El adulto que enloqueció de amor
(Crítica por Alejandro Alaluf)
C al Weaver (Carrell) es un tipo que podríamos llamar convencional. Tiene buena pega, viste pantalones Dockers , zapatillas y está casado con su amor adolescente desde hace 25 años. Con tres hijos, Cal tiene una vida fome, pero tranquila. Pero una noche, mientras cenan, su esposa (Moore) sorpresivamente le pide el divorcio. Y, de paso, le confiesa que ha tenido un affaire con un compañero de oficina (Bacon). En segundos, la vida de Cal colapsa. Se muda a un departamento de soltero y acaba todas las noches en el mismo bar, sorbiendo tragos de colores con bombillas. Miserable. Patético. Loser.
Eso, hasta que el galán del lugar (Gosling) se fija en él con la muy altruista misión de sacarlo de su depresión, liberarlo de su estampa aburguesada y transformarlo en otro galán. Un poco a la Hitch. A partir de ahí, la vida de Cal toma un vuelco y la película se divide y expande entre los distintos personajes de la cinta, incluyendo a los hijos de la pareja y a otros personajes secundarios. De hecho, el hijo adolescente, y su enamoramiento extremo hacia su niñera, será uno de los pivotes principales de la cinta. Finalmente, todos los enredos confluirán en un tragicómico final.
Haciendo equilibrio entre el drama light y la comedia de confusiones -es decir, una dramedy-, la película logra generar un profundo encanto con sus personajes, principalmente de la mano de Carrell, acaso el actor tragicómico por definición del actual cine hollywoodense.
De la misma manera, la dupla de directores, que ya había manifestado un tono similar en la fallida I love you Philip Morris, con Jim Carrey, en este caso ha afinado el pulso. Y si bien existen trazos gruesos a lo largo de la historia y en algunos personajes (como el de la sobreactuada Marisa Tomei), en general el elenco es suficientemente eficaz para encantar al espectador, mantener la atención y producir hasta chispazos de empatía. Incluso, el personaje de Gosling (sin duda uno de los mejores actores de su generación), con todo lo winner que puede llegar a ser, es adorable y creíble. Lo anterior, complementado con chistes divertidos y algunos diálogos sarcásticos, logran una de las buenas cintas adultas de esta temporada.
Loco y Estúpido Amor
Dir.: Glenn Ficarra & John Requa. Con Steve Carrell, Ryan Gosling, Julianne Moore, Emma Stone, Marisa Tomei, Kevin Bacon, Jonah Bobo.
Comedia
108 minutos.
EEUU, 2011.
Mayores de 14 años.
Ver bajo el agua
(crítica por Pablo Marín)
Dylan Williams es un galés dedicado al audiovisual en Gran Bretaña que, enamorado de una sueca, partió a Estocolmo y ahí se radicó. Le tomó tiempo adquirir un nuevo idioma y acostumbrarse a tomar trabajos muy diversos, pero antes de eso fue informado de que la clave para integrarse a la sociedad sueca es formar parte de un club. Y el club al que se unió es un equipo masculino de nado sincronizado. Así, llegando a los 40, Williams dio un giro a su vida y, además, empezó a documentarlo, siguiendo los pasos de un grupo de hombres que por edad ya le dijeron adiós al sueño de la banda de rock, pero que en una piscina parecen capaces de revivirlo vicariamente. Hombres sincronizados, con su voz en off y un tono que mezcla el humor con el shock cultural y la crisis de la edad mediana, es un documental de ligereza y bonhomía aparentes que contrastan con lo que la no ficción suele entregar.
Pero no por ello deja de ofrecer emoción, intimidad, suspenso y más de un hallazgo. El camino de este colectivo sui géneris al campeonato mundial de la especialidad es tan inesperado como gratificante y he ahí una buena razón para darle una oportunidad a esta cinta, aunque no la única.
Hombres Sincronizados
De Dylan Williams. Suecia/Gran Bretaña, 2010. TE
Un paseo impecable, una mala llegada
(crítica por René Martín)
El año 2009 vio la luz un filme de ciencia ficción, independiente, atípico y poderoso titulado Moon. El director, el joven Duncan Jones, fue sensación en Sundance, alabado por la crítica y rápidamente pudo dejar atrás un estigma que traía consigo: ser hijo de David Bowie. Su ópera prima acerca de un astronauta que lleva tres años trabajando en la más absoluta soledad en una estación lunar, le valió el reconocimiento unánime de especialistas y noveles. El proyecto elegido por Jones para continuar su carrera fue Ocho minutos antes de morir. A pesar de lo inverosímil y hasta repetitivo que puede sonar el argumento, se las arregla para salir más que en buen pie.
El soldado Colter Stevens (Jake Gyllenhaal) despierta en medio de un viaje en tren a Chicago. No sabe cómo ha llegado ahí, no conoce a la hermosa chica sentada frente a él, quien insiste en llamarle Sean, y menos reconoce el cuerpo que está habitando y que ve reflejado en el espejo. Antes de que logre entender lo que pasa, el tren explota y Stevens muere/despierta nuevamente. Esta vez en una especie de cápsula espacial. Por medio de una pantalla se comunica con una mujer y un científico. Ambos le explican que está en un experimento y que está reviviendo los últimos ocho minutos del viaje de un tren que esa mañana explotó por un atentado. Su misión es identificar al terrorista para así evitar que accione un artefacto nuclear en la ciudad. No importa cuántas veces deba volver a revivir esos ocho minutos. No importa cuántas veces deba experimentar el terror de morir en la explosión.
¿Suena enrevesado? Lo es, pero el director se las arregla para no olvidar al espectador, como también para realizar una película 20 veces más cara que su debut, manejada por un gran estudio y llena de personajes. Lo importante es que Jones no se obnubila y sigue indagando en sus propios temas: la identidad, la desaparición del individuo en medio de la tecnología, la burocracia y su poder sobre las personas. De manera directa y cuidadosa, construye un viaje al alma humana, un thriller de acción que cuenta con más sesos que el promedio de las películas en cartelera, además de entregarnos las mejores actuaciones de la mayoría de sus intérpretes.
Ocho minutos bien podría ser uno de los mejores estrenos de la temporada, pero posee un pecado imperdonable: un final sobrepuesto, artificioso, que desmerece y desacredita lo impecable que se había visto hasta ese momento. Es cierto que el viaje en este tren vale la pena y también es cierto que este final postizo da mayor fuerza a una de las teorías del director: las corporaciones hacen desaparecer al individuo y nuestra identidad siempre está en peligro.
Ocho minutos antes de morir
Dir: Duncan Jones. Con Jake Gyllenhaal. Acción. TE+7
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