Uno de los vínculos más importantes y complejos que se tiene en la vida es la relación con nuestra madre. Con ella vivimos el primer acercamiento a la vida, posteriormente, una vez fuera de ella, es la que nos otorga, junto a nuestro padre, la confianza básica para desarrollarnos en el mundo.
La madre es la encargada de traducir el mundo interno de su hija/o, de poner en palabras a lo que está sintiendo ese nuevo ser, labor intuitiva que realiza empatizando con sus propias emociones. De esta manera, la relación con nuestra madre estará presente cada vez que nos vinculamos con los otros y por eso es necesario mirar y resolver nuestros conflictos con ella.
Este es un proceso que requiere conectar con nuestras frustraciones, dolores, rabias y miedos. Sin ello, es imposible que nuestro agradecimiento hacia ella sea genuino. Una de las formas de comprender el maternaje de nuestra madre es conociendo su historia. Ella se ha enfocado en hacer lo mejor que pudo con los recursos emocionales que tenía, donde tuvo que dejar de lado sus propias emociones para apoyar el crecimiento de una nueva vida.
En constelaciones familiares se trabajan frases sanadoras que plantean la importancia de tomar a nuestra madre tal cual es, liberándonos de toda expectativa que busque pensar en qué hubiera sucedido si ella procediera a criarnos de una forma distinta. A veces es nuestra niña/o interna/o el que sigue pidiendo a mamá que cambie, por lo que el crecer supone que como adultos entendamos que nuestra madre nos dio todo lo que pudo y aquello que nos faltó como adultos, podemos resolverlo nosotros mismos.
Es tan importante mirar con buenos ojos a nuestra madre, que incluso se nos olvida que cada vez que la criticamos, nos criticamos a nosotros mismos, dado que venimos de ella y a su vez, muchas veces lo que se rechaza son patrones que repetimos.
La madre representa nuestra relación con la vida, el disfrute, el éxito y el dinero, y a su vez, nuestra propia maternidad. Este último concepto es amplio, va más allá de ser madre de hijos vivos y con ellos es importante reconocer como madres a aquellas mujeres que han tenido pérdidas de niños en gestación. Asimismo, también somos madres cada vez que desarrollamos un proyecto y aquellos que se dejaron de concretar también son hijos que quedaron en el camino.
Por otra parte, es importante poner atención en aquellas relaciones en las que nos convertimos en madres sin serlo, como por ejemplo, con nuestra pareja, amistades, hermanos/as o nuestros propios padres. En estos casos olvidamos que el otro ya tiene una madre (independiente de cómo sea). Estas son dinámicas que generan conflictos y que, a su vez, impiden a esa madre estar disponible para sus hijos reales.
Para identificar estas dinámicas debemos preguntaros si estamos actuando desde el rol que nos corresponde o si estamos resolviendo como madres, teniendo claridad de que cada vez que hacemos esto limitamos el crecimiento de la otra persona.
La maternidad es uno de los roles más exigentes y criticados socialmente, con ideales imposibles de cumplir, y con múltiples formas de ejercer. Por eso es que es importante que no evaluemos ni juzguemos el proceder de otras madres, dado que no existen buenas o malas, solo mujeres que tienen su propia historia y que hacen lo mejor que pueden. Y, a su vez, tener claridad que la vida es un aprendizaje y las madres nos permiten crecer y sanar lo que haya que resolver transgeneracionalmente.
Por eso que esta fecha sea un periodo para mirar la historia con nuestra madre y como siempre haciéndolo “amorosa-mente”.
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