Otra tarde más en Facebook. Estaba sola, sin nada que hacer, esperando que alguien interesante se conectara y terminará con mi aburrimiento crónico de esa tarde. Y ahí, en mi ventanita del chat aparece mi ex, con una simpatía insospechada me saluda, amoroso como nunca. Luego de una pequeña conversación me dice que nos juntemos a pasar el rato. “Pero sólo como amigos, sin pasarse rollos”, le dije, a lo que contestó con un “obviooo, si estoy pololando”, una respuesta que ahora me suena demasiado cara dura.
Ricky para mi es tema superado. Puedo decir con toda seguridad que ha sido uno de los hombres más importantes de mi vida, con él vi estrellas, experimenté cosquillas en la guata y lloré largas horas por su partida. Pero ahora es distinto, es difícil creer que después de todo ese amor incontrolable, ya no pueda ni imaginarme un beso con él. Triste.
¿Por qué cambiaron tanto mis sentimientos? Creo que al darme cuenta que me mintió muchas veces y ahora, ver como en tantas oportunidades ha intentado salir conmigo teniendo polola. Terrible, pero creo que así son muchos hombres, infieles por naturaleza.
Pero volvamos a esta historia, esta vez después de aclararle que sólo somos amigos y no tengo interés en él, decidí aceptar su invitación. “Total, es lo más simpático que hay”, pensé con toda la inocencia del mundo, lo reconozco.
A eso de las 20.30 horas nos juntamos en un sushi. Después de escucharlo hablar de lo fantástico que es él, de lo maravilloso que es su trabajo y de lo mal que estoy en mi vida, se me lanzó. Le aclaré sutilmente que sólo me interesaba como amigo, pero no entendió y la situación se volvió patética y vergonzosa. ¡Realmente patética y vergonzosa!
Me paré de la mesa y me fui, realmente enojada por su insistencia, no contesté sus llamadas hasta el otro día, cuando me dijo lo “absurdo” que se sentía. Sinceramente, no me dio nada más que un poco de vergüenza ajena.
Creo que su polola tuvo “suerte” que a mi no me gustara ni un poquito, ni por curiosidad, pero ¿a cuántas más se les debe lanzar hasta el cansancio? Pobre polola. ¡Y pobre de mi, cuántas veces me debe haber puesto el gorro mientras fuimos pareja! Todo esto me hizo pensar con decepción: ¿todos los hombres son así de infieles? No creo, tengo fe, pero lo triste es que la experiencia me indica que por lo menos un gran número de ellos debe serlo.
Ayer me junté con mi amigo Tintín, tomamos el té mientras discutíamos de estos temas. Según él, dentro de su grupo de amigos muchos ven como algo normal ser infiel o “aprovechar las oportunidades”. Según otro amigo mío, Juanín, esto va en la naturaleza del hombre y todos son infieles, incluido él. Terrible lo encuentro.
Con tantos antecedentes sólo me queda el consuelo de estar soltera y poder elegir bien a mi nueva pareja, claro, entre infieles, casados, comprometidos y mentirosos, espero no pasarme la vida esperando a alguien que valga la pena. ¡Uf, difícil tarea!
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