Los investigadores de la Universidad de Aberdeen, que llevaron a cabo un análisis de ADN de europeos y asiáticos, encontraron que los primeros parecen tener genes que los impelen a “atiborrarse” de comida chatarra y alcohol.
Estos genes, explica el doctor Alasdair MacKenzie, quien dirigió la investigación, controlan un “apagador” genético, un fragmento de ADN que “enciende” y “apaga” a los genes en las células, en particular a un gen, llamado galanina.
Estudios en el pasado han mostrado que la galanina, un compuesto químico cerebral que actúa en la región del hipotálamo en el cerebro, es crucial para determinar el apetito por los carbohidratos y los alimentos ricos en grasas.
“Este apagador genético controla áreas del cerebro que nos permiten seleccionar los alimentos que nos gustaría comer y si se enciende excesivamente tenemos más probabilidades de sentir ansia por alimentos grasos y alcohol” explica el profesor MacKenzie.
¿Programados a ser gordos?
La investigación, publicada en Journal of Neuropsychopharmocology (Revista de Neuropsicofarmacología), descubrió que este apagador es menos activo en la gente de origen asiático que en la de origen europeo.
El hecho de que el apagador más débil esté presente con más frecuencia entre los asiáticos que los europeos, sugiere que aquéllos están menos predispuestos a seleccionar las opciones menos sanas.
Los niveles de obesidad se han incrementado drásticamente en gran parte del mundo occidental desde los años setenta.
Quizás la predisposición genética, afirman los expertos, podría ser, en parte, una explicación de la epidemia.
“Este apagador genético controla áreas del cerebro que nos permiten seleccionar los alimentos que nos gustaría comer y si se enciende excesivamente tenemos más probabilidades de sentir ansia por alimentos grasos y alcohol”, Prof. Alasdair MacKenzie.
Pero tal como lo reconoce el profesor MacKenzie, el ambiente también es importante porque cuando un habitante de oriente se adapta a una nueva cultura de occidente puede terminar con los mismos problemas de su nuevo entorno.
Los investigadores creen que el hecho de que en la época prehistórica los habitantes europeos tuvieron que sobrevivir largos y duros inviernos a base de bebidas elaboradas y alimentos ricos en grasas, pudo haberlos programado genéticamente, por medio de la selección natural, a adquirir el gusto por estos productos.
“Estos resultados nos permiten echar un vistazo a la vida de los primeros europeos donde los productos lácteos y elaborados eran fuentes importantes de calorías durante los meses de invierno” dice el científico.
“De esta forma, la preferencia por alimentos con un alto contenido de grasa y bebidas con alto contenido de alcohol pudo haber sido muy importante para la supervivencia”.
En esa época, agrega el investigador, el efecto negativo de la grasa y el alcohol que vemos hoy no importaba mucho porque de cualquier forma la gente no sobrevivía más de 30 o 40 años.
Depresión
La investigación también encontró que ciertos cambios en este mismo apagador están vinculados a la depresión.
Esto, dicen los científicos, podría deberse a que la galanina también se produce en la amígdala, la región cerebral que controla la ansiedad y el miedo.
Y creen que podría ser posible cambiar esta programación genética, no sólo por los productos insanos sino también por el estado emocional del individuo.
“Quizás cambiando los niveles de galanina en la amígdala podría haber un efecto en el estado emocional de un individuo” dice Alasdair MacKenzie.
“Nos sorprendió ver que el mismo apagador también es activo en la amígdala” agrega.
El gen de la galanina controla el apetito por carbohidratos en el cerebro.
“Un estudio previo llevado a cabo en el Instituto de Psiquiatría de Londres mostró que el gen de la galanina está vinculado a la depresión, y nosotros demostramos que ese mismo gen tiene un vínculo muy fuerte con nuestro apagador” señala.
El hallazgo, dicen los científicos, podría potencialmente conducir al desarrollo de una nueva generación de fármacos antidepresivos dirigidos específicamente a este apagador.
Y serían medicamentos que no sólo actuarían sobre el estado de ánimo sino también sobre la ansiedad de consumir alimentos grasos y alcohol.
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