Se podría pensar que con hijos grandes, en la universidad y casi terminando el colegio, ya no queda tiempo para pensar en agrandar la familia. Las primeras reflexiones dan origen a las dudas de comenzar todo de nuevo: cuidados, pañales, virus, restricciones, gastos… miles de situaciones que no suman.
Pero llega el día en que sabes que un nuevo hijo o hija llegará a tu vida y esos primeros pensamientos pasan a la historia y simplemente forman parte del anecdotario negativo y absurdo de los que ven la vida desde la óptica del vaso medio vacío.
Y llegan los sueños y las esperanzas. La noticia inunda la casa sólo con sonrisas y el amor de la dulce espera. Comienzan las opiniones y las palabras que cobran sentido sólo en el corazón de la familia. El nombre, si es mejor que sea niña o niño, los arreglos, la cuna con sus múltiples opciones, hasta del colegio se habla… Aún no nace.
Se confirma que mi tercer hijo está por llegar… Un pequeño dato: son sólo 16 años de diferencia con su hermano que lo antecede
Los controles con el médico, las ecografías que cada vez son más impresionantes, cada cambio, cada progreso y cada razón para estar loco de ansiedad y de amor.
La noticia del género es todo un suceso. Que la forma de la guatita indica tal cosa, que tienes puros hombres, por lo tanto, una mujercita completaría tu vida, que la abuelita dice esto y las amigas esto otro… nada que hacer con la historia escrita y definida para cada uno de nosotros. Casi te convencen de que esperas una niña… hasta que el médico confirma que tu guagua es un hombre.
Sorpresa, alegría, impacto… todo junto. Se confirma que mi tercer hijo está por llegar… Un pequeño dato: son sólo 16 años de diferencia con su hermano que lo antecede… Nada.
Tiene nombre, tienen padres y tiene hermanos. Se llamará Santiago. Nos elegiste como papás y nosotros te recibimos como nuestro hijo, como Santiago, a secas, sin segundo nombre. Independientemente de las opiniones y de las tradiciones que pudiesen ordenar otra cosa. Un aviso: No nos interesan las opiniones en este aspecto.
Cambian las rutinas, cambian los tiempos, cambian las actividades, pero lo que no cambia es lo que sientes. Sientes que eres más joven, sientes que tienes fuerza y energía.
Los papás, felices y ansiosos. Desde la primera noticia, desde el primer test después de ver “El Padrino” todos juntos… desde ese día quería ver su cara, quería sentir su respiración y quería sentir su mano pequeña tomándose de mis dedos…
¿Es verdad que todo cambia? No es verdad. Uno siente igual. El corazón late fuerte sin parar, como la primera vez. Lo que cambia es la forma. El tener hijos grandes te prepara mejor para recibir a este nuevo hijo. Tan pequeño, tan dulce, tan mío.
Cambian las rutinas, cambian los tiempos, cambian las actividades, pero lo que no cambia es lo que sientes. Sientes que eres más joven, sientes que tienes fuerza y energía, sientes que todo se puede hacer de nuevo y que se puede hacer mejor.
Soy inmensamente feliz. Una palabra para los agoreros… para aquellos que te dicen “valiente”, para los que te mencionan “todo lo que se te viene”… Nadie me quita la mirada, la ternura, los balbuceos, las sonrisas, los despertares, los movimientos… nadie me quita el corazón, nadie me quita el regalo de ser padre, nadie me quita la felicidad de ser familia.
Sientes que la vida es bella, que la vida te premia, que la vida te sigue dando oportunidades para ser mejor persona, para ser mejor compañero, para ser mejor papá.
Tener un hijo después de tantos años te hace retroceder en el tiempo y te hace volar hacia el futuro de golpe. Te renueva, te hace sentir todo a flor de piel, te anima a aprovechar cada instante de la vida. Te invita también a ser más responsable, a cuidar la salud y a planificar un poquito mejor… sólo un poquito, en todo caso.
Tener un nuevo hijo es lo mejor de la vida. Las risas se arrancan solas, las excusas para llegar más luego a casa se multiplican, las ayudas no son ayudas, son compromiso; las palabras no alcanzan, los sueños no terminan, los juegos se inventan y las canciones brotan y se repiten.
Gracias a mi compañera de mil batallas por darme el regalo de ser padre nuevamente
Soy inmensamente feliz. Una palabra para los agoreros… para aquellos que te dicen “valiente”, para los que te mencionan “todo lo que se te viene”… Nadie me quita la mirada, la ternura, los balbuceos, las sonrisas, los despertares, los movimientos… nadie me quita el corazón, nadie me quita el regalo de ser padre, nadie me quita la felicidad de ser familia, nadie me quita el orgullo de esta nueva oportunidad.
Finalmente, sólo dar gracias a la vida. Gracias a mi compañera de mil batallas por darme el regalo de ser padre nuevamente, gracias a mis hijos por ser los mejores hermanos…
A no olvidar: cada día tiene su afán. El mío es ser un mejor papá. No quiero más.
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