La felicidad no alarga la vida, tampoco lo hace el matrimonio, ni el ejercicio extenuante. Varios años de investigación están plasmados en el libro Proyecto Longevidad, de los sicólogos Howard Friedman, de la U. de California, Riverside, y Leslie Martin, de la U. La Sierra, en Estados Unidos.
Ellos continuaron otro estudio que inició en septiembre de 1921, el sicólogo Lewis Terman, de la U. de Stanford. El, junto a su equipo, reunió a 1.500 niñas y niños, de entonces 10 años. Su objetivo era buscar fuentes de liderazgo intelectual e identificar el potencial de alumnos destacados en su clase. Entrevistas a sus padres, profesores y a ellos mismos; mediciones que daban cuenta del estado de salud, crecimiento y estilo de vida, fueron parte de los registros que hizo Terman y su equipo durante varios años de seguimiento.
Hace 20 años, Friedman y Martin retomaron este trabajo y buscaron a los mismos participantes para averiguar por qué algunas personas viven hasta edad avanzada y otras mueren prematuramente. Los que seguían vivos fueron entrevistados y de los que habían fallecidos, revisaron sus antecedentes de salud y estilo de vida.
En el libro, los autores se encargan de desmitificar varios conceptos considerados irrefutables. Según el propio Howard, una de las cosas que más lo sorprendió es que “aquella gente que trabaja mucho, aun en situaciones estresantes, vive más años”. Buena parte de los que vivieron más de 70 años trabajaron hasta avanzada edad, más que aquellos que llevaron una vida relajada.
Otro mito que derrumbaron tiene que ver con la felicidad. Según la sicóloga de la Universidad La Sierra, las personas felices tienden a ser más saludables pero como resultado de un estilo de vida, no una causa. “Los pensamientos alegres y optimistas no le ayudará a vivir más tiempo, de hecho, se encontró que los más alegres y optimistas viven vidas más cortas que los que no lo eran tanto”, dijo a La Tercera. A juicio de Martin, la investigación demostró que la alegría y el optimismo son buenas en crisis puntuales: en el corto plazo ayudan a tomar decisiones adecuadas para salir de ella y luego nos llevan a pensar que en algún momento todo estará bien.
La necesidad de ejercicio constante también está equivocada, ya que no se requiere exigirse con rutinas tres veces a la semana. “Cuando las personas creen que deben hacer cosas muy específicas -que encuentran desagradables o aburridas- tienden a darse por vencidas y regresar a sus viejos hábitos”, añade Martin, pero si prefiere otras actividades como jardinería, caminatas o excursiones, es más probable que las siga practicando en el tiempo y eso sí ayudará a una vida más prolongada.
La vida en pareja tampoco coopera mucho con la longevidad. Al revisar los datos se dieron cuenta de que los hombres casados vivían más que los solteros. Sin embargo, las mujeres divorciadas que seguían solas, vivían tanto como las casadas.
Juntarse con la gente apropiada es una recomendación de la investigación, porque los grupos sociales nos llevan a elegir actividades y patrones de vida más saludables. En el grupo de las personas que más habían vivido estaban aquellos que pasaban tiempo con personas que ayudan a otras.
Si hay una recomendación general, explicó Martín, esta es “no preocuparse tanto de hacer las cosas correctas, ni chequear las que hemos dejado afuera de la lista”. Al final de cuentas, hay muchas formas de estar sanos y vivir mucho tiempo, pero no existe una sola receta para la longevidad. Todo depende de cada persona.
COMENTAR