Lo tenían listo. Con dos sencillos en la calle y nuevos planes de dominación global previstos para septiembre de 2009. Pero un sorpresivo diagnóstico de cáncer a la garganta golpeó fuerte a Adam “MCA” Yauch y terminó abortando la salida del esperado retorno al disco de Beastie Boys. Pudo haber sido un trauma definitivo, un trance difícil de superar, sin embargo, el longevo trío neoyorquino sabe de porfía y perseverancia y hoy, a 20 meses de aquel frustrado lanzamiento, finalmente llega a tiendas el Hot sauce committee part two, con la certeza de que, a esta tropa, de verdad que no la bota nadie.
La coyuntura médica de los rappers blancos más respetados de la cuadra podría alimentar teorías del tipo “qué gran ejemplo de vida” y ahondar en la objetiva fortaleza interna que deben haber tenido estos tres compinches que vienen haciendo música juntos desde 1979. Pero más prudente es hablar de lo que han decidido mostrarle al mundo para dejar atrás esta crisis: una colección de canciones que simplemente está entre lo mejor que hayan grabado desde Hello nasty (1998). No vamos a descubrir acá el pulso imbatible de Beastie Boys para definir el rumbo contemporáneo del hip hop. Pero nunca deja de ser una tremenda sorpresa cuando son ellos mismos los que te recuerdan por qué esos pergaminos no llegaron gratis.
Hot sauce committee part two tiene 16 canciones y el espíritu libre de un colectivo que no mira los rankings ni la última moda para seguir rimando bajo sus propias coordenadas. Para dejarlo claro de entrada: esto es Beastie Boys modelo 2011, pero con carrocería clásica. Con bajos de inspiración funk y esas voces llenas de reverberancia, como si salieran disparadas desde un megáfono interespacial. Con una producción saturada y caótica y una instrumentación en vivo, orgánica, que también ha validado al trío como tres estupendos ejecutantes de bajo, batería y guitarra. Una buena muestra de ese perfil “hazlo tú mismo” aparece en Lee Majors comes again, la más potente de las descargas de punk y hardcore que hayan firmado en años. Una de esas melodías guitarreras que aspiran a mucho más que ser el “refresco estilístico” de un disco que, convengamos, sí está dominado por los mandamientos de la vieja escuela.
Nonstop disco powerpack, por ejemplo, tiene esa exquisita impronta de los pioneros del rap: es decir, callejera y artesanal, como fechada en 1981. Con samples de bajos saturados y una producción experimental en las voces que es otra de esas marcas distintivas de la banda que completan Mike D y Ad-Rock. Make some noise y Say it, dos de esas piezas abstractas y opresivas sobre las que estos tres MCs despliegan su artillería, también tributan el origen de un género que, este mismo disco lo confirma, los ha llevado a terrenos inexplorados por sus compañeros de generación. En Too many rappers, que cuenta con la colaboración del rapero y productor neoyorquino NAS, Beastie Boys entra en un terreno derechamente exploratorio y de genuina vanguardia, y en Don’t play no game that I can’t win, esta vez con la participación de la cantante Santogold, el trío en cambio suelta las amarras y abraza el pulso del dub y el reggae para la melodía que está más cerca de convertirse en algo parecido a un hit radial.
No está de más decirlo: acá no hay un Sabotage, un Intergalactic o algún hit equivalente que sirva como vía de acceso para lo mucho que tiene Hot sauce committee part two. Pero si no es un nuevo éxito lo que se busca, este es el lugar perfecto para ver cómo algunos van por la vida justificando con holgura el cartel de “clásicos”.
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