Dos de las firmas estrella de la Alta Costura parisina desfilaron hoy para reivindicar la figura de mujeres contestarias, que empujan los límites impuestos por la sociedad; Schiaparelli lo hizo recordando a sus musas mientras que Dior recuperó los orígenes aventureros de la “maison”.
Durante sus años de trabajo en la moda, la creadora Elsa Schiaparelli se relacionó con las mujeres más modernas del momento, que sirvieron de inspiración en sus colecciones. Hoy, en su propuesta de Alta Costura para el otoño-invierno, sus musas volvieron a la vida en una línea sofisticada, sensual y fresca.
La fuerza interior de mujeres como Gabrielle Picabia o Blanche Hays, que se rebelaron contra el conservadurismo y las reglas establecidas en busca de una identidad propia, inspiró a Schiaparelli en una costura moderna, atrevida y elegante.
Hoy, su actual director creativo, Bertrand Guyon, al frente de la firma desde abril de 2015, quiso retomar ese punto de atrevimiento alejándose ligeramente de las creaciones surrealistas que caracterizan a Schiaparelli, estuvieron presente aunque de manera menos llamativa y apostando por un look más delicado.
Los vestidos de gasa de seda inundaron la pasarela en capas bordadas con tubos de vidrio, encajes de telaraña, organza y tul rizado en colores pastel con salpicaduras en blanco, negro y el famoso de la casa, un vibrante rosa fucsia.
En los tejidos destacaron también el terciopelo “devoré”, muy utilizado a finales del siglo XIX y principios del XX, técnica que consiste en estampar el terciopelo con patrones semitransparentes; y el tartán de lamé plisado en faldas y vestidos.
En paralelo a los vestidos palabra de honor, decorados con principescas capas y cinturones y collares de grandes proporciones, las modelos lucieron chaquetas cortas con líneas de hombros naturales decoradas con caras cubistas, en una clara alusión a Pablo Picasso.
La gasa de seda en bloques de color de los vestidos fue, en cambio, un tributo a Mark Rothko, decorados además con cristales Swarovski y bordados iridiscentes.
Christian Dior
Horas más tarde, fue el turno de otro de los miembros oficiales de la Federación de Alta Costura, Christian Dior, que sigue conquistando con las propuestas de la italiana Maria Grazia Chiuri, cuya alianza con la firma francesa se confirma como uno de los grandes aciertos económicos y de diseño de los últimos años.
Chiuri tomó como fuente de inspiración un grabado de Albert Decaris fechado en 1953 en los archivos de la casa: un mapamundi en el que se refleja la expansión global de la firma y que reafirmaba la intención de Christian Dior de dirigirse con sus diseños a todo tipo de mujeres de todos los países.
Esta necesidad de viajar, de descubrir mundo y de descubrirse a sí misma, se evidenció en una colección misteriosa y masculina gracias a una serie de diseños en lana gris que dio forma a una primera parte de sastrería cargada de americanas y abrigos que se convertían en largos vestidos.
Toda una técnica de costura para conseguir que el movimiento se incluya allá donde no se pensaba encontrar, que la feminidad se introduzca en los estilismos más andróginos.
La firma, que triunfó en su última colección de primavera-verano incluyendo un comercial grito feminista que está arrasando en las tiendas, continúa así con su exploración de una nueva feminidad, revisando el New Look de Dior en 1947.
Chiuri creó también camisas de estilo aviador y largas falda-pantalones plisadas antes de entrar en la línea propiamente de Alta Costura, con vestidos de noche en tul, seda y terciopelo, coloreados en gris y rosa polvo.
Siguiendo con ese viaje que Dior propuso por tierras desconocidas, la colección cambió a beiges y tonos tierra en la última parte de la muestra, con estampados geométricos e impresiones de mapas en las propias prendas, adornadas también con flores y dibujos del tarot bordados, una de las pasiones del místico “monsieur” Dior.
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