, que otorgó a un diario de circulación independiente, dice que quedó como un tipo bastante confrontacional, “cuestión de la que no puedo estar más lejos”, comenta Cristián, quien trabajó codo a codo junto a los arquitectos Sebastián Baraona y Cristián Yutronic.

Sin embargo no va más allá, más bien se toma estas situaciones como gajes del oficio. Ya en el tercer nivel, con maestros por doquier, se atreve a decir que este es el tipo de proyecto más complejo al que un arquitecto se puede enfrentar, por la diversidad de recintos existentes y los objetivos específicos que cada uno de ellos tiene. Y las cifras hablan por sí solas. Más de 30 arquitectos, 35 oficinas asesoras y un equipo multidisciplinario a cargo de las especificaciones que cada ambiente requería dieron forma a una remodelación de 45 mil metros cuadrados.

¿Cómo te enfrentaste al ex Diego Portales? Es un edificio que tiene una carga muy potente, así que me pasaron dos cosas. Por un lado se me vinieron a la memoria sus 37 años de antigüedad y los seis usos que ha tenido hasta hoy; todos relevantes y representativos de determinadas épocas. Y por otro lado pensé en su arquitectura y entorno. Está emplazado en el corazón de Santiago, en un barrio caracterizado por obras neoclásicas, muy al estilo francés. No obstante el año 72 aparece esto, con una arquitectura supermoderna para la época, tanto en materiales como en formas de construcción”; a lo que Cristián Yutronic añade: “Fue un edificio de vanguardia no sólo en Chile ya que fue mostrado en distintas revistas como una obra que rompió los esquemas arquitectónicos establecidos”.

Se trata de un espacio cerrado y pesado a la vista de los transeúntes que fue convertido por este trío de arquitectos en algo abierto, transparente y conectado con sus alrededores. De hecho no hay gradas, de manera que a partir de sutiles desniveles del suelo los espacios exteriores e interiores forman una única planicie. Por supuesto que se respetaron elementos de la construcción original, como los pilares de hormigón armado, sin embargo quienes conocieron el antiguo Diego Portales se llevarán una gran sorpresa.

Con pocos materiales en mano pero de buena calidad, se desarrolló una megaobra integral que a nivel calle (ya que cuenta con un subterráneo para 380 vehículos, además de un zócalo) consta de tres volúmenes independientes unidos por paseos peatonales y plazas urbanas que conectarán la Alameda con calles como Lastarria y Villavicencio.

“Una de las premisas fue entender la relación de este edificio con un barrio donde la cultura y el patrimonio están muy presentes”, dice Fernández. Por eso, la idea a futuro es sacar las rejas negras que hoy protegen el Ministerio de Defensa, que también formará parte del GAM. El plan inicial contempla tres etapas. La primera de ellas es la que está próxima a inaugurarse y que abarca los dos edificios principales, llamados A y B.

En el primero de ellos un amplio hall da la bienvenida; allí destacan los tiradores que muestran la cara inferior de la mano empuñada, hechos por Ricardo Meza para el edificio original. Precisamente a través de estas puertas se accede a la sala de espectáculos (que cuenta con 260 butacas importadas) y la sala de artes escénicas (pensada para 288 personas), ambas revestidas en madera y con sistemas de iluminación y sonido de avanzada tecnología. El segundo nivel está tomado por un cielo doble, mientras que en el tercero se sitúa una sala de exposiciones y también la biblioteca, donde además de poder suscribirse a una impresionante colección de ejemplares de artes visuales y a una amplia gama discográfica y audiovisual, se habilitarán cinco salas de reunión.

El edificio B, por su parte, está repleto de rincones. A nivel del primer subterráneo se ubican ya las oficinas administrativas, y pronto lo harán un restaurante, una librería y la sala de exposiciones del Museo de Arte Popular Americano (MAPA) a la que se accederá a través de la restaurada puerta de cobre y aluminio fundido que el escultor Juan Egenau creó en 1972. En los siguientes niveles habrá cinco salas de ensayo, un estudio de grabación, una sala para exposiciones y dos salones de conferencia. Esta es sólo la primera etapa. La segunda es la sala de conciertos (hoy sólo un gigantesco hoyo) mientras que la tercera será la recuperación del actual Ministerio de Defensa, que será transformado en un completísimo centro de documentación. ¿Y todo esto para cuándo? “La fecha final depende del inicio de los trabajos de la segunda fase, aunque el tercer período contempla alrededor de dos o tres años”, aclara Fernández.
Prejuicios y verdades.

Más de 50 propuestas, nacionales y extranjeras, llegaron al Ministerio de Obras Públicas cuando se convocó al concurso para dar vida al GAM. El proyecto de Cristián Fernández fue el ganador y desde ese minuto, finales del 2007, no han parado de trabajar. De ahí el cariño que el arquitecto le ha tomado al proyecto, y de ahí también que acepta las críticas que ha recibido por ejemplo por la fachada de acero cortén que hace poco mostró su cara al público. Son dichos que a Cristián de verdad no le molestan tanto como el que se hable estando desinformado. Lo dice, entre otras cosas, por los rumores en torno a que armó el proyecto sin tener idea de la programación que éste albergaría.

¿Cómo es la historia entonces? Cuando el año 2007 se llamó al concurso ya se había determinado una programación. Cada lugar tiene condiciones específicas y nosotros supimos desde el primer minuto qué es lo que se iba a hacer, pues aquí había un modelo de gestión diseñado e incluso un estudio de audiencias hecho por el Consejo de la Cultura. Pero eso de que partimos con el edificio e improvisamos es falso.

¿Y el elefante blanco?
Esto no puede ser un elefante blanco porque la infraestructura cultural es vital. Si no hay cines y no hay teatros la gente no va, pero en la medida en que van naciendo la gente los usa, es cosa de mirar las cifras. Yo soy muy optimista respecto de esto, no tengo ninguna aprensión y creo que la mayoría de lo dicho son prejuicios. Aquí hay políticas de integración social y de generación de audiencias, es decir, hay una preocupación de generar un mayor vínculo entre el arte y el público, aunque sean valores de largo plazo.

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