Querían convertirse en una empresa exportadora de caracoles en los 80, pero el negocio no prosperó y cuando pensaban que los moluscos no iban más, la familia Bascuñán decidió hacer caso a la intuición de la madre quien, trabajando directamente con los caracoles en las jaulas, descubrió que la baba le dejaba las manos “de una lozanía especial” y sus rasguños nunca se infectaban, cuenta Fernando Bascuñán, ahora gerente general de Elicina, fabricante de productos en base a dicha sustancia.
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