Nunca olvidaré una paciente que tuve hace muchos años. Nos dispusimos a realizar un historial acerca de sus hábitos alimenticios, de modo que le pregunté qué solía comer en las mañanas. “Bueno, sólo té y pan con jamón”, respondió ella. Luego le pregunté por el almuerzo, ante lo cual aseguró “otra taza de té y pan con jamón”. Lo mismo comía como colación e incluso como cena. En este último caso, la única diferencia es que agregaba un pedazo de pollo asado. Ella sabía cocinar y además me había revelado que el dinero no era problema, entonces ¿por qué una dieta tan limitada? “Bueno”, respondió, “simplemente me gusta mucho el pan con jamón”.
Existen diversas razones por las cuales podemos encasillarnos en una misma dieta día tras día. Nuestras elecciones son influenciadas por aquello que disfrutamos, lo que se ajusta a nuestro presupuesto, lo que sabemos preparar y lo que nos conviene. Algunas personas comen lo mismo a diario porque son los únicos alimentos en los que confían para mantener su peso estable. He conocido a quienes están tan enfocados hacia la salud, que repiten el menú todos los días con el solo propósito de alcanzar sus objetivos nutricionales. Incluso tuve un paciente que consumía a diario cantidades muy precisas de lo que él consideraba las “súper comidas”. Ni un poco más, ni un poco menos.
En general, me toca conocer muchas personas que comen lo mismo día tras día y que tienen inquietud por saber si esa práctica es buena o mala. Para ejemplificar mi respuesta, los invito a distinguir un régimen rutinario de uno monótono. Pues hay una gran diferencia entre tener un patrón alimentario sanamente consistente (rutina) y la obsesión de comer exactamente los mismos alimentos todos los días (monotonía).
En mi caso, mi patrón es más o menos el siguiente:
• Desayuno: proteínas con frutas o vegetales
• Almuerzo: proteínas y vegetales
• Colación: proteínas y frutas
• Cena: proteínas, vegetales y carbohidratos saludables
Notarán que dentro de mi patrón, lo que como cada día puede variar- y bastante. De hecho, es muy sensato desde el punto de vista nutricional el hacerlo de esa manera. Esto, porque cada alimento que ingerimos ofrece una combinación única de nutrientes. Las frutillas y los mangos son frutas, ambos, así como el brócoli y los espárragos son vegetales. Sin embargo, cada uno de ellos ofrece a nuestro organismo nutrientes distintos. El arroz integral y el camote pueden ser considerados carbohidratos saludables, pero nutricionalmente hablando son tan disímiles como el día y la noche.
Si estamos confiando en los mismo alimentos día tras día, debemos hacer un esfuerzo por probar algo nuevo una o dos veces por semana. En vez de una ensalada de lechugas, intentemos hacerla con espinacas crudas. Cocinemos con los vegetales que siempre nos han llamado la atención pero nunca hemos probado. Otra idea es aventurarnos con una variedad distinta de algo que comemos todo el tiempo, por ejemplo, clementinas en vez de naranjas, o repollo morado en vez del tradicional. Una de las maneras más eficientes para salir del rodado alimenticio es considerar cada comida como una oportunidad para “revolverlas”.
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