Aunque comúnmente se le asocia a procedimientos estéticos, la verdad detrás del Bótox -nombre comercial de la toxina botulínica tipo A- es que en la actualidad posee múltiples usos, que van desde las enfermedades neurológicas como la espasticidad, hasta cuadros como hiperhidrosis (exceso de sudoración) y jaquecas. Y a esta lista ahora se agrega un nuevo integrante; la incontinencia urinaria de urgencia o vejiga hiperactiva.
Si bien sus efectos positivos en este trastorno son conocidos desde hace algunos años, la Irish Medicines Board (IMB, agencia certificadora de medicamentos y equivalente europeo a la FDA), aprobó y recomendó su uso en catorce países del viejo continente.
“Cuando agencias como la FDA o la IMB aprueban un medicamento, eso quiere decir que tienen evidencia de máxima calidad, con estudios randomizados, controlados y prospectivos a futuro que demuestran, después de cinco años de uso, que el producto es útil y seguro”, explica el doctor Arturo Dell’Oro, urólogo de la Unidad de Piso Pélvico de Red Salud UC.
El experto precisa que en Chile, la aplicación de Bótox con este fin se utiliza desde hace cuatro o cinco años, aunque aún es un procedimiento poco frecuente. “Se usa en casos de vejiga hiperactiva, particularmente cuando el paciente no tolera bien o no tiene buenos resultados con el tratamiento de primera línea, que incluye fármacos anticolinérgicos y ejercicios de reeducación de los músculos de la vejiga”, señala.
Cuando los medicamentos no funcionan
La vejiga hiperactiva es un cuadro que se caracteriza por una hipersensibilidad de este órgano, que provoca una incapacidad de frenar el reflejo de orinar y urgencia miccional. Afecta a un 16% de la población general, especialmente a mujeres mayores, si bien puede presentarse a cualquier edad.
“Lo que hace esta sustancia es producir una parálisis temporal de los músculos de la vejiga. Así se aumenta la capacidad de este órgano para contener la orina y se evitan los episodios de incontinencia”, señala el doctor Dell’Oro.
“La urgencia miccional -asociada o no a incontinencia urinaria- es un síntoma que se puede deber a variadas patologías. Por ello, antes de iniciar cualquier tratamiento, es necesario evaluar a las pacientes desde un punto de vista multidisciplinario, para confirmar el diagnóstico de vejiga hiperactiva y para determinar el origen o condición que produce estos síntomas”, precisa el doctor Rodrigo Pineda, gineco-obstetra de la División de Obstetricia y Ginecología de Red Salud UC.
Una vez confirmado este diagnóstico, el tratamiento de primera línea suele incluir fármacos anticolinérgicos que relajan la musculatura vesical. “Lamentablemente en algunos casos estos medicamentos tienen efectos secundarios y funcionan en un 50% de los casos. Se ha visto que después de un año, sólo un 20% de los pacientes sigue usándolos y que apenas en un 5%, de ellos se cura de esta patología con estos fármacos”, explica el doctor Dell’Oro. Si ni los medicamentos ni los ejercicios tienen el efecto esperado, se puede optar por otras alternativas, entre ellas la toxina botulínica.
Resultado comprobado en pacientes
Al tener un efecto local, la aplicación de bótox en la vejiga no provoca efectos adversos en otros órganos del cuerpo. “Tras su uso, el 75% de los pacientes mejora sus síntomas y el 54% elimina este problema a largo plazo. En resumen, es una alternativa simple, fácil de llevar a cabo, más económica que otras opciones complejas como la neuro-modulación, aunque tiene un costo que debe ser asumido por el paciente, ya que esta terapia no está cubierta por los sistemas de salud”, sostiene.
De todas formas, precisa el doctor Rodrigo Pineda, se debe tener claro que la toxina botulínica es útil como una segunda o tercera línea de tratamiento, después de haber intentado otras opciones, “porque si bien la inyección intravesical de bótox tiene una buena respuesta terapéutica, es un medicamento caro, que incluye un procedimiento en pabellón, no es permanente (dura aproximadamente 9 meses) y no está exento de riesgos o efectos adversos que, aunque son transitorios, implican una molestia para algunos pacientes, como es el caso de retención urinaria”.
Por ello, recalca, “se debe usar con el consentimiento explícito del paciente, quien debe ser informado de los pro y contras de su uso”.
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