Suena el timbre: será el cartero. Pasa la comida por el microondas: estará caliente. Un plato se cae al suelo: acabará hecho pedazos. Cambia a verde el semáforo: el auto emprenderá la marcha.
La vida cotidiana no es otra cosa que una serie constante de pequeñas predicciones: en catarata. A eso se dedica básicamente el cerebro. Y el de los seres humanos lo hace bastante bien.
Ésas son las conclusiones del último estudio del neurocientífico cognitivo estadounidense Jeffrey Zacks, profesor del Departamento de Psicología de la Universidad Washington de San Luis (EE.UU.).
Zacks consiguió identificar la región del cerebro que trabaja en esa pequeña clarividencia cotidiana. Y coincide con la más duramente atacada en los enfermos de Parkinson.
Pero como el propio Zacks le aclaró a BBC Mundo, y al contrario de lo que ha aparecido en algunas publicaciones de divulgación científica: no, el cerebro no predice el futuro como dicen poder hacer los astrólogos y tarotistas.
“Cuando hablamos de predecir el futuro, la mayor parte de las veces pensamos en saber qué va a pasar con los acontecimientos de Trípoli o si el próximo huracán va a llegar a nuestra región, y en eso somos bastante malos”, le dijo Zacks a la BBC.
“Pero en lo que somos buenos, es en predecir qué va a pasar en el cortísimo plazo, en los próximos dos o tres segundos”.
90% de acierto
De hecho, Zacks detectó que en ese cortísimo plazo, los seres humanos pueden llegar a predecir lo que va a pasar con un 90% de acierto.
Aunque claro, eso mientras los acontecimientos sigan una línea coherente de causalidad.
La investigación estudió a un grupo de jóvenes voluntarios en un laboratorio. Los pusieron a ver películas con escenas cotidianas, como alguien lavando su coche. Las paraban para pedirles que predijeran lo que iba a pasar cinco segundos después.
La mitad de las veces, la interrupción venía seguida de acontecimientos límite. Los participantes acertaban en un 90% con las escenas que seguían un curso normal, pero no alcanzaban el 80% cuando había cambios de escena.
Y es que como explica Zacks, es más complicado hacer predicciones cuando hay una alteración repentina en el rumbo de los acontecimientos. “Además, los sujetos lo sabían y se daban cuenta de que estaban teniendo problemas”.
El resultado fue un notable incremento de actividad en el sistema de dopamina del cerebro medio (MDS, en inglés), tanto cuando hacían la predicción como cuando se les revelaba si era acertada o no.
Útil contra Alzheimer o Parkinson
Y un elemento interesante es que esa parte del cerebro activada se trata de la que sufre mayor daño en el caso de los diagnosticados con Parkinson.
Es por eso que, tratar de aplicar su hallazgo al tratamiento de Parkinson es “un lugar natural para mirar”, como le explicó Zacks a BBC Mundo.
En ese sentido, el experimento detectó que la activación del MDS en los fallos en la predicción es consistente con la tesis de que esos errores engendran un proceso de reorientación de la atención y una actualización de la memoria.
“La interrupción de estos procesos podría jugar un papel en enfermedades neuropsiquiátricas en las que la desregulación del flujo de dopamina está implicada, como la esquizofrenia o el Parkinson”, señala Zacks en su artículo “Error en la predicicón asociada con la segmentación de la percepción de eventos naturales”, publicado en la Revista de Neurociencia Cognitiva.
Además, como le dijo Zacks a BBC Mundo, esperan que sus teorías puedan servir a la hora de diagnosticar de forma temprana diferentes enfermedades neurológicas.
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