Llega la Navidad y los árboles de Pascua junto con la figura del Viejito Pascuero. Y aunque los adultos sabemos que esta fiesta es también sinónimo de marketing, los niños pequeños gozan con estas fechas creyendo fervientemente en la existencia del Viejito Pascuero que recibe sus peticiones de regalos y en Nochebuena –siempre y cuando se porten bien-, recibirán sus obsequios como premio.
¿Es sano que los niños crean en esta fantasía?
Como padres, muchas veces nos cuestionamos si es positivo que nuestros hijos crean en esta historia, o si hacemos bien al recalcar la existencia del Viejito cuando empiezan las preguntas del niño.
Según explica María Paz Guzmán, psicóloga infantil de Clínica Avansalud, la creencia en el Viejito Pascuero es propia de nuestra cultura occidental y es parte de la realidad a la que los niños están expuestos cotidianamente en estas fechas. “Sin duda es un elemento que apoya las funciones de socialización de los pequeños con su entorno. Creer en Papá Noel promueve en los menores un espacio en que lo mágico es posible y promueve el ejercicio de la fantasía como base de la creatividad”, explica.
Creer y dejar de creer
No existe una regla que indique cuál es la edad ideal para dejar de creer en el Viejo Pascuero, pues se trata de una experiencia diferente para cada niño.
“En la medida en que ellos dejen de necesitar esta fantasía o más bien, la función que cumple, por sí solos la abandonarán”, comenta la psicóloga, agregando que los padres “deben estar atentos a las necesidades de sus hijos, acogerlos y también sostenerlos cuando ellos se han dado cuenta de la realidad”.
¿Positivo o negativo?
La experta aclara que la creencia en el Viejo Pascuero no tiene ventajas o desventajas propiamente tales. “El único punto en contra podría estar del lado de los adultos en tanto no estemos atentos a la función de la fantasía en los niños, y por tanto no escuchemos y les impongamos una realidad que aún no pueden ver o intentando que mantengan algo en lo que han dejado de creer, según sea el caso”, explica.
Por otra parte, “también sería complicado que nos limitemos a ver en esta creencia una simple excusa para fomentar el consumismo en la familia y en nuestros hijos”, concluye la experta.
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