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Las rubias que volvieron loco a Hitchcock

Por Constanza Cortés /@lavecinacortes

Sus intrigantes y bien pensadas películas, cambiaron el rumbo del cine del siglo XX, y cómo no, si se convirtió en el maestro del género de suspenso, por eso hoy, a 33 años de su fallecimiento, recordamos a este británico, uno de los más talentosos directores del séptimo arte y a las musas que lo obsesionaron y sacaron a flote sus más crueles rasgos.

El ingenioso Alfred Hitchcock, siempre se caracterizó por crear narraciones donde el espectador estuviera completamente aferrado al asiento, no sólo por la duda y el terror que transmitía la cinta, sino también por las bellas mujeres que se veían en estos trabajos. Pero la relación que este hombre corpulento tuvo con las chicas, no estuvo exenta de polémicas, pues con la mayoría de sus colaboradoras presentó algún grado de atracción y hasta obsesión, lo que según muchos eran rasgos misóginos, es decir, de odio al sexo femenino.

 

Su fascinación por las blondas

El sarástico y retorcido trato que Hitchcock tuvo con las protagonistas de sus filmes no era involuntario; más bien se debía a la inseguridad que el cineasta -quien no era bien parecido- tenía consigo mismo. Pese a que estaba casado con la editora y guionista Alma Reville, en su largo matrimonio nunca hubo mucha pasión. De hecho, el realizador habría tenido sexo con su mujer sólo una vez y de ese encuentro habría nacido su única hija.

Aparentemente, este vacío amoroso y sexual gatillaba que se enamorara y obsesionara con sus musas, quienes la mayoría de las veces fueron rubias, pues -según él- junto con tener un perfil elegante y frío, ocultaban un candente lado sexual. El director británico materializaba este fetiche en sus filmes haciendo participar a mujeres que siguieran este patrón, de esta forma le daba a sus cintas una protagonista atractiva, y al mismo tiempo hacía realidad sus fantasías.

Sin embargo, con el paso de los años, esta fascinación se puso cada vez más perversa: la admiración por estas mujeres pasaba a un segundo plano, mientras que el deseo de humillarlas y hacerlas sufrir crecía.

 

Sus más grandes obsesiones

Ingrid Bergman, un amor imposible

Esta hermosa sueca fue una de las musas que le quitó la cabeza. Con cada película que grababan -Spellbound (1945), Notorious (1946) y Under Capricorn (1949)- su atracción por ella crecía. Personas que trabajaron en el plató con ellos aseguran que Hitchcock se enamoró de ella y que incluso tenía esperanzas de que la actriz le correspondiera ese sentimiento.

Sin embargo, la rubia lo veía como un padre y estaba interesada en otro: el director Roberto Rossellini, por quien dejó la fama de Hollywood y aceptó seguirlo a Italia.

Grace Kelly, la princesa que lo encantó

En 1953 Hitchcock conoció a una joven de 23 años llamada Grace Kelly. Al instante quedó fascinado con ella, pues era su ideal de mujer: rubia, bella, inteligente, sofisticada y sensual, pero de una forma fría. Con ella trabajó en Dial M for Murder (1954), Rear Window (1954) y To Catch a Thief (1955), en las que se encargó de supervisar cada detalle de su caracterización. De hecho, nunca le hizo proposiciones sexuales, porque temía perderla.

Pero esta historia dio un vuelco, destrozando el corazón del cineasta: Grace se casó con el príncipe Rainiero de Mónaco y puso fin a su carrera en el cine y también a las esperanzas del director de tener algo con ella.

 Tippi Hedren, su última tentación

En 1961, Hitchcock vio en la tele una publicidad donde aparecía una estupenda modelo rubia. Se trataba de Tippi Hedren, una joven (y madre de la actriz Melanie Griffith) que al instante llamó su atención. Al poco tiempo, el realizador la contactó y pese a que no tenía experiencia, la hizo firmar un contrato para que trabajara con él por de siete años.

La nueva favorita del realizador británico saltaba a la fama con The Birds (1963), pero al poco tiempo la relación de trabajo entre ambos se complicó, debido a las insinuaciones sexuales que el hombre comenzó a hacerle a la chica. El acoso sexual por parte de este maestro del cine traspasó barreras y se volvió una obsesión que terminó en venganza.

Esta represalia se materializó en la misma filmación de The Birds: Hitchcock obligó a Tippi a rodar durante cinco días la violenta escena en que los pájaros la agreden. Para vengarse de la indiferencia de su amada, exigió que la secuencia se hiciera con pájaros reales, lo que finalmente desencadenó un colapso nervioso en la actriz.

La novata artista no se dio por vencida y por eso grabó una segunda película con él: Marnie (1964), cinta en la que el director siguió siendo duro con ella,  incluso prohibiéndole hablar con los demás actores. El constante maltrato hizo que la joven se alejara de su cruel mentor, quien luego de esta experiencia vio cómo su carrera comenzaba a estancarse.

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