Dicen que la moda puede ser un instrumento para varias cosas: enviar discursos, plantear posiciones e incluso, ser un vehículo para la venganza.
Así lo sabía bien Diana de Gales. La fallecida princesa, que por estos días ha estado en el ojo del huracán luego de la revelación de varios videos donde hablaba de su terrible vida marital con el príncipe Carlos, nos dio toda una clase de estilo, elegancia y también revancha el año 1994.
¿Qué pasó en ese entonces? Nada menos que la aparición de Lady Di en la fiesta de la revista Vanity Fair, horas después de que su marido confesara en televisión el affaire con Camila Parker Bowles.
Lejos de lo que se pudiera pensar, que Diana no asistiría al evento o que aparecería demacrada y destruida, el momento de su llegada se robó todas las miradas y se ha convirtió en un recuerdo memorable de su trágica vida.
De hecho, ad portas de la celebración del vigésimo aniversario de su muerte, también lo recordamos porque de ahí nace una de las historias sabrosas que rodeó su existencia: la del llamado “vestido de la venganza”.
Es que esa jornada Diana brilló y se graduó de ícono fashionista, al lucir un atuendo “de Christina Stambolian, en seda negra, que dejaba al descubierto los hombros –con un generoso escote– y sus bien torneadas extremidades inferiores”, recuerdan en la web de ABC.es.
La prenda, que había sido adquirida el año 91, no pudo guardarse para mejor ocasión: lucir fabulosa y regia justo minutos después de que el mundo conociera su condición de esposa engañada.
“Al día siguiente, Diana era portada de la mayoría de las cabeceras de la prensa inglesa y su atuendo pasó a ser bautizado como ‘el vestido de la venganza’ por simbolizar una patada en sus partes al marido infiel”, revelan en la web de S Moda del diario El País.
Y agregan que “fue una demostración casi palpable del mal gusto del futuro monarca, que prefería ser el tampax de una cuarentona descuidada a la compresa de su joven y estilosa esposa, y un guiño de ojos al público en general, incluidas las viejecillas más recatadas que ponen unas gotas de ginebra en sus tazas de té para hacer más llevadero el interminable afternoon invernal”.
De ahí en adelante, su relación con la moda cambió y surgió el símbolo fashionista en el que se convirtió hasta su deceso.
“Su estilo cambió en los 90. Se la podía ver con vestidos más atrevidos, se liberó del protocolo, se deshizo del armario de princesa y se hizo uno nuevo con aquellas prendas que le quedaban bien a la nueva mujer en la que se convirtió”, comentó el diseñador Valentino por esos años, dejando claro que, pese a que la venganza nunca es buena, en este caso fue la mejor forma de sobrevivir y seguir con la vida.
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