Hace ocho años recibí la noticia más inesperada de mi vida. La hija que aún estaba en mi vientre y que tanto ansiaba tenía síndrome de Down. Debo confesar que en un principio me costó entender por qué llegaba a mi vida una hija “diferente”, quien, aunque suene duro, hasta ese momento no cumplía mis expectativas como madre. Fue un duro golpe.
Cuando me enteré de la noticia sentí de todo. Rabia, frustración, desconcierto, miedo, en fin, no entendía nada y lo peor de todo, no sabía nada sobre esta condición.
Hoy miro hacia atrás y veo a esa madre llena de miedos, que lloró y que sintió que no podría y me encantaría regresar para decirle, sí se puede.
Fue duro darme cuenta que tenía miedo de vivirlo. No sabía si tendría la fuerza, mucho menos si podría con los desafíos que se me presentarían. Me preguntaba una y mil veces por qué a mí.
Fue un proceso complejo de aceptación, porque hasta ese momento solo estaba presente el desconocimiento y la incertidumbre. Me enfrenté conmigo misma y con todo lo que creía. La vida ya no sería la misma.
Ni ángel, ni bendición, ella solo es mi Amanda, que con su cromosoma extra me enseñó que lo podemos todo.
Hoy miro hacia atrás y veo a esa madre llena de miedos, que lloró y que sintió que no podría y me encantaría regresar para decirle, sí se puede. Le diría, serás lo que tu hija necesite. Serás fuerte y podrás ser parte de sus mayores logros, apreciándolos como un regalo. Entenderás que las diferencias que tanto te asustaban, solo hacen tus momentos más especiales.
Amanda, mi hija, me ha enseñado que ser feliz es una elección y que no depende de tu circunstancia. Su condición no define quien es y mucho menos quien será. Ella es una niña que ama la música, que ríe a carcajadas cuando hacemos voces locas, que disfruta de un paseo de mi mano, que goza el mar como nadie y que disfruta con pasión un rico helado. Ella es única.
De alguna forma me transformó. Me da motivos, me inspira y me hace más consiente. Ni ángel, ni bendición, ella solo es mi Amanda, que con su cromosoma extra me enseñó que lo podemos todo.
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