No había resignación. Mucho menos conformismo. Chile tenía la clara posibilidad de pasar a la siguiente fase del Mundial y seguir haciendo historia. Esta vez no hubo épica. Argentina nos dio una mano pero Camerún quiso que nos costara más. Tres goles de diferencia necesitaba La Roja y en los primeros minutos vimos que era posible. Primera vez superiores técnica y tácticamente. El equipo tenía confianza pero también necesitaba respuestas que no llegaron sobre el final del partido.
Desde el autogol de Tailandia, se eternizaron los minutos. Gol de Coté Urrutia, penal para Chile, travesaño, lesión de Javiera Grez, siete minutos adicionales… no llegó el gol. Pitazo final, jugadoras en el piso y hasta los oficiales FIFA tenían esta expresión de pena en su rostro. Solo que lo de las jugadoras ademas de pena, era rabia. Porque por primera vez en el Mundial, se nos estaba dando y se podía.
Ser víctima de las situaciones te ubica en un lugar cómodo en donde se te excluye de todo tipo de culpa. Frases como: “Están enfrentando a potencias”, “Las diferencias físicas son innegables”, “Es nuestro primer Mundial”, reinaron durante este tiempo, como si Chile se hubiese estado disculpando de antemano por no estar a la altura. Lo cierto es que para las jugadoras nunca fue así, ellas siempre supieron que podían competir y así lo hicieron hasta el final.
Estas jugadoras son inspiración pura para todas las mujeres chilenas. Muchas niñas hoy ven como se les abre la puerta de otro sueño, al que por más de diez años estas mismas jugadoras persiguieron a pesar de todo. Ellas decidieron no tener excusas hace muchísimo tiempo y la emoción que nos han brindado, ha sido inigualable.
Hoy las celebramos a ellas. A las que fueron al Mundial y a todas las que han sido parte de este proceso. Gracias a sus familias por nunca desistir y levantarlas después de las caídas más difíciles. Celebramos a sus amigas, profesoras, formadoras y todos quienes formaron parte de sus vidas.
Esto sigue, muchachas. Se viene un repechaje a los Juegos Olímpicos y yo sé que ahí estarán, defendiendo como siempre la camiseta de Chile en otra gran oportunidad que tienen de hacer historia. Las abrazamos con orgullo, porque esa rabia con la que lloraron, es el fiel reflejo del hambre que tienen de comerse cada cancha a la que entran. Así, con la frente en alto y sin excusas.
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