Matrimonio y convivencia frente a frente. ¿Cuál nos hace más felices? Un estudio de la Universidad de Colonia, Alemania, buscó responder esta pregunta y, para eso, pidió a 22 mil hombres y mujeres -casados y convivientes- de 30 países, incluido Chile, que evaluaran su nivel de felicidad con notas del uno al siete. Los resultados revelaron que en hombres no había diferencia. Sin importar si eran latinos o europeos, su estado civil no tenía ninguna incidencia sobre su felicidad. Con las mujeres, el panorama era distinto.
Entre las europeas, casadas y convivientes se mostraron igualmente felices y en algunos países, incluso, las mujeres que convivían expresaron más satisfacción que las casadas. Entre las latinas, en cambio, la balanza se inclina siempre y notoriamente hacia las casadas. Con una sola excepción: las chilenas.
La investigación se realizó el año pasado y, aunque aún no ha sido publicada, sus autores adelantaron algunos de sus resultados a La Tercera. “Las mujeres casadas en América Latina son más felices que sus pares que conviven. Sin embargo, en Chile, la diferencia de felicidad entre los dos grupos no es tan grande como en otros países de la región”, dice Olga Stavrova, investigadora de la U. de Colonia.
En efecto, la brecha entre chilenas casadas y convivientes fue de apenas 0,12, casi nada si se le compara con el 0,37 de las brasileñas o el 0,41 de las mexicanas (la diferencia más alta de la región). Y mucho más cercana a las cifras que exhiben las europeas: 0,05 entre las francesas, 0,07 de las españolas o 0,04 de las inglesas.
“Ha habido un tránsito cultural en torno al proyecto de pareja: lo que antes era transgresor, hoy mucha gente lo asume como algo normal. La convivencia está legitimada”, dice Adriana Palacios, sicóloga social de la Universidad del Desarrollo. Los números reflejan esta validación: cifras del Instituto Nacional de Estadísticas muestran que en 1992, el 6% de la población convivía, mientras que en 2009 este número se había duplicado: 13%. La Encuesta Nacional Bicentenario, hecha por la UC entre 2006 y 2010, también dimensiona el fenómeno: el 22% de las personas entre 25 y 34 años convive. Y, según Encuesta Nacional UDP de 2010, el 66% de los jóvenes de entre 18 y 29 años está de acuerdo en convivir.
En opinión de los expertos nacionales, la demora en contar con una ley de divorcio fue clave en este sentido: “Hace 20 años, la vida en pareja era sinónimo de casarse, pero la ausencia de una normativa que rompiera el vínculo legal hizo que se legitimara el vivir sin estar casados”, dice Gonzalo Tapia, sociólogo de la UDP. A lo que se suma la promulgación, en 1998, de la ley de filiación, que otorgaba igualdad ante la ley a los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio. “El reconocimiento de todos los hijos por igual fue muy importante. Si este estudio hubiese sido aplicado en el país antes de esa ley, sus resultados habrían sido muy distintos”, agrega Silvia Lamadrid, socióloga de la U. de Chile.
Caso de estudio
El caso chileno no pasó inadvertido para los investigadores alemanes: si bien la brecha de felicidad entre mujeres casadas y convivientes se acerca a la realidad europea, choca con cifras particularmente conservadoras en lo relativo a percepción de roles de género. Stavrova explica que la mayoría de las personas en Chile mostró actitudes muy conservadoras en este sentido: ante la opción “Aunque está bien que las mujeres trabajen, lo que ellas realmente quieren es estar en el hogar con los niños”, el 72% de los chilenos -hombres y mujeres- se mostró de acuerdo. En el país más liberal del estudio, Dinamarca, sólo el 23% compartió esta idea. Entre los brasileños tuvo un 71% de aceptación y en México, un 60%.
Según la autora, es esa dicotomía -la mayor legitimidad social que ha alcanzado la convivencia y, al mismo tiempo, una permanente consideración del rol de la mujer en la casa- la que no permite disminuir la brecha e, incluso, eliminarla.
Los expertos chilenos que analizan la situación dicen que esta brecha se va a mantener, pues la convivencia sigue entendiéndose como un paso previo al matrimonio. “La convivencia se ve como un estado transitorio, donde se casan si hay hijos; en Europa, en cambio, es un modelo alternativo al matrimonio, donde la gente no se casa aun teniendo hijos”, dice Eduardo Valenzuela, director de la carrera de Sociología de la U. Católica. De hecho, se estima que actualmente el 87% de los jóvenes apoya la convivencia prematrimonial, según la encuesta de la UDP.
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