Tres años han pasado desde la primera vez que distintas organizaciones vinculadas a la figura del Padre Hurtado se reunieron para conmemorar el mes de la solidaridad, en homenaje a la fecha de su muerte (18 de agosto de 1952). Hogar de Cristo, Un Techo para Chile, Caritas, Arzobispado de Santiago, Vicarías de la Pastoral Social y Trabajadores, Fundación Padre Hurtado, Conferencia Episcopal, Vicaría de la Esperanza Joven, entre otras han colaborado para que durante agosto aflore la cultura de la solidaridad entre los chilenos.
Para fomentar esta causa tan noble Lucía Vásquez, Directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico, aconseja qué hacer durante este mes para ser más solidarios.
Lo principal, asegura Lucía, es realizar acciones sociales tanto desde las políticas públicas emanadas del Estado que disminuyan la desigualdad social y la pobreza, como de acciones derivadas desde la propia sociedad civil como la práctica del voluntariado, la auto gestión, la práctica de economías solidarias, sistemas de financiamiento de iniciativas sociales como son los del microcrédito “impulsando el autoconsumo familiar, el fortalecimiento del capital humano y social para una mayor participación solidaria”.
Un ejemplo a seguir
A nivel internacional, son muchos los países que ya han desarrollado esta causa. En Bangladesh surgió el sistema de financiamiento de iniciativas basadas en la entrega de microcréditos destinados a financiar iniciativas sociales de emprendimiento que permitiesen a familias salir del estado de pobreza.
“La solidaridad debería ser una práctica presente para el desarrollo personal, organizacional y social, basada en relaciones de confianza e intercambio”, señala Lucía Vásquez.
En Chile se ha replicado con éxito esta experiencia a través de instituciones como Fundación Banigualdad, Fondo Esperanza, entre otros. En España el emprendimiento de economías solidarias es un tema eje de las políticas sociales.
Reviviendo el espíritu social
Este año en particular, las instituciones están incorporando la Responsabilidad Social Empresarial entre sus políticas laborales apuntando tanto a sus funcionarios como sus clientes externos en pos de una mejor calidad de vida, especialmente de aquellos grupos prioritarios y en exclusión social.
En caso de las instituciones educacionales, algunas han comenzado a fortalecer la formación de profesionales trabajadores sociales competentes en gestión social en el ámbito organizacional y en el ámbito local y comunitarios, promoviendo además, la práctica y beneficios de la economía solidaria como instrumento de cambio social mediante la participación y la colaboración.
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