Coca Guazzini, actriz
Mi primer trabajo lo tuve cuando tenía 16 años. Fue en la época de Navidad, yo venía saliendo de 2° medio, y necesitaba dinero para comprar regalos a mi familia. Me ‘apituté’ con unos amigos de mis papás para trabajar en la confitería Hucke, que quedaba en pleno centro de Santiago. Yo vivía lejos del centro, así es que para mí era como un paseo. Algunos días me tocaba estar en la caja. Hubo un tipo que me hizo lesa varias veces; cuando yo estaba en pleno sacando cuentas -y eso que siempre fui mala para los números- venía un señor muy apurado a pedirme que le cambiara un billete, mientras calculaba cuánto pasarle, él hacía algo para confundirme y yo le terminaba dando vuelto de más. Cuando la caja no cuadraba me lo podrían haber descontado de mi pago, pero como la dueña conocía a mi familia me lo dejó pasar. Aunque sin duda lo que más me gustaba era preparar los helados de barquillo. Supongo que, como siempre me gustó la actuación, encontraba lo máximo ponerme en el ‘papel’ de ser la heladera. Cuando recibí mi primer sueldo fue exquisito, estaba feliz. Recuerdo que soñaba con todas las cosas que me iba a comprar. Era tantas las cosas que quería, que la plata se hizo poca, pero la experiencia fue lejos lo más entretenido.
Denisse Malebrán, cantante
Cuando era chica, con mi familia siempre íbamos a veranear a Los Vilos. Un día que estaba muy aburrida decidí que iba a trabajar para entretenerme y de paso ganar algo de dinero. Debo haber tenido unos 12 años. Cerca de la residencial en que nos hospedábamos había una feria de juegos donde cada noche hacían un bingo, así es que me ofrecí a trabajar como la ‘modelo’ que sacaba las bolitas de la tómbola, decía los números y entregaba los premios. No se cómo mis papás me dieron permiso, ni tampoco cómo el dueño aceptó que yo trabajara ahí… Hasta el día de hoy tengo mis dudas respecto a si tenían un trato entre ellos. Me acuerdo que hacíamos turnos, porque como era chica no me podía quedar hasta muy tarde. Me tocaba estar un par de horas parada dándole vueltas a la tómbola y gritando ‘¡solito el 1!, ¡par de patos!’. Después entregaba los premios. Yo lo pasaba demasiado bien, amaba el espíritu del show; supongo que desde ese entonces se empezó a manifestar mi amor por los escenarios y el público. Claro que el entusiasmo no duró mucho. A las semanas me aburrí y renuncié. Lo que gané -que no era mucho- lo invertí en comprarme cosas en la feria artesanal de la playa, así que muchas ganancias no vi, pero me llené de joyas y cachureos. En todo caso, como mi primer trabajo, fue memorable.
José Luis Repenning, periodista
Uno de los primeros empleos que tuve fue de bartender en el Pub Discoteque La Playa, en Pucón, hace unos 15 años. Venía saliendo del colegio y quería trabajar durante el verano para hacerme de unas lucas. Al principio los dueños no estaban muy convencidos, porque era muy joven, tenía 18 años. Fue muy entretenido ya que tuve que hacer un curso de tragos con un barman profesional, vestirme ad hoc y atender un público muy alegre. La gente era muy exigente en pedir un buen Tom Collins, un manhattan o un pisco sour. Yo tenía que preparar la barra y todo lo necesario para el funcionamiento de la noche. Luego debía atender y elaborar los tragos con una presentación de calidad. Posteriormente debía hacer un inventario de lo que quedaba en la barra al final de la noche y limpiar. Lo que más me gustaba era conocer gente, conversar, atender y servir… Era muy entretenido, una pega full sociable. Me acuerdo que en esos años ganaba como $10.000 por la noche. Encontraba que era un montón de plata, me sentía rico. Lo primero que hice fue invitar a mis primos a comer algo en Pucón, y el resto me lo guardé para mis vacaciones. A pesar de que fue superentretenido, la verdad es que era agotador trabajar de noche. Todos se divierten, y tú trabajando como loco.
Carol Bown, subsecretaria de Carabineros
Cuando estaba en tercer año de universidad me fui a estudiar inglés a Estados Unidos. En la familia donde llegué a vivir, el ‘papá’ se dedicaba al merchandising de productos relacionados con la fruta, por lo que decidió enviar de regalo a sus clientes un camioncito marca Dole. La idea era buena, pero como el camión era blanco, había que pegarle calcomanías con el logo Dole en todas las puertas y en el techo; trabajo de chino, ya que había que ser minucioso y rápido a la vez. Para esto decidió contratarme, porque yo tenía libre todas las tardes. Me pagaba US$13 por hora. Yo hacía el trabajo al mismo tiempo que veía películas en inglés para ‘afinar el oído’. A veces me quedaba hasta las 2 a.m., porque si trabajaba 10 horas seguidas podía comprarme más ropa. Después de armar los camioncitos tenía que meterlos en sus cajas y poner la dirección a la que iban dirigidos, junto con la carta de presentación, todo tenía que coincidir. Con lo que gané me compré un buen traje para dar las pruebas orales en Derecho, y les pude traer regalos del viaje a mis papás y a mis seis hermanos. ¡Fue una gran experiencia! Crecí en paciencia, prolijidad, gané algunos dólares y mejoré bastante mi inglés.
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