Es todo un referente a la hora de hablar sobre temas de apego, lactancia y crianza natural. El reconocido pediatra español, Carlos González, que cuenta con una serie de bestsellers de su autoría, entre los que destacan “Bésame mucho” y “Mi niño no come”, visitó por tercera vez nuestro país en 2017 en el marco de una serie de exitosas charlas que dictó en varias regiones a lo largo de Chile.
“Espero poder ayudar a los padres y madres de Chile a disfrutar más de sus hijos. Porque demasiadas veces nos hablan de nuestros hijos como si fueran enemigos en potencia siempre dispuestos a tomarnos el pelo y aprovecharse de nosotros, como su hubiéramos tenido hijos para tener a quién gritar y a quién castigar”, dijo.
Nosotras aprovechamos su visita para entrevistarlo. Revisa todo lo que nos dijo a continuación.
Lactancia Materna
– Durante estos días se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, sin embargo muchas madres no logran tener una lactancia materna exclusiva y deben recurrir a la formula. ¿Cuál cree que es el principal problema?
Creo que el principal problema es la falta de apoyo eficaz por parte de los profesionales de salud. Porque si las cosas se hacen bien, las madres que necesiten recurrir a la fórmula no serán “muchas”, sino “muy pocas”.
– Se habla de lactancia “prolongada” cuando se da pecho sobre los dos años, pero se ve como algo poco común ¿Por qué crees que se da esa situación?
Supongo que se le llama “prolongada” porque no estamos acostumbrados a verlo. En realidad, la OMS no recomienda dos años de lactancia como máximo, sino como mínimo. Así que dar el pecho menos de dos años quizás se debería llamar “lactancia reducida”, y más de dos años es simplemente lo normal.
– Aún existen muchos pediatras que aconsejan el uso de fórmula y dicen que la leche materna después del año no alimenta al bebé ¿Qué opinas de esto?
Después del año, la leche materna tiene más calorías y por tanto alimenta más. Es una lástima que algunos no se hayan enterado. Y eso que los fabricantes de fórmula lo tienen bien claro, en su publicidad siempre dicen algo así como “la más parecida a la leche materna” o “cada vez más cerca de la leche materna”. Ninguno dice ” la leche materna es una porquería, la nuestra no se parece en nada”.
Tipos de apego
– ¿Qué se necesita para generar apego entre un bebé y sus padres?
Todos los bebés desarrollan una relación de apego con una persona, habitualmente su madre, y a partir de ahí desarrollarán a lo largo de la vida otras relaciones de apego con algunas otras personas: padre, hermanos, cónyuge, hijos, etc.
El apego se va formando a lo largo del primer año. Si el niño ve que cuando necesita o pide algo habitualmente le atienden, si ve que cuando llora habitualmente le consuelan, si ve que le tratan con cariño, desarrolla un apego seguro. Con uno o dos años, si ese niño se separa de su madre en un lugar extraño normalmente llora y la llama, y cuando ella vuelve pide brazos, se consuela rápidamente y sigue jugando.
El niño que ve que a veces le hacen caso y a veces no, puede desarrollar una apego inseguro resistente. Tras una breve separación, llora, llora y llora y tarda mucho en volver a jugar tranquilo. Ha descubierto que necesita llorar mucho para que le hagan caso.
El niño que ve que la mayor parte de las veces no le hacen caso, puede desarrollar un apego inseguro evitante. Llora poco, pide pocos brazos: es tan terrible sentirse rechazado, que prefiere no pedir nada.
Estos tres tipos de apego son “normales”. Un tercio o de las personas han tenido un apego inseguro. Son estrategias que cada niño establece para convivir con el tipo de madre que le ha tocado.
Algunos niños, sobre todo maltratados o abandonados, no son capaces de establecer ninguna estrategia. Su madre tan pronto les mima como les pega, es impredecible. Esos niños pueden desarrollar un apego desorganizado: nunca saben qué hacer.
– Se dice que el porteo, el colecho y la lactancia materna no necesariamente aseguran un buen apego ¿estás de acuerdo? ¿De qué manera se podría generar apego sin esos ingredientes?
El porteo, el colecho y la lactancia están muy bien, pero el apego seguro depende de otra cosa. Porque ha de quedar claro que cuando hablamos de hacer caso al niño o atender sus necesidades no estamos diciendo “darle todo lo que pide”. Si un niño pide un caramelo, se lo puedes dar o no. Pero si se lo das, puedes dárselo en plan “toma, cariño, el caramelo que querías”, o en plan “me tienes harto, toma el maldito caramelo y calla de una vez”.
Y si no se lo das, puedes hacerlo en plan “lo siento, cariño, caramelos no, que ya sabes que son malos para los dientes”, o en plan “ya está bien, eres un caprichoso, como vuelvas a pedir un caramelo te vas a enterar”. A veces se le da lo que pide, a veces no, porque puede pedir cosas que no le convienen, o que no podemos pagar, o que son peligrosas, o que no tenemos tiempo para darle. Pero siempre, siempre, siempre, tanto si le decimos que sí como si le decimos que no, podemos tratarle con cariño y respeto. Siempre podemos hacerle caso.
Del mismo modo, puede haber niños que vayan todo el día en brazos… incluso cuando no quieren. Pueden querer jugar, o bajar al suelo, o decirle algo a su madre, y les ignoran. Están en brazos, pero no les hacen caso. Cuando un niño llora, es posible tomarlo en brazos haciéndole caso, mostrándole que nos preocupamos por él, “¿qué te pasa, mi vida, por qué lloras? Ven, Papá está aquí contigo”; y es posible tomarle en brazos sin hacerle caso, ignorando o ridiculizando su problema: “¡Qué vergüenza, llorando como un bebé, los niños no lloran!”, “Te pones muy feo cuando lloras”, “a papá le duele la cabeza cuando lloras, calla de una vez”, como si mi dolor de cabeza fuera más importante que su llanto, como si yo no tuviera que preocuparme de consolar a mi hijo, sino que él, con dos años, tuviera que consolarme a mí.
Y al revés, hace unas décadas tal vez a nuestras propias madres les había dicho una y otra vez que “no hay que tomar a los niños en brazos, porque se malcrían”. Y muchas mamás se lo creyeron, porque lo decían “los expertos”. Pero unas simplemente dejaban al niño en la cuna llorando, mientras que otras se acercaban a la cuna, y sin sacar al bebé (¡porque estaba prohibido!) le hablaban, le cantaban, intentaban consolarle, y el bebé sabía que le hacían caso y le querían, aunque no le tomasen en brazos.
– ¿Hasta qué edad se considera normal que un niño solo quiere estar en brazos con su madre y llore cuando lo cargan otros?
Será muy variable. Un bebé de dos meses normalmente se deja tomar en brazos por cualquiera. A los nueve, aceptará a sus padres y abuelos (si los conoce bastante), pero probablemente llore con desconocidos. a los cuatro años tal vez no llore en brazos de un desconocido. Pero tampoco nos parecería muy normal que un desconocido le tomase en brazos, ¿verdad? A los doce años no querrá que su madre le tome en brazos, especialmente en presencia de sus amigos.
– ¿Qué características debería tener un adulto que tuvo un buen apego en su infancia y que falencias podría tener quien no lo tuvo?
Lo que ocurre es que los patrones de apego tienden a repetirse. Quien tuvo un apego seguro con sus padres es más fácil que tenga un apego seguro con su marido o su esposa, con sus propios hijos, con algunos amigos íntimos. Y quien tuvo un apego inseguro, es fácil que repita patrones de apego inseguro con otras personas.
– ¿Cómo un padre puede generar apego con su hijo(a)?
Los patrones de apego tienden a repetirse. Y por tanto, es más fácil que el niño tenga un apego seguro con su padre si tiene un apego seguro con su madre. Contrariamente a lo que muchos creen, el niño que tiene un apego seguro con su madre no se queda “enmadrado” y aislado del mundo, sino que se siente más seguro de sí mismo y tiene más facilidad para abrirse al mundo y establecer nuevos vínculos con otras personas.
El padre que quiere tener un buen vínculo con sus hijos, se tiene que esforzar. No puedes quedarte en el sofá viendo el partido y esperar a que tu hijo venga a sentarse a tu lado. Apaga la tele, cuéntale cuentos a tu hijo, llévalo a los columpios, consuélalo cuando llora, responde amablemente a sus infinitas preguntas.
– En Chile existen familias de acogida para niños que esperan por ser adoptados. Muchos de ellos son cuidados por una familia provisoria hasta que encuentran una familia que los adopte (esto pueden ser un par de meses desde que nacen hasta los dos años e incluso más) ¿Qué pasa cuando se genera apego de niños pequeños con una madre cuidadora durante más de un año y luego deben separarse para siempre? ¿Cómo impacta esa separación en el desarrollo del niño?
Perder a una madre siempre es duro. Es duro a cualquier edad, pero muy especialmente para un niño pequeño. No importa si es la madre biológica, o la madre de acogida, o la madre adoptiva: si la pierdes, te has quedado huérfano. Si ya es horrible perder a tu madre con dos años, imagina lo que es perder a varias madres una detrás de otra (y no sólo la madre, sino al mismo tiempo perder a toda la familia y comenzar de nuevo con completos desconocidos). Habría que evitarlo. Un niño no debería ir pasando de mano en mano, de familia en familia.
Pero ojo, sería un grave error que la familia de acogida intentase no hacer mucho caso al niño “para que no cree un vínculo y no sufra tanto cuando se vaya”. Tener un vínculo y perderlo es duro, pero no tener un vínculo es mucho peor.
– En nuestro país el post natal termina a los seis meses, y son muchas las madres que, aunque no quieran dejar a su pequeño, tienen que retornar al trabajo y tener a su bebé en una sala cuna. En el caso que el niño este en un buen ambiente en su jardín, ¿qué consecuencias podría traer al bebé separarse tan pronto de su figura materna? ¿Cuándo es pertinente que comience a ir al jardín?
Los bebés no lo pasan bien cuando se separan de su madre. Lloran, se enfadan, se despiertan más por la noche. Estudios en Estados Unidos e Inglaterra muestran que aquellos niños que han empezado antes el jardín y han pasado allí más horas al día muestran un comportamiento más agresivo años después.
Necesitarlo, no lo necesitan nunca. La escuela puede empezar perfectamente a los seis o siete años. Yo mismo no pisé una escuela hasta los cinco. A partir de los tres años, normalmente no les molesta ir al jardín. No es que lo necesiten para su aprendizaje, pero tampoco suelen llorar, sino que se divierten mucho jugando con otros niños.
Criar con respeto
– Muchas educadoras de párvulo dicen que desde que la crianza respetuosa está “de moda”, reciben a niños que no saben recibir un “no” por respuesta y con muy baja tolerancia a la frustración, según sus análisis dicen que los padres han mal entendido la crianza respetuosa. ¿Qué les responderías?
Pues no sé si algunos padres habrán entendido mal lo de la crianza respetuosa. Es posible. Y también es posible que lo hayan entendido mal algunas educadoras.
No creo que haya niños que nunca han recibido un “no” por respuesta. “No toques ese cuchillo, no pegues a tu hermano, no comas tantos caramelos, no te bebas el disolvente de la pintura, no le pegues patadas al gato, no tires la cartera de papá por la ventana, no le pegues martillazos al ordenador, no arranques páginas de la enciclopedia, no saltes por la ventana…”. Seguro que todos los padres han dicho “no” a sus hijos cientos de veces. Para empezar, si tan consentidos están, ¿qué hacen en un parvulario?
Si de verdad hay niños que no saben aceptar un “no” y tienen muy baja tolerancia a la frustración, ¿seguro que antes no había? Hace treinta, cincuenta, doscientos años, ¿no había ningun niño así? Hay libros escritos en el siglo XIX que ya se quejan de que existen niños “malcriados” y “consentidos”. Así que eso niños ya se habrán hecho mayores. Algunos serán taxistas o albañiles, ingenieras o diputadas nacionales. Es posible que algunas se hayan convertido en educadoras de párvulos. Una educadora que no esté acostumbrada a escuchar un no por respuesta puede sorprenderse de que un niño de dos años le diga “no”. Una educadora con poca tolerancia a la frustración tal vez no tolere bien la frustración que eso le produce. Pero seguro que también hay muchas educadoras que no se sienten amenazadas por la negativa de un niño de dos años.
– ¿En qué casos crees que se mal entiende la crianza respetuosa?
Un problema que a veces detecto es la confusión entre “hablar con los niños” y “someter a los niños”. Es bueno hablar con los niños, explicarles las cosas. Pero basta con una breve explicación. “Ven a vestirte, que vamos a ver a los abuelos”, “después de comer hay que lavarse los dientes para que no se estropeen y se caigan”. No hace falta que el niño conteste, ni que nos dé la razón; simplemente se anuncia lo qe se va a hacer, se hace y ya está. Pero algunos confunden eso con soltar largos sermones, en versión enfadada “¡A tí te parece que esta es forma de tratar al perro! ¿Te gustaría que te lo hicieran a tí? ¡Mírame cuando te hablo!” o en versión lastimera “Ven, ya sé que no te quieres cambiar la camiseta, pero es importante estar limpios para ir a ver a los abuelos, qué va a pensar la gente si te ve por la calle con esta mancha, ¿verdad que tú no quieres que se rían de tí por la calle?…”. Y seguir y seguir, hasta que triunfe nuestra superioridad dialéctica y el niño diga “sí, Papá, sí, Mamá, tenéis razón, yo estaba equivocado y lo siento”.
– ¿Cuál es la clave para poner límites respetuosamente?
Pues eso, el respeto. Igual que ponemos límites a los adultos. ¿Cómo nos habla, o como nos gustaría que nos hablase un policía? “¿Estás ciego o qué? ¿No has visto la señal? ¡Aquí está prohibido estacionar! ¡Muévete ahora mismo o te meto una multa” o bien, “disculpe, señor, aquí no se puede estacionar, tiene que mover el coche. Si gira en la segunda a la izquierda encontrará espacio”. Hablar amablemente, ofrecer ayuda, y la gente obedece igual.
– ¿Cómo se debería aplicar la crianza respetuosa en adolescentes?
Los adolescentes son muy simpáticos y muy fáciles de criar. Los bebés no saben explicarnos lo que les pasa, los adolescentes sí (y nos lo explicarán, si saben que les escuchamos). No nos acordamos de cuando éramos bebés, pero sí de cuando éramos adolescentes; nos es más fácil comprenderlos.
Pero, claro, aquí es donde pueden fallar algunos métodos de crianza. Si dejaste llorar a tu hijo pequeño sin hacerle caso, si repetidamente no acudiste cuando te llamaba, ¿crees que ahora tendrá confianza para pedirte ayuda o consultarte sus preocupaciones? Y si basaste tu autoridad en el uso o la amenaza de la fuerza, ¿qué harás ahora, que es más fuerte que tú?
Pediatras vs padres
– ¿En qué deben fijarse los padres a la hora de buscar un pediatra?
Pues supongo que lo mejor es hablar con otras personas que tengan hijos y ver cómo les va con sus pediatras. Recordando que el pediatra es un médico. No es un psicólogo, ni un educador, ni un sacerdote, ni un gurú. Lo que necesitas de un pediatra es que sepa diagnosticar y tratar las enfermedades de los niños. No necesitas que tenga tus mismas ideas sobre educación, como no necesitas que tenga tu misma religión o sea seguidor del mismo equipo de fútbol.
– ¿Los pediatras deberían contestar llamados para aclarar dudas por teléfono o whatsapp?
Sí, ¿no? Sabiendo que en algunas ocasiones se puede resolver por teléfono y en otras hay que decir, “tráigalo a la consulta”. Sabiendo que los que trabajan en el sistema público no tienen por qué trabajar fuera de su horario, ni hacer esperar a los que están allí físicamente para dar prioridad a los que llaman por teléfono. Y que los que tienen consulta privada decidirán si quieren cobrar, y cuánto, por las consultas telefónicas.
– Si pudieras hacer una lista de los errores que más repiten los padres que acuden a tu consulta ¿Qué escribirías?
Creo que en general el mayor error es preocuparse por cosas que no van a pasar. Que si no caminará nunca, que si no controlará nunca el pis, que si no hablará nunca, que si nunca dormirá solo, que si toda la vida tendrá rabietas. Y muchas veces cosas que no sólo no van a pasar, sino que si pasasen no tendrían ninguna importancia, que si no hay forma de quitarle el chupete, que si no mastica, que si pisa los charcos y se ensucia. A los veinte años, su hijo no va a usar chupete, no va a comer triturados, no va a pisotear charcos y si lo hace, ojalá sea eso lo peor que hace.
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