Es normal encontrar hombres con novias más jóvenes, sin embargo las chicas también se están atreviendo a entablar relaciones con muchachos con menos edad, pese a las presiones sociales y al qué dirán.
“Nos conocimos cuando yo estaba en la U y él saliendo de cuarto medio. El era hermano de una compañera mía. Como yo estudiaba literatura, siempre le había hecho clases de repaso para la PSU a mis primos chicos, fue por eso que mi amiga me pidió que ayudara a Javier”, cuenta Natalia, una profesora de 28 años que pololea con un universitario siete años menor que ella.
Las relaciones con diferencia de edad, hoy por hoy son más aceptadas que antes, sin embargo, cuando las mujeres aventajan en años al hombre, los comentarios por detrás no faltan; aunque se diga que vivimos en una sociedad “open mind” hay cosas que ni los más liberales admiten. Pero la opinión del resto no es lo único a lo que se enfrentan estas parejas. Los problemas derivados de la “posición de poder” en que se encuentran ellas al estar con alguien menor, a la larga pueden influir en la convivencia.
Las posibilidades de que una relación en la que existe diferencia de edad son altas, pero el camino siempre será más complicado, explica Josefina Guzmán, psicóloga de Clínica Indisa, por eso en estos casos es conveniente destacar la complementariedad que se da entre las experiencias de vida de ambos y no las diferencias.
“Socialmente se habla de una ‘pareja perfecta’ cuando ambos tienen los mismos proyectos; me parece muy aprisionante pensar eso, pues los hombres tienen códigos de proyectos y de aprendizajes que muchas veces pueden ser considerablemente distintos a los de ellas. Cuando hay diferencias de edad, prima la complementariedad más que la simetría, ante lo cual los roles que mantienen esas diferencias deben ser flexibles, turnarse decisiones, formas de ser, acciones, etc”, señala la experta.
CABEZA VERSUS CORAZON
“Aunque Javier ya estaba saliendo del colegio igual era un niño en comparación a mi, porque yo estaba terminando mi carrera y tenía proyectos totalmente distintos. Mi idea era encontrar pega pronto para irme de la casa y ser independiente. El en cambio, él quería quedar en una buena universidad para estudiar ingeniería, o sea recién iba a vivir el ciclo que yo ya estaba cerrando. Lo terrible fue que enganchamos al tiro y yo no entendía por qué si él era tan chico. A pesar de que era menor que yo teníamos gustos parecidos y él era muy maduro para su edad, mucho más que otros pololos que tuve en el pasado”, recuerda la profesora de literatura.
Hoy Natalia tiene 27 y su pololo 20. Llevan dos años juntos y según ella tienen “algo más estable que lo que pueden lograr parejas de la misma edad”. Ella cree que la suerte también es un factor a considerar, pero que la voluntad y el cariño también son esenciales para que funcione.
“Lo terrible fue cuando me di cuenta que me gustaba de verdad y que no era pura atracción física, porque de repente uno puede encontrar guapo a alguien más chico, es súper normal. Y no te miento, en un principio pensé que estaba enferma, ¿cómo me iba a gustar un ‘pendejo’? Pero resulta que ese ‘pendejo’ me hizo descubrir que los parámetros sociales no pueden determinar tu vida sólo porque hay que hacer lo correcto. Me arriesgué un montón, porque tenía una amiga de por medio y además a la familia de él y a la mía”, cuenta Natalia.
“NO ME IMPORTA QUE USTED SEA MAYOR QUE YO”
Un día los padres de Javier se enteraron de que él estaba con Natalia porque los vieron darse un beso en la entrada de la casa; sí, la misma joven universitaria que vieron mil veces en la mesa del comedor enseñándole los ejercicios de los faxímiles a su hijo y que se sentaba con ellos a tomar once estaba “engatusando a un escolar”. Esto fue como un balde de agua fría para ellos: su mamá lloró toda una semana y su papá lo amenazó con echarlo de la casa si seguía con esa “tontera” en la cabeza.
Durante al menos dos meses tuvieron que verse a escondidas. Entre medio, Javier dio la PSU y los resultados fueron muy buenos, pues quedó en ingeniería civil en una universidad tradicional. Eso calmó los problemas en su casa y sus padres estuvieron dispuestos a negociar con él. Ellos sabían que seguía viéndose con Natalia y que aunque le prohibieran hacerlo no debían, porque él ya era grande y tenía que tomar sus propias decisiones. Aunque dejaron de reprimirlo, le exigieron que mientras él viviera con ellos tenía que privilegiar su carrera y no “mandarse ninguna embarrada de la que se fuera a arrepentir”, claramente aludiendo a que no fuera a dejar embarazada a Natalia, quien en ese tiempo ya era su polola.
“Lo más terrible de este proceso fue perder a una amiga, pero después entendió que esto no era una simple ‘calentura’ del momento por su hermano chico. Finalmente se dio cuenta de que en serio queríamos estar juntos. Igual yo soy súper atinada en ese sentido, no le cuento cosas de nosotros porque igual me pongo en su lugar, o sea, nadie quiere escuchar intimidades de su hermano. Por el momento puedo decir que estamos súper bien, y que pololeamos como cualquier pareja”, cuenta la chica de 28 años.
La única diferencia en esta pareja es que ella trabaja y él estudia. La doctora Guzmán dice que esto “sí puede afectar la relación, debido a los parámetros sociales que siguen primando en el hombre; el rol de proveedor sigue caracterizando las condiciones laborales de ellos y, por tanto, de su masculinidad”, sin embargo, si este ámbito se conversa puede neutralizarse, explica la experta. Así lo hicieron ellos: Javier ahora tiene un trabajo part time, que le permite ir de forma normal a la universidad y también tener dinero.
“Ahora estoy súper feliz porque los dos estamos haciendo lo que queremos y como pareja nos llevamos excelente en todo sentido. Pero lo mejor es que Javier ahora usa barba, así pasa más ‘piola’ que yo soy mayor que él”, cuenta riendo la joven que un día, sin querer, se enamoró del hermano chico de su mejor amiga.
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