Fue Andrés Allamand quien corrió la voz. Hace más de un año, el actual ministro de Defensa se propuso bajar de peso. Entonces, un amigo le habló de Pierre Dukan, un nutricionista francés que creó un régimen basado en la ingesta de proteínas. Sin miedo al exceso: en esta dieta se permite que un plato de crudo se combine con otro de filete. O con camarones. O con langostas. Cuántos quiera.
Allamand compró finalmente el libro de Dukan -“No consigo adelgazar“- en un aeropuerto, después de un viaje a principios del 2010. Lo puso en práctica en el invierno, y en un par de meses alcanzó la meta: ha perdido más de diez kilos. Entusiasmado, le recomendó su régimen a Alfredo Moreno y le envió el texto de regalo. La sobredosis de filetes aquí también funcionó: en tres meses, el canciller ha bajado 13 kilos.
Moreno también hizo lo suyo. Le sugirió la dieta a su par boliviano, David Choquehuanca, y le mandó una copia del libro a Joaquín Lavín. Y éste, a su vez, se lo hizo llegar al ministro de Salud.
Mientras tanto, Allamand -a quienes sus ceranos consideran el “autor intelectual” de la afamada dieta- seguía predicando. En noviembre se la recomendó al ex ministro de Defensa Francisco Vidal. Se encontraron en el lanzamiento del libro “Los políticos del Bicentenario”, donde también estaba el jefe de gabinete del contralor, José Ramón Correa. “Nos contó que estaba siguiendo la dieta Dukan”, recuerda Vidal. Entonces no le dio importancia al asunto, pero a principios de febrero vio nuevamente a Correa. Con 11 kilos menos. “Me confesó que había puesto en práctica a Dukan -asegura Vidal-. Ahora le hice caso a Allamand”.
Contra la corriente
Lo de Pierre Dukan (69), en todo caso, había empezado mucho antes que ese fanatismo por su dieta entre los políticos chilenos. Miembro de una familia francesa acomodada, vivió en Argelia hasta que empezó allí la guerra de la liberación nacional. En los ´50, entró a estudiar Medicina a la Universidad de París y luego se especializó en neurología. Armó su propia consulta, pero un año más tarde su vida daría un inesperado vuelco.
La historia es mas o menos ésta. Un hombre de 55 años sufría de obesidad mórbida y estaba decidido a frenar su gordura. Le pidió ayuda a Dukan, su neurólogo de cabecera. El médico se negó: le dijo que lo suyo era el sistema nervioso, no las dietas. Pero el paciente le rogó que experimentara con él, con una sola condición: que no le restringiera la carne. Dukan accedió: “Come sólo proteínas y vuelve en cinco días”. La dieta fue un éxito y el doctor dejó la neurología: volvió a la facultad y, luego de tres años de estudio comenzó a ejercer como nutricionista.
Aunque la teoría, los libros y sus profesores le enseñaban los beneficios de una dieta balanceada y de bajas calorías, Dukan prefirió remar contra la corriente. Concentrándose en las proteínas, tal como lo había hecho con el paciente obeso.
No se detuvo más. Autor de 19 libros, es el nutricionista que más textos vende en Francia. Su mayor éxito es “No consigo adelgazar”, el mismo que los ministros chilenos se pasan de mano en mano. Ya ha vendido más de seis millones y medio de copias, está traducido a más de diez idiomas y se puede encontrar en 140 países. Entre sus fanáticos se encuentra la futura reina de Inglaterra, Kate Middleton, Maya Picasso -hija del pintor español- y varios asesores del gobierno de Nicolás Sarkozy.
Desde su oficina en Montmartre, Dukan dice que el 2011 será el “el año de su vida”: la editorial norteamericana The Crown Publishing Group -filial de Random House- pagó US$ 1 millón 300 mil por los derechos del libro, que a partir de abril será lanzado en China, EE.UU., México, Canadá, Colombia, Argentina y Chile. Además, Dukan tiene planes para venir a Santiago en septiembre. “Espero entonces poder conocer a mis lectores, y ojalá a los delgados ministros de la República”, ríe.
Mucha carne, cero ascensor
Inspirado en la alimentación de los antiguos cazadores-recolectores, Dukan bautizó la primera etapa de su dieta como “el ataque”. Es una fase breve e intensa -de 3 a 5 días- y con resultados inmediatos. Se pueden perder hasta 5 kilos. ¿El secreto? Alimentos ricos en proteínas que se consumen a voluntad. Por eso, no sería extraño ver a Allamand o a Moreno comiendo de entrada un crudo, de segundo un filete con camarones y, de postre, huevos a la copa. Para el médico francés, la clave del éxito es “comer y comer. No se pasa hambre porque no hay límites en las porciones”.
La segunda etapa de la dieta implicó más años de análisis. Así llegó a “el crucero”, fase que dura hasta que la persona alcanza su peso ideal. Consiste en mezclar proteínas y verduras, por ejemplo: filete con lechuga; pescado con jamón y huevos; langosta con rúcula. Los pacientes perdían kilos, pero Dunkan no estaba conforme: “Ellos eran felices por los rápidos resultados, pero yo sentía que construía sobre arena: volvían a engordar”.
Dukan no está de acuerdo con dietas graduales y de pocas calorías: “Eso es como apagar un incendio con una regadera. No me interesa la dieta balanceada, es lenta. Prefiero declarar la guerra al enemigo, los kilos, y lanzar una bomba atómica al cuerpo obeso”.
Luego diseñó la tercera fase de la dieta: la consolidación. Se trata de volver a la normalidad de los menús, pero sin engordar. Los alimentos prohibidos vuelven al plato de forma progresiva: los hidratos de carbono y las grasas. Además, se permiten dos “comidas de gala” a la semana, que incluyen postres, champaña y guisos. “Pero sólo una porción”, recalca Dukan.
Pero el asunto no termina ahí. Dukan diseñó la cuarta y última fase: la “estabilización”. Contempla dos obligaciones: tomar 3 cucharadas de salvado de avena a diario y un día a la semana comer sólo alimentación proteica. “Si sigue con esta disciplina el resto de la vida, el método asegura que se mantendrá el peso”, dice. El nutricionista además insiste en el deporte: “Un ingrediente clave de la dieta es el abandono total de los ascensores. En cada fase hay que ejercitar alrededor de 30 minutos”.
En esto, Alfredo Moreno ha sido obediente. Quienes trabajan con él aseguran que nunca más tomó un ascensor: hoy sube y baja los quince pisos que separan el lobby del ministerio de su despacho. Cuantas veces sea necesario.
Como la bomba atómica
Cuando Dukan lanzó en 1999 su libro “No consigo adelgazar. El método para perder peso sin recuperarlo”, no tuvo demasiado éxito. Hasta que, en 2003, una mujer escribió su experiencia con la dieta en el foro-blog francés “Las niñas de mayo”. “Ella bajó 30 kilos, y mucha gente comenzó a ir a mi consulta”, comenta Dukan.
En 2006, dos inversionistas -Eric Levasseur y Marc Simoncini- se le acercaron para ofrecerle ser sus capitalistas ángeles. Le dijeron: “Nosotros ponemos la plata, tú la ciencia y trabajamos juntos”. Desembolsaron US$ 1 millón y nació la compañía Regime Coach. El negocio allí es el coaching website: una página web donde Dukan y 50 expertos atienden, por cerca de cinco meses, a más de 1.000 personas al día. Por eso, ellas en total pagan US$ 90.
El libro de Dukan se empezó a comentar y pasó de mano en mano. Andrés Allamand se lo regaló al canciller Alfredo Moreno. Éste, entusiasmado, le envió una copia a Joaquín Lavín, quien se lo hizo llegar al ministro de Salud.
También están los 10 pacientes que diariamente van a su consulta, cuyo costo es de US$ 130 por hora. A ellos se suman los seguidores que compran el “Weigh Book”, un libro que se hace por encargo y a medida: tras responder 150 preguntas en la web, los fans de Dukan reciben el texto personalizado. Cuesta U$ 50.
Quienes conocen la dieta aseguran que se debe seguir al pie de la letra. Si no, no funciona. El ministro Lavín sabe de ello: esta semana viajó a Isla de Pascua y tuvo un retroceso en su pelea por bajar de peso. Por su parte, y a pesar de las exigencias, Francisco Vidal no se desalienta. Y ya está viendo resultados: aunque su meta es ambiciosa -bajar de 100 a 85 kilos-, en cinco días ya ha perdido 5 y medio.
No todo, sin embargo, son miradas amables. También hay críticas. Los pares de Dukan le reprochan que su dieta no es equilibrada, que es es violenta y que los regímenes deben hacerse con una alimentación balanceada, de pocas calorías, y bajando 200 gramos por semana. Dukan se defiende: “Eso es como apagar un incendio con una regadera. No me interesa la dieta balanceada, es lenta. Prefiero declarar la guerra al enemigo, los kilos, y lanzar una bomba atómica al cuerpo obeso”.
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