Milán es una de las grandes capitales de la moda, del fútbol y de la historia. Cualquier persona que visite Milán, puede reconocer fácilmente la cantidad de tiendas y marcas que rodean la grandeza del Duomo de Milán. Sus calles son un verdadero desfile de tendencias y estilos, cada uno marcado con la impronta de sus usuarios.
Ayer terminó el Milan Fashion Week 2015, que a pesar de las críticas y escepticismo que habían estado rondando, este año superó todas las expectativas. Los diseñadores se arriesgaron y mostraron verdaderos espectáculos de moda donde la inocencia y el espíritu juvenil destacaron por sobre lo clásico.
UN NUEVO “TARGET”
En esta edición 2015, definitivamente la juventud se robó el foco creativo de las pasarelas y su diseñadores. Al parecer grandes clásicos están buscando apuntar a un nuevo público, y los jóvenes son parte de ello. Prada mostró una pasarela marcada por los tonos pasteles y rosados, jugando con los tweeds y el pop. Gucci con su nuevo director creativo, Alessandro Michele, dejó la elegancia de lado y dio paso a las jóvenes audiencias, mostrando comodidad ante todo y una tendencia de anteojos para un estilo más geek.
Por su parte, Moschino sorprendió con un desfile jovial, volviendo a la melancolía de los 80 y 90. En un escenario ambientado con un gigantesco BOOM-BOX -radio a cassette- y rebalsado de la energía de los Looney Tunes, donde Bug Bunny, el Pato Lucas y Silvestre formaron parte de la pasarela.
ODA A LA MAMMA
Dolce&Gabbana sorprendió con un increíble desfile donde los bebés se tomaron la pasarela. Un verdadero tributo dedicado a mujeres míticas que se mantienen “forever young”– por siempre jóvenes. Además jugó con una excéntrica mezcla entre la modernidad y la tradición, vistiendo a las modelos con grandes audífonos y trajes elegantes.
LA OMNIPOTENCIA DE VERSACE
Versace es un icono de la moda que sabe romper esquemas y con este desfile vuelve a consolidar y engrandecer su nombre y estilo. Donatella Versace sorprendió a la crítica, que calificó la pasarela como “peligrosa, confiada y al borde de la depredación”, con un desfile que mezclaba eras y culturas: la unión de los 60, 70 y 80, con la fusión de oriente y occidente. Todo acoplado en un escenario inspirado en un templo chino ambientado con música disco.
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