Desde el nacimiento de su hijo, la modelo Eva Siebert dice estar totalmente dedicada a su cuidado. Ahora, con el pequeño próximo a cumplir un año, Eva se prepara para celebrar, por primera vez, el Día de la Madre.
“Cuando Teo llegó al mundo, sabía que mi vida iba a cambiar, aunque nunca me imaginé que sería un cambio tan grande. Nadie te puede preparar para la eternidad de noches en vela, las papas, los chanchitos, los pañales, los llantos, el cansancio. Pero tampoco nadie es capaz de transmitirte el amor infinito, la felicidad y plenitud que se siente”, cuenta la modelo respecto a estos 10 meses de maternidad.
Este año, la modelo ha estado alejada de las pasarelas, pues ese mundo quedó congelado para cuidar a Teo. “El amor de mamá es lo más maravilloso que puedes llegar a sentir, es la entrega total, sin condiciones, se da todo y no exige nada, y a pesar de eso, ganas el universo. Como Teo es mi primer hijo, decidí vivir la maternidad en un ciento por ciento y dedicarme a él, al menos todo su primer año de vida. De estar presente, de contenerlo y acompañarlo en esta etapa tan crucial de su vida”, comenta.
Además, la conocida modelo dice estar sorprendida y admirada del trabajo, esfuerzo y dedicación que implica ser mamá. “Ha sido una tremenda escuela para mí, nunca antes había tenido un trabajo que implicara atención y dedicación constante 24 horas, los siete días de la semana. Uno crece con una imagen tremendamente infravalorada de la labor de madre y sólo lo entiendes una vez que te toca vivirlo en carne propia”.
Respecto a su trabajo como modelo, Eva hace un contraste con su vida actual de madre. “Cuando uno es modelo no te amarran las rutinas, cada día es distinto del siguiente, una semana estás escalando el volcán Lonquimay al amanecer y a la siguiente estás caminando por las calles de Seúl, te rodeas de luces y glamour. Mi hijo trajo a mi vida la rutina, el orden, la constancia. Hay hartos menos flashes, pero mucha más luz. A pesar de lo deseable que puede sonar esa vida del modelaje en comparación, no cambiaría por nada del mundo lo que estoy viviendo ahora. Cada vez que mi hijo me mira y sonríe siento una satisfacción y autorrealización que nunca antes había sentido”, concluye Eva.
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