Ayer, la cuenta de Facebook de Grace Guajardo amaneció con una frase triunfal: “tratando de entender lo que hice… aún no me la creo”. Así resume su acto la mujer que el domingo pasado dio una falsa alarma de bomba, para evitar que su pareja partiera a España, causando millonarias pérdidas para la línea aérea, el retraso de varios pasajeros y la conmoción de un país que veía atónito el resultado de una relación obsesiva. Para la pareja, en cambio, fue “un acto de amor”.
La acción que protagonizó Grace se puede enmarcar en un tipo de conducta disfuncional. Lucía Godoy, sicóloga clínica de la U. Andrés Bello, lo describe como un trastorno de personalidad borderline o limítrofe. El caso de él, el sicoterapeuta Patricio Venegas lo describe como una personalidad dependiente, que debe pensar que la única que lo quiere en la vida es ella y ve lo que hizo como una prueba de amor. Es decir, dos conductas disfuncionales que se unen y que, según la sicología, son la base para generar lo que se denomina un vínculo obsesivo que, en algunos casos, puede llegar a ser destructivo para sus protagonistas.
Para la especialista, el caso de Grace y Rodrigo Gómez -que, lejos de tomar distancia de la mujer tras el episodio, anunció matrimonio- presenta características de conductas impulsivas y miedo al abandono, no importándole nada a cambio de retener a la persona. Se trata de conductas que rompen los límites y gatillan excesos de llantos, angustia y rabia. Es lo que dejó ver Grace el sábado, a las 17.45, en su Facebook: “Estoy pa’ la caga… ya no me quedan lágrimas ctm…”.
Un denominador común en relaciones obsesivas es la falta de confianza tanto en sí mismo como en la pareja, sigue Venegas. “Por lo general son personas con baja autoestima, que piensan que la otra persona los va a dejar de querer si no están a su lado. Por eso los tienen siempre a la vista”.
Los especialistas concuerdan en que este perfil se da en personas de entre 30 y 40 años, muy inteligentes, pero inmaduras, con pocas parejas estables durante su vida, manipuladoras, reprimidas y, por sobre todo, muy inestables. ¿Qué hacen cuando no están celando a sus enamorados? “Por lo general son gente conflictiva, que presenta problemas con sus jefes y con miembros de su familia a lo largo de su vida”, afirma Venegas.
Estas parejas presentan dinámicas específicas: es muy frecuente que se construyan facetas donde uno dependa del otro, lo que en términos clínicos se conoce como relaciones “complementarias” o “colusiones”. “Es común que en las relaciones de este tipo se junte una persona con trastornos dependientes con otra de rasgos narcisistas. Ellos se complementan: mientras el primero tiene una persona que lo resguarda, el segundo tiene a alguien que depende sólo de él”, dice Guillermo Gabler, siquiatra de la Clínica Alemana.
La rueda de la obsesión
Una de las más claras explicaciones del amor obsesivo se lee en el libro Confundir el amor con obsesión, de John D. Moore, profesor de Ciencias de la Salud Pública en la American University, quien divide estas relaciones en cuatro fases: la primera es la atracción, donde la persona dependiente se puede empezar a calificar como adicta a la otra y que es anterior al pololeo. La segunda es la preocupación, vista como un punto de inflexión en la relación, ya que por lo general se produce después de que se formaliza la relación. Aquí comienza el miedo hacia el abandono. La tercera fase es llamada obsesiva y se caracteriza por una pérdida total del control por parte de la persona, como resultado de una ansiedad extrema. Por último está la fase destructiva y representa la ruptura de la relación. Se considera la más peligrosa de las cuatro fases, porque la persona cae en una profunda depresión, debido al colapso de la relación. Fin del círculo.
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